La lucha de las personas con discapacidad en el amanecer del siglo XXI ha sido renunciar a la idea mágica y maravillosa del milagro recibido para ponerse en camino a la autodeterminación por el de goce y respeto a los derechos humanos ante cualquier condición de vida por discapacidad, pero no renunciar.
Este fin de semana llamó poderosamente la atención las declaraciones del Papa Francisco respecto a su decisión de renunciar a su pontificado “ante el impedimento por cuestiones médicas”, la prensa internacional lo destacó como claudicar ante una “discapacidad”.
Fue al diario español ABC dónde a propósito de una entrevista exclusiva al sucesor de San Pedro, reveló que hace algún tiempo entregó a Tarcisio Bertone entonces Secretario de Estado del Vaticano y de feliz memoria, una carta de renuncia ante el deterioro de salud que pudiese presentar y que le impida seguir con sus actividades.
Una buena cantidad de usuarios vieron la acción del primer Papa latinoamericano como oportuna y atinada para un líder religioso que encabeza, aún, la grey cristiana más grande del mundo.
Las personas con discapacidad y los involucrados en el tema de inclusión no supieron si meterlo en el cajón de las decisiones anticipadas con un toque de responsabilidad o dejarlo en la bandeja de asuntos pendientes por reflexionar dado que, hace algunas décadas la razón del caminar del colectivo es justo hacerlo con y a pesar de los obstáculos ideológicos y arquitectónicos para ejercer su participación activa en las cosas cotidianas y de impacto mundial. No rendirse, pues.
A propósito de la afectación en los ligamentos de su rodilla derecha, Papa Francisco se ha dejado ver en varias ocasiones como usuario en silla de ruedas, el cinco de mayo de este año fue la primera ocasión que lo hizo en público, lo que dejó en claro su amor por dirigir personalmente y de manera presencial al rebaño que le fue confiado, su determinación de llevar el mensaje de Esperanza del Evangelio como testimonio vivo y la posibilidad de realizar todas o casi todas las actividades de un líder incluso como usuario de silla de ruedas. ¡Qué maravilla!
El Papa Francisco quien justo el pasado 17 de diciembre cumplió 86 años, no da detalles ni particularidades respecto a la condición física y/o de salud que debería presentar para hacer efectiva la renuncia que ya fue presentada sin precisar la fecha, incluso acepta, que luego de la muerte de Bertone, no sabe quién la conserva y dejar ahora al descubierto el asunto, es un aviso de que salga a la luz cuando “sea necesario”.
El Sumo Pontífice se ha caracterizado por visibilizar y dar un trato de persona capaz de Dios a todas aquellas que viven en condición de discapacidad. Fue el primero en organizar un encuentro y un mensaje focalizado a las personas con autismo y sus familias en 2014.
Cada 3 de diciembre, coloca en el centro de su mensaje el lugar que las personas con discapacidad tienen, no solo en la biblia dentro de los relatos de Jesús sino en la sociedad donde todavía son dejadas en el descarte y la exclusión.
No se trata de hacerla al héroe, o que de manera forzosa se quiera ver a un Pontífice en funciones a pesar de su salud. Se trata del matiz que le ha dado la prensa al dejar ver la discapacidad como una condición no apta para “funcionar” en las actividades de la vida o del trabajo.
Los motivos de una renuncia del Papa o cualquier líder religioso pueden ser tan válidas y tan variadas y no solo en el tema de salud mental y/o movilidad.
Lo que sí llama la atención es el concepto en que la prensa ha decidido darle a la declaración del Pontífice con el “riesgo” de llevarla a otras personas y otros espacios para que sigan el ejemplo de Papa Francisco: irse ante una discapacidad.
Me quedo con la muestra de entrega, pasión y derecho para llevar cada miércoles su catequesis, el ángelus los domingos y sus visitas pastorales a otros países aún como usuario de silla de ruedas.
Se vale parar, pero no por encargo de la discapacidad.
Primero Persona.
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