Estar anclado en el pasado o adelantarse obsesivamente al futuro. Son las dos grandes situaciones que hoy nos apabullan a las personas de manera desmedida.
Y no se trata de conservar fotografías para recordar momentos bonitos ni la proyección de lo que será nuestra vida, se trata de un diagnóstico clínico que hoy conocemos como Depresión y Ansiedad, respectivamente.
Para el primero de los diagnósticos antes citados, la Organización Mundial de la Salud designó el 13 de enero de cada año como el Día Mundial de la Lucha contra la Depresión, para visibilizar no solo los preocupantes números que ahora alcanza este mal del siglo sino la serie de acciones que gobierno y activistas emprenden para afrontarla y prevenirla.
De hecho, se asegura, que será la Depresión, la principal causa mundial de discapacidad en el presente siglo.
Actualmente afecta a más de 300 millones de personas en el mundo.
México tiene sus batallas al respecto. Hay 3.6 millones de personas que tienen depresión, según los datos de la Secretaría de Salud del gobierno federal al inicio de este 2023.
La pandemia hizo lo suyo y dejó al descubierto los paradigmas que ignoran los retos de salud mental y encima, dejarlos en el olvido, hasta que se reportaron las ausencias en la escuela, el bajo rendimiento laboral, las autolesiones, los ideaciones, intentos y consumación de suicidios.
Esto sí que nos pegó.
En los resultados del Censo 2020 de INEGI, en Coahuila se detectaron a 35 mil 073 personas con algún problema o condición mental, sin precisar de qué diagnóstico, género o grupo etario se trataba; lo que significa el 1.1 por ciento de la población.
En vísperas de una intensa campaña para los actores políticos que ya iniciaron actividad en el Proceso Electoral Local 2023 en Coahuila, donde seguramente escucharán los pendientes en obra pública, agua potable, inversiones, salud, infraestructura educativa también tendrán que escuchar los grandes vacíos para la atención de la salud mental y no solo de los profesionales de la salud, también de los usuarios de los servicios psiquiátricos que tienen experiencia vivencial en el tema.
Nada de espejitos ni especialistas venidos de Marte o de Júpiter que nos querrán decir cómo tratar la depresión según el manual de la Luna.
El desafío en el nuevo siglo, será un servicio completo y oportuno plagado con una atención de derechos humanos.
El reto del Estado ahora, es reconocer la capacidad jurídica de quienes viven con algún trastorno como la depresión y escuchar sus historias en primera persona.