La medicina de precisión ha irrumpido en la escena médica con la promesa de brindar tratamientos y estrategias de prevención adaptadas a las características individuales de cada paciente, abarcando desde factores genéticos hasta circunstancias ambientales. Este enfoque plantea un giro trascendental frente a la medicina tradicional, la cual habitualmente se orienta a tratar síntomas una vez que la enfermedad se hace presente. La idea fundamental consiste en anticiparse a la aparición de dolencias y ofrecer soluciones personalizadas que resulten más eficaces y menos invasivas. Para lograrlo, se requiere la integración de datos clínicos, la colaboración entre múltiples disciplinas y el desarrollo de tecnologías que agilicen la identificación de los factores de riesgo. A pesar de todo, la adopción de la medicina de precisión enfrenta diversos obstáculos: la fragmentación de la información, la insuficiente estandarización de protocolos y la limitada comprensión sobre los beneficios que esta nueva aproximación puede ofrecer.
En México, las posibilidades de la medicina de precisión son particularmente atractivas dada la heterogeneidad de la población, la cual abarca una diversidad genética considerable, además de condiciones socioeconómicas y culturales muy distintas de una región a otra. Por ejemplo, una familia con predisposición a la diabetes puede beneficiarse de un programa de monitoreo preventivo y de intervenciones personalizadas para evitar el deterioro metabólico. Asimismo, una persona con cierto perfil genético podría responder mejor a un fármaco oncológico y minimizar los efectos secundarios, si el equipo médico dispone de la información suficiente para tomar esas decisiones. Sin embargo, para que estas soluciones sean accesibles y efectivas, es indispensable que se superen los problemas estructurales que limitan la atención médica en muchas zonas del país, incluidas la insuficiencia de recursos humanos, la carencia de infraestructura básica y la falta de conectividad digital.
La medicina de precisión ofrece un puente hacia un futuro en el que los profesionales de la salud tienen la capacidad de predecir con mayor exactitud la susceptibilidad de los pacientes a determinadas enfermedades. Este enfoque acelera la transición de una medicina orientada al tratamiento de afecciones a un modelo fundamentado en la prevención, en el que el individuo se vuelve un aliado activo en el cuidado de su salud. Las intervenciones tempranas cobran un valor prioritario, puesto que evitan complicaciones costosas y mejoran la calidad de vida. Sin embargo, para que ello ocurra, también es esencial invertir en la alfabetización sanitaria de la población, ya que la comprensión de las recomendaciones clínicas y la capacidad de seguir planes personalizados de autocuidado pueden marcar la diferencia en los resultados a largo plazo.
De cara a 2035, se proyecta que el éxito de un tratamiento ya no se medirá de manera exclusiva por la supervivencia, sino también por la calidad de vida que permita alcanzar. El auge del concepto de healthspan –el periodo en el que una persona permanece libre de discapacidades y enfermedades incapacitantes– desplaza la atención hacia la percepción que el paciente tiene de su estado de salud. Esta tendencia hace que los ensayos clínicos se vean presionados para incluir métricas de bienestar y funcionalidad, reflejando una evolución en la mentalidad de los investigadores y los reguladores. Tradicionalmente, los estudios se han enfocado en medir la supervivencia global o la ausencia de la enfermedad tras un tratamiento, pero cada vez se reconoce más la importancia de considerar la experiencia subjetiva de la persona y su capacidad para mantener un ritmo de vida satisfactorio.
Para que la medicina de precisión sea realmente transformadora, debe alcanzar también a quienes viven en zonas rurales y carecen de recursos económicos, de tal modo que no se perpetúen desigualdades. Iniciativas de telemedicina y la implantación de infraestructura digital mínima pueden abrir oportunidades para realizar diagnósticos y seguimientos a distancia.
La competitividad de México en el plano internacional depende en gran medida de su capacidad para adoptar tendencias como la medicina de precisión y canalizar inversiones hacia sectores estratégicos. La población mexicana se beneficiaría de diagnósticos más tempranos, terapias más eficaces y, en última instancia, una mayor calidad de vida.