#8M más allá de la paridad

Hidalgo /

Cuando hablamos de las mujeres en la política, pareciera que el gran logro histórico de la paridad nos deja el camino pavimentado para acceder al poder, pero la realidad es otra.

Tal vez desde fuera de los círculos de poder de los gobiernos y de los partidos políticos,se crea que las mujeres que accedimos a los cargos públicos o a los de elección popular ya estamos ejerciendo el poder de la misma manera que nuestros compañeros hombres. Sin embargo, el sistema patriarcal es un enemigo poderoso, y aún nos falta mucho para vencerlo.

Como en todos los espacios, los estereotipos de género prevalecen tanto en lo concreto, como en los micromachismos intangibles.

El hecho de que existan gabinetes, congresos, salas judiciales o asambleas municipales paritarios, no garantiza que hayan desaparecido las creencias arraigadas de que las mujeres no podemos realizar acciones estereotípicamente masculinas, como resolver conflictos agrarios, como garantizar la seguridad pública o la toma general de decisiones políticas, por mencionar sólo algunos ejemplos.

Cada que las mujeres conquistamos un derecho, el cual queda asentado en leyes, pudiera creerse que se tiene una conquista ganada y segura, pero no es así. No solamente porque los derechos de las mujeres son los primeros que se negocian en cuanto los grupos conservadores comienzan a ganar poder, sino porque, una vez lograda una ley a nuestro favor, hay que volver a dar batalla para que ese derecho no termine en letra muerta, y esta segunda parte de la lucha suele ser tan ardua como la primera.

Ello no es nuevo. Cuando las mujeres (en quienes recaen las mayores responsabilidades de los cuidados familiares) logramos leyes en favor de estancias y apoyo para alivianar el cuidado de las personas de quienes la sociedad nos ha obligado a responsabilizarnos, hay en seguida que estar atentas en que dicha ley aprobada ahora le sea asignado presupuesto, para que logre implementarse en las instancias encargadas de brindar la atención.

Una vez garantizados los presupuestos, hay que corroborar que en las dependencias gubernamentales existan los procedimientos adecuados para que ese derecho pueda ofrecerse a las mujeres. Pero todavía después de eso, hay que verificar que las personas a cargo de cumplir la normativa, y de dar la atención directa a las usuarias del derecho humano en cuestión, sean personas que no antepongan sus creencias personales conservadoras.

El caso de la política no es la excepción, ya que el camino andado por las mujeres es mucho más agreste que el de los hombres.

Resulta frecuente que algunos partidos políticos decidan enviar a las candidatas al municipio con menos posibilidades de ganar, o que consideren que dichas candidatas necesitan a “un hombre a su lado”, ya sea como pareja, como familiar, como padrino político, o como segundo de a bordo para que otros actores políticos “respeten y obedezcan a la candidata”.

También a menudo los partidos políticos eligen a una candidata con una historia de vida privada “ejemplar”desde el punto de vista conservador, es decir, que no sea divorciada, que no haya tenido muchas parejas sexuales, que sea madre de familia con amplias responsabilidades domésticas, etcétera. No, la paridad aún no es suficiente. La lucha por los derechos debe continuar.

Tania Meza Escorza

  • Tania Meza Escorza

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