Javier “El Pato” Ávila A., S.J. (II)

  • De neblinas y Don Goyo
  • Víctor Bacre Parra

Ciudad de México /

A Joel Pumarino Segura

José Noriel Portillo Gil, “El Chueco, se dice, fue a reclamarle a Pedro Palma, guía turístico, sobre una decisión que el civil había tenido en un partido de béisbol—que era una de las pasiones de Noriel Portillo— en un juego de su simpatía o propiedad contra una oncena contraria. Del reclamo pasó a los golpes por lo que el guía buscó refugio en la parroquia jesuita de Carocahui, salvajemente atacado. Los jesuitas Javier Campos, “El Gallo”, de 79 años; y Joaquín Mora, “El Morita”, de 80 años, que servían y trabajaban en la parroquia acudieron en auxilio del guía al que, inclusive aplicaron la extremaunción, por lo que “El Chueco”, molesto y furibundo, asesinó a los tres personajes.

Afuera de la parroquia, dos vehículos que tripulaban sicarios con vasto armamento respaldaban las acciones de Portillo Gil, al ser una célula criminal que lo protegía y al que servían y apoyaban en su accionar terrorífico y cruel en toda la Sierra de la Tarahumara atacando y diezmando a las comunidades rarámuris, según narra el propio sacerdote jesuita, Javier “El Pato” Ávila, en varios foros y a diversos medios de información.

Se señala que subieron los cuerpos acribillados de los jesuitas a los transportes después de haber permanecido por más de 40 minutos en el interior de la parroquia. El ya cadáver de Palma, por ser más pesado, fue arrastrado por el pasillo de la iglesia, antes de ser subido, también a una de las camionetas. Ricardo Raphael, académico y periodista, declaró al The Washington Post: “Los principales ingresos de su red criminal provenían, además del trasiego de droga, de extorsión a las empresas mineras y de gestionar impuestos a la explotación de madera legal. ‘El Chueco’ determinaba que marca de cerveza o de cigarros podían venderse y el precio de los productos (...) ‘El Chueco’ es cercano a los Salazar. Una organización criminal que opera en los estados de Sonora y Chihuahua que a su vez, cuenta con la protección del cartel de Sinaloa que comanda la descendencia del ‘Chapo’ Guzmán”.

Y, finalmente, como dijo Javier “El Pato” Ávila A. S.J., durante las exequias de los sacerdotes jesuitas: “Los abrazos ya no alcanzan para detener a los balazos”.

Víctor Bacre

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