A medida que las remesas impulsan la adopción de criptomonedas, se perfila la posibilidad de que el país apueste por una inclusión financiera mucho más sólida y enfocada en inversiones.
Desde aquel “momento cero” de las criptomonedas inaugurado en 2009 por Satoshi Nakamoto, la evolución de las divisas digitales ha sido vertiginosa en todo el mundo. Bitcoin abrió una carrera que a la larga se mostró imparable y las distintas economías del mundo se fueron inclinando a las criptomonedas a su propio ritmo y con sus propias necesidades.
Aún hoy, las experiencias en América Latina muestran una variedad de escenarios: los argentinos las eligen principalmente como refugio anti-inflacionario, los salvadoreños no terminan de adoptarlas masivamente pese a su legalidad y en México el viento a favor de las remesas le está dando al fenómeno un impulso singular.
Según Chainalysis, el país está escalando rápidamente en el índice global de adopción de criptomonedas -pasó del puesto 28 en 2022 al 16 en 2023- y las remesas que se envían desde Estados Unidos motorizan gran parte de esa expansión.
Las remesas cripto también están ganando atención en audiencias cada vez más amplias. Semanas atrás, la plataforma de comercio de criptomonedas Coinbase lanzó una campaña para que los latinos que viven en Estados Unidos envíen remesas gratis a través de sus servicios en moneda digital. La narrativa de sus anuncios cuenta la historia de un joven radicado en Estados Unidos que compara tres maneras de enviarle dinero a su abuela en Puebla. Frente a los tiempos y costos de las finanzas tradicionales, la conclusión le resulta totalmente lógica: sólo las criptodivisas se ajustan a la instantaneidad de la época.
Más allá del evidente objetivo publicitario, ese mensaje de simplicidad y accesibilidad refleja el punto de inflexión en el que nos encontramos en materia de inclusión financiera. Los años en los que las criptomonedas parecían reservadas únicamente a círculos cerrados de mineros e inversores están llegando a su fin. La pregunta es cómo seguimos.
No creo que haya una receta global para impulsar la adopción de las divisas digitales. Sin embargo, países como México tienen, a partir del impulso de las remesas, una oportunidad excepcional para afianzar iniciativas educativas y regulatorias.
Uno de los desafíos del presente es que los receptores de las remesas puedan expandirse en el ecosistema de las criptomonedas y redescubrir su potencial más allá de su eficacia como método de pago. El escenario de los activos digitales está en permanente evolución y la consolidación de monedas alternativas a Bitcoin ya es un dato del presente.
Sumar a más mexicanos al mundo cripto no es sólo una cuestión cuantitativa sino también cualitativa. La velocidad y eficacia de las “cripto-remesas” tienen la virtud de mostrarle a millones que la relación con el envío del dinero se puede simplificar al máximo. El reto pendiente es trasladar esa percepción a todo el menú de inversiones que ofrece el mundo cripto para que más mexicanos sean dueños de una planificación financiera menos circunstancial y mucho más estratégica.