No quería escribir sobre esto. Es demasiado crudo y duro lo encontrado en Teuchitlán, Jalisco. Nos golpea con una dura realidad de lo que ha sido y es México hoy: un país sumido en el horror del narcotráfico. Nos habla de una sociedad rota, en la que unos matan a otros. Se sabe muy poco de quiénes son las pertenencias o restos humanos hallados en el narcorrancho, si de víctimas desaparecidas o de integrantes de los mismos cárteles. Y lo impactante es que no lo encontraron las autoridades, quienes ya habían estado en el rancho en un operativo, sino un colectivo de derechos humanos que buscan a desaparecidos.
Desesperanza y sobre todo resignación es lo que se percibe en el ambiente. Estuve en Guadalajara la semana pasada y el conductor del Uber que me movió, me platicó sobre el hallazgo a una hora de donde estábamos, con un tono ya no de sorpresa, sino de resignación: “Así las cosas y entre el Gobierno federal y el Gobierno estatal echándose culpas”. Nos hemos acostumbrado a tanta violencia, que aunque esto se le esté comparando a un campo de exterminio, por momentos caemos en la indiferencia ante la poca credibilidad en el Gobierno o en una pronta solución.
“Las desapariciones forzadas fueron uno de los actos más crueles del régimen, porque se mata a una persona, pero se condena a todos los demás a una tortura psicológica eterna”, lo dice Eunice, esposa de Rubén Paiva, desaparecido en Brasil en la década de los años setenta en manos del gobierno y compartida en la recién premiada como mejor película extranjera Aún estoy aquí. Esta frase tan dura y cierta la comparten miles de familiares de desaparecidos en México, problemática cada vez mayor.
Unos mueren y ante la incertidumbre del no saber el paradero de sus desaparecidos, otros viven una tortura psicológica eterna. Ante tanta indignación, el país se levantó este sábado en plazas para exigir justicia. Desde 2006 se han contabilizado más de 121 mil desaparecidos en México y se han localizado más de 5 mil 700 fosas clandestinas. Horror, angustia, tortura, desesperanza es lo que hoy presenciamos, esperando no llegue a la indiferencia y el Gobierno responda a la altura de la situación.