Muchas de las injusticias que hoy se comenten contra las mujeres, nos avergonzarán profundamente en el futuro de manera colectiva. Es muy probable que en no más de cincuenta años, las personas no podrán creer que al inicio el siglo XXI, las mujeres no éramos dueñas de nuestros cuerpos, pues la ley nos negaba el derecho a interrumpir un embarazo no deseado, o nos obligaba a respetar costumbres tan bárbaras como el “día del gudniin” en donde miles de niñas son mutiladas genitalmente.
No es una tortura inquisitoria de las peores épocas del oscurantismo, la mutilación genital con trozos de madera, con metales viejos o con piedras es una aberrante realidad para millones de niñas en el mundo moderno.
La ONU considera que la mutilación genital femenina (MGF) comprende todos los procedimientos para alterar o dañar los órganos genitales femeninos por razones que nada tienen que ver con decisiones médicas, y es reconocida internacionalmente como una violación de los derechos humanos de las mujeres y niñas. Refleja una desigualdad entre los géneros muy arraigada, y es una forma extrema de discriminación contra mujeres y niñas. La práctica viola sus derechos a la salud, la seguridad y la integridad física, el derecho a no ser sometidas a torturas y tratos crueles, inhumanos o degradantes, y el derecho a la vida en los casos en que el procedimiento acaba produciendo la muerte.
Cuando las niñas africanas son sometidas a esta práctica bestial, en su comunidad le llaman “el día del gudniin” y, según la tradición, prepara a las niñas para la adultez. Los datos de Unicef reflejan que 150 millones de mujeres han padecido este sufrimiento, no obstante, de cada tres niñas mutiladas sólo dos sobreviven. Debido a ello, el 6 de febrero se decretó como el Día Internacional contra la Mutilación Genital Femenina, con el que se busca poner fin esta terrible práctica efectuada en al menos 28 países del mundo.
twitter: @taniamezcor