El poder adquisitivo de una persona es lo que nos alcanza para comprar con lo que ganamos. Y ese poder de compra depende de nuestros ingresos y de los precios de los productos y servicios que consumimos.
Los mexicanos habíamos vivido con niveles relativamente bajos y estables de precios durante décadas, en gran medida como lección aprendida de crisis pasadas donde nos dimos cuenta que la inflación ( el aumento generalizado de precios) es el impuesto más injusto para los mexicanos y en especial para los que menos tienen.
Lamentablemente el creciente aumento en los precios de bienes y servicios en el último año ha llevado a nuestro país a la inflación más alta en los últimos 20 años.
Para que una persona mejore su capacidad de compra hay dos maneras de que ocurra: ganar más dinero, o que disminuyan los precios. Pero en México han ocurrido las dos cosas al revés. Muchas personas han perdido sus empleos o han visto sus ingresos bajar y por otra parte, de acuerdo al INEGI, la inflación el año pasado alcanzó un 7.28% con lo que la mayoría de las familias mexicanas han padecido un doble impacto negativo.
El aumento de precios tiene varias explicaciones. Por una parte, durante la pandemia bajó la producción de muchos bienes y servicios bajando así los inventarios, se encarecieron los costos logísticos para transportar las mercancías de un lugar a otro y también creció el consumo de ciertos productos duraderos tales como computadoras y muebles para ajustarse a una vida de aislamiento. Casi el 80 por ciento de los productos que más se consumen en la comida mexicana se transportan vía terrestre, por lo que el aumento en el precio de los hidrocarburos ha tenido también un impacto muy importante en los precios.
Lamentablemente una mayor presencia del crimen organizado en el campo también ha tenido un impacto en los precios de ciertos productos. Pero si bien es cierto que el aumento promedio de los precios fue del 7.28% el año pasado, el aumento de los alimentos ha sido mucho mayor.
Algunos productos como la cebolla, el limón y el gas natural, aumentaron un 174%, 170% y 67% respectivamente el año pasado.
Avanzo con los datos: productos esenciales como el huevo, frijol, leche, carne, arroz, sal, azúcar, pan, frutas, sopa, han aumentado 13.1% tan solo en febrero de 2022. Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) que mide la pobreza en México, el costo actual de la canasta básica alimentaria por persona es de 1950 pesos mensuales.
Para ponerlo en perspectiva: el hogar promedio en México es de 4 habitantes, significa que se necesitan 7,800 pesos mensuales solamente para darle de comer a una familia. El ingreso promedio por persona en México es de 7 mil pesos mensuales, mientras que el salario mínimo ronda los 5 mil mensuales. Esto quiere decir que se tendría que dedicar prácticamente el salario de dos personas para darle de comer a esa familia al mes.
Para que una familia pueda seguir comiendo lo mismo, su salario tendría que aumentar 13.1%, lo cual no ha ocurrido y por lo contrario, las personas han tenido que optar por comprar productos de menos calidad y más baratos para que les alcance.
Aunque el gobierno ha incrementado los subsidios en algunos productos y en especial en las gasolinas para evitar el aumento de dichos precios, cada vez son más quienes han tenido que cambiar hábitos de consumo para ajustarse a las nuevas realidades.
El escenario es complejo, y por si fuera poco, se prevén mayores alzas con la invasión de Rusia a Ucrania.
Por otra parte, el gobierno ha gastado todos los ahorros para eventos inesperados como la pandemia, por lo que será necesario la generación de mayores empleos y mejor pagados si queremos hacer frente a esta enorme crisis.
Al final del día, lo que necesitamos es estabilidad. No hay nada más sensible para una persona que la pobreza. Estamos parados en un escenario de serias presiones en nuestra economía. Necesitamos alternativas para evitar el hambre y no una inflación que alimente la pobreza en nuestro país.
Verónica Sánchez
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