Esta semana apareció una nota que llamó mi atención: una encuesta del National Opinion Research Center de la Universidad de Chicago reveló que 23 por ciento de los adultos estadunidenses interrogados no ha tenido encuentros eróticos en el último año, porcentaje que se ha duplicado a comparación de una década atrás.
De ellos, el número de hombres menores de 30 años que no tuvieron sexo en 12 meses se triplicó desde 2008. El 51 por ciento de jóvenes entre 18 y 34 años no tenía una pareja estable.
Lo interesante cuando alguna encuesta arroja información semejante es pensar en lo que motiva esos resultados. Basada en mi experiencia, pienso en las siguientes razones:
* La forma en que las personas se relacionan ha cambiado en las últimas dos décadas. Cada vez son menos frecuentes los encuentros físicos pues las redes sociales se han transformado en lo que antes era el cine, el parque o los bares: espacio ideal para conocer a potenciales parejas. En lo que ubican a alguien en Facebook, le escriben, comienzan a platicar, deciden verse, pueden pasar hasta meses, perdiendo así el impulso antes común de irse a la cama como forma de conocerse o por simple placer.
* El WhatsApp se ha transformado en un medio que parece ilimitado para estar en contacto con otra persona. Por ejemplo, una nueva pareja con horarios laborales de más de 10 horas (situación ahora frecuente) prefiere estar en contacto mediante la app, mandarse fotos con ropa o sin ropa, canciones, emoticones, compartir documentos a cualquier hora y desde cualquier lugar, sintiendo que así son las uniones exitosas (no tienen el antecedente de un mundo sin internet). Probablemente lo sea, pero la parte física se va quedando a un lado. Hay una parte narcisista en ello: se ven a sí mism@s reflejad@s en lo que mandan, así que comienza a ser innecesario escuchar y ver al otro en tiempo real si no existe la posibilidad de verse a un@ mism@ a la vez.
* Much@s chic@s viven con sus padres hasta pasados los 30 años, sin posibilidad, en muchos casos, de tener intimidad.
* Aplicaciones como Tinder y Grindr ofrecen la posibilidad de tener sexo de volada, sin las escalas de Facebook. ¿Por qué esto no genera que haya disfrute erótico frecuente? Si bien ganan en libertad y variedad al no establecer un vínculo sentimental, su ausencia puede derivar en un vacío existencial al no tener más que placer fugaz. Entonces, puede haber temporadas de mucho ajetreo y otras en donde rechacen esa posibilidad.
No hay que olvidar que todos somos únicos, así que habrá muchas razones. No hay que demeritar la situación ni criticar a los jóvenes por tener maneras diferentes de relacionarse a las conocidas antes el 2000. Más bien se trata de entenderlos en su entorno y contexto, para poder ayudarlos a que vivan en bienestar, objetivo de la sexualidad humana.
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El placer de las mordidas
En mi libro El motel de los antojos prohibidos escribí sobre una práctica erótica con interesantes matices: la excitación al dar o recibir mordidas. Es más común de lo que creemos; de hecho, conozco a personas que me han confiado su afición por que les claven el diente y entiendo que lo disfrutan muchísimo.
La sexóloga estadunidense Brenda Love escribió la Encyclopedia of Unusual Sex Practices, donde reseña cerca de 600 parafilias. Sobre las mordidas, reporta que la presión que se lleve a cabo depende de la tolerancia de quien las reciba. Las relaciona con prácticas de dominación y sumisión, al señalar que “incrementan la sensación de gozo y brindan, a los individuos que están emocionalmente estresados y adormecidos físicamente, un regreso al contacto con sus propios cuerpos”.
Más de la mitad de las personas que Alfred C. Kinsey, el famoso sexólogo de Nueva Jersey, entrevistó durante sus primeras encuestas sobre conducta sexual, afirmó sentirse excitadas cuando las mordían durante el encuentro erótico. El psicólogo y sexólogo Havelock Ellis, en su libro Studies in the Psychology of Sex, narra: “El impulso de morder está relacionado con el origen del beso”, pero también con una cuestión animal: muchas bestias con dientes los usan durante el coito; el macho sujeta con los suyos a la hembra para asegurar la penetración y que la eyaculación se dé en el interior.
La práctica cuenta con adeptos de varios ámbitos. En la música encontré canciones que van desde “Déjame morderte”, de Fugitivos del Swing, hasta “Pa’ morderte el booty”, de Daddy Yankee, pasando por “Voy a morderte el alma”, de Antonio Mejías; “Deja”, de Banda El Recodo; “Te quiero comer la boca”, de Mosca Tse-Tse; “Bite Hard”, de Franz Ferdinand; “Bite My Tongue”, de You Me At Six; “Bite Your Kiss”, de Diamante.
A sus practicantes les encanta ver las heridas en sus cuerpos. Son como trofeos tras una buena faena erótica. Otr@s buscan más la sensación de la saliva, el contacto con los dientes y la posibilidad de llegar a más pero detenerse antes de dejar una huella.
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@draverotika
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