La jornada de ayer quedó a deber en participación, de confirmarse las primeras estimaciones con apenas 49.7% de asistencia a las urnas. Sin embargo, en una elección tan disputada (por ser por primera vez en la historia entre dos contendientes, y además, ambas mujeres), además del contexto de la contraposición de proyectos políticos estatal y federal, se esperaba un número muy superior de sufragios. ¿Entonces qué fue lo que pasó?
Probablemente fue el hartazgo del discurso, difícil de diferenciar entre una opción y otra, aunado al triunfo de la estratégica insistencia de que “las encuestas favorecían ampliamente” a una de las dos aspirantes a pesar de que la otra esgrimía también sus propios estudios demoscópicos favorables.
Bien a bien, también influyó el par de perfiles anticlimáticos en contienda, pues en 59 días de campaña (y más, sumando las artificiales precampañas) no lograron entusiasmar lo suficiente al indeciso respetable, que pierde un poco esa condición al haber desdeñado la oportunidad de expresar incluso su incredulidad, quizá hasta con un voto nulo que también tiene peso electoral.
A eso habrá que agregar el impacto demoledor para el PRI, PAN, PRD y Panal de no haberle llegado al precio político a Movimiento Ciudadano que, curiosamente, desde la cómoda trinchera de la no participación se dedicó a bombardearlos, beneficiando a los morenistas al desanimar a la población con la teoría de un oscuro acuerdo. Una vez que haya números finales, podrá analizarse con más precisión la magnitud del daño ocasionado por cada factor.
La maestra Delfina Gómez, ganadora de esta contienda y futura gobernadora de todos los mexiquenses, deberá ahora trazar una estrategia que involucre a la ciudadanía más allá de los beneficios en programas sociales.
Legitimada constitucionalmente, requiere ahora reafirmar su condición con una clara participación ciudadana (generalizada, no solo de sus simpatizantes) en sus decisiones de gobierno. Y debe hacerlo muy pronto, pues innegablemente el Estado de México es factor para el 2024 y, más en lo local, la futura mandataria requerirá “amarrar” para entonces un Congreso que le permita avanzar en su proyecto que ofertó como de transformación.