Dice el excelente poeta y escritor veracruzano, Francisco Hernández, en su brillante y “Breve Antología Poética de la Rosa en Lengua Castellana”, en un fragmento de lo que él llama su prólogo: “La rosa mística y la rosa dorada se convirtieron en emblemas de reyes y comarcas, sirviendo de punto de partida para guerras, grandes pasiones y la ambición de poseer la copa de la vida./ Rosa de piedra o de cristal, blanca o color de sangre, mandala o centro místico; rosa de la India o de Japón, insignia de Inglaterra u obsesión de Francia; eglantina, minoica o damascena, , trepadora, rastrera o funeraria, junto a nosotros sigue allí la rosa, lenguaje en sí misma y parte no despreciable de ese laberinto que suele ser la historia. Por eso Angelus Silesius veía en ella la imagen del alma, Carlomagno las plantaba al filo del amanecer y los alquimistas la veneraban en todo su misterio”.
“(…) Debo confesar que esta breve antología carece de afanes totalizadores o eruditos: es más resultado del azar que de la investigación./ Me fui encontrando a lo largo de los años y ahora los reúno en busca de lectores, curiosos, mordaces, podadores. Aquellos que recordarán a Rilke, para quien la rosa era la más pura de las contradicciones. Aquellos que recordarán a Tiziano y a Renoir como compulsivos devoradores de rosas./ Para terminar, acepto que en tiempos tan difíciles como los que vivimos, una antología como ésta puede parecer ociosa. Sin embargo, creo que en las páginas siguientes hay más de un motivo para alejarnos de la Edad Oscura y para seguir buscando la rosa azul de lo imposible”. (F.H. Octubre de 1995).
En la experiencia familiar madrileña, acostumbraba a ir con mi hijo, muy seguido, al rosedal que la inolvidable y aún añorada gestión como alcalde del profesor Enrique Tierno Galván (falleció siendo el edil de Madrid siete años, a la edad de 68) había acordado sembrar cerca de la Plaza España, con decenas de variedades -tanto en colores, olores, rastreras, trepadora- y que con atinada tecnología, uso y manejo hacían que todo el año hubiera rosas. Por la también influencia de mi madre, siempre he tenido a la rosa como mi flor predilecta. Seguiremos, pues, hablando de ella para compartir con ustedes esta preferencia…
Víctor Bacre Parra
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