Román Revueltas, articulista de MILENIO, hizo una perfecta descripción de su paso por una fiesta de bodas en la que el ruido de la música impidió toda conversación. El DJ se adueñó del evento y del espacio y sometió a todos los comensales de la boda a la tiranía del ruido a su antojo. La conversación, o siquiera el disfrute de la supuesta música, es imposible cuando los decibeles son muy altos. El oído humano no está diseñado para soportar niveles de ruido por arriba de los 60 decibeles por mucho tiempo sin que el cuerpo se estrese. El problema es que el ruido se ha extendido implacable por todo México sin control alguno. No solo te puede atacar durante una fiesta a la que acudiste por gusto u obligación, sino también en el transporte público, en los mercados, en los parques, en la calle, en tu trabajo o en el lugar en el que habitas.
En México existe una norma oficial mexicana que regula los niveles de ruido permitidos para las fuentes emisoras, ya sea el motor de un coche, camión, maquinaria, medio de producción, aparato de sonido o cualquier cosa que haga ruido. De día, de 6 a.m. y hasta las 10 de la noche, el nivel permitido es de 55 decibeles en casas, 65 en industrias y comercios, y en exteriores de escuelas, 55. En ceremonias y festivales ¡100 decibeles con límite de 4 horas! La Norma Oficial Mexicana Nom-081-ECOL -1994, a 27 años de haberse publicado, incluidas dos modificaciones, establece los límites máximos permisibles de emisión de ruido, pero cada vez se respeta menos. El artículo de la Ley General del Equilibrio Ecológico que habla sobre ruido es el 37, y en él se prohíbe la emisión de ruidos por arriba de la NOM081 que pueden producir los dispositivos sonoros, tales como campanas, bocinas, timbres, silbatos, sirenas, ya sea fijos o instalados en cualquier vehículo, salvo en los utilizados para emergencias, tales como patrullas, ambulancias o carros de bomberos. En otro apartado se menciona el ruido permitido de motores y maquinaria. La ciencia ficción nunca estará más cerca de su vida que leyendo este artículo y esa norma oficial que ni siquiera se sabe bien quién debe hacer cumplir. Para mi todo este articulado es una oda al "léase, pero no se cumpla". En nuestro amado, pero caótico país, todo mundo puede hacer el ruido que se le pegue la regalada gana sin que casi nadie pueda frenarlo. Nada más para muestra están los que reparten gas, los que compran colchones, refrigeradores, o fierro viejo, o los que amenizan cualquier evento, desde una fiesta infantil, unos quince años y hasta un velorio en el que se incluya música para despedir al difunto, todo generado por los hoy llamados " sonideros", cuyos equipos alcanzan a oírse a dos o tres kilómetros a la redonda. Ni que decir de los motores de camiones, motos, o casi cualquier cosa que tenga ruedas. En 2018 me invitaron como madrina a la graduación de una primaria y lo último que me imaginé es que me toparía con un sonidero a las once de la mañana. Tres veces le tuve que pedir de favorcito al director que le pidiera al sonidero que se apoderó del festival de la primaria que le bajara a la música para no verme obligada a abandonar el madrinazgo.
Hace ya casi diez años me tocó revisar los reglamentos de ruido del municipio de Puebla para checar a quién le correspondía la atribución de hacer cumplir la NOM081, esto con la finalidad de intentar meter al orden a todos los que hacían ruido a lo largo y ancho de la ciudad. Gran sorpresa fue saber que cada nivel de gobierno tiene una atribución distinta con respecto al ruido: las atribuciones sobre el ruido que produce la industria le corresponden a la federación vía la SEMARNAT/PROFEPA. Tienen muy poco personal, aunque pueden firmar convenio con los estados. Hasta ahí, clarísimo pero ineficaz. Si junto a su casa hace ruido la sierra de una carpintería durante día y noche o el motor de una máquina que fabrica pavimento, o una obra en construcción, ya sabe a quién llamar. No sé si le contesten, pero ya sabe a dónde. El ruido del transporte público de todo tipo le corresponde a los gobiernos estatales. Si un camión anda con el escape abierto por una carretera federal, estatal o a media ciudad, le toca a alguien del gobierno estatal, que nadie ha ubicado de manera puntual, el multarlos y ordenarlos. La realidad es que un policía federal de caminos o un guardia nacional, así le reviente usted los oídos a todo un pueblo, no tiene la atribución de detenerlo. ¿Quién dentro del estado? Nunca se ha definido de manera clara. Pueden ser inspectores de la Secretaría de Sustentabilidad, o agentes de tránsito municipales que firmen convenios con los gobiernos estatales. Hasta hoy no he sabido de nadie a quien se le detenga por hacer ruido muy por arriba no solo de la norma, sino de los 100 decibeles, en una vialidad mexicana. La atribución está suelta: ley sin sanción, ley sin aplicación. ¿Qué les toca a los municipios? El ruido en comercios fijos incluidos restaurantes o salones de fiesta, que quedan sujetos a un proceso de multa o clausura y decomiso de la fuente de ruido (bocinas) en caso de reincidencia. El ruido o escándalo en casas habitación también se reporta a las autoridades municipales. En la ciudad de Puebla en 2011 estaban sin regular el comercio sobre unidades móviles, un camión o coche que llevara instalada una bocina desde la que se anuncian productos como gas, tamales, empanadas, helados, artículos de limpieza o las supuestas cualidades de un candidato de elección popular. También quedaban sueltos los que en el quicio de una puerta instalan un comercio de lo que sea, venta de discos, puestos ambulantes, juguerías, taquerías, ropa. No son sujetos de clausura porque no se puede clausurar el acceso a una casa habitación. Todo ese ruido quedó normado en el capítulo de RUIDO del Código Reglamentario Municipal, con los procedimientos y multas correspondientes, incluidos los procesos de medición de los decibeles permitidos vía reporte al 911.
La realidad es que para callar a un ruidoso usted tiene que armarse de paciencia y ser no solo terco sino creer en los milagros. Rara vez, aunque a veces se logra, se calla a los escandalosos. El marcaje personal de un infractor suele ser peligroso en un país como el nuestro. Por lo pronto los de los "colchones, refrigeradores, estufas", siguen pasando a todas horas por todos lados y a todo volumen. En la ciudad de México las multas a industrias y comercios por ruido se elevaron hasta 9 millones de pesos en marzo de 2021. Aun así, no hay quien los calle. En las leyes de algunos países se consideran ruidos molestos no solo los que rebasan los límites de los decibeles permitidos, sino los que por su continuidad afectan la calidad de vida de las personas. Según la Organización Mundial de la Salud, el ruido es el segundo factor más contaminante y dañino para la salud humana después de la contaminación del aire. Una persona no debe exponerse a más de 60 decibeles, y exponerse por tiempos cortos a los 100 que permite la ley mexicana en ceremonias y festivales se considera "crítico para la salud". El lujo del silencio será cada vez más invaluable, pero quizá también más inaccesible.
Ayer domingo en el periódico El País apareció un artículo en el que se anuncia una guía de restaurantes sin música. Es un deseo incumplido aún. Quizá muy pronto el precio del silencio se cobrará en los restaurantes, un lugar en el que el sonido sea solo el de la conversación de los comensales, un lugar, un oasis en donde no tenga uno que lidiar con la tiranía cada vez más insoportable del ruido.
Verónica Mastretta