La iglesia y el buen uso de la limosna

Ciudad de México /

Lo sucedido ayer en la Iglesia de la Santa Cruz no es un tema mejor, ni común, ni mucho menos una casualidad como accidental.

El colapso del techo que hace unos años solo había tenido una impermeabilización, prende nuevamente la alerta sobre en qué condiciones se encuentran este y muchos espacios dedicados a la religión, no solamente la católica.

Con centenas de sectas arraigadas en Tamaulipas, una parte en la zona sur, varias instalaciones por su antigüedad tienen un serio peligro. Ya sucedió en el templo de "Nuestra Señora del Sagrado Corazón", también en Ciudad Madero, pero en la colonia Obrera. Vecinos de La Barra han advertido que el lugar donde acuden a encontrarse con Dios, llamado “Cristo del Mar”, puede vivir una situación similar.

Lo destacable es, sin duda, la solidaridad de miles de personas que acudieron como voluntarios para llevar equipo, maquinaria, insumos o incluso ofrecerse para levantar los escombros y poder rescatar a los 80 asistentes a un bautizo colectivo. No por ello, se deja de paso los porqués de la tragedia.

El contexto tiene fundamentos desde algo básico. La aportación que da cada feligrés, cantidad variada en muchos casos, es una ofrenda otorgada en apoyo sobre todo para gozar de un espacio digno donde se celebre un bautizo, una boda, XV años, la despedida de un ser fallecido o simplemente escuchar la Palabra del Señor.

Algunos templos han logrado estar en condiciones adecuadas, hoy hasta climatizadas. Otras apenas se encuentran en fase de edificación, particularmente las nuevas en colonias muy pobladas.

Lo sucedido este domingo ya va más allá, es decir, se necesita la apertura a Protección Civil o especialistas en infraestructuras, a fin de detectar esos daños y remediarlos.

Es buen momento de análisis para dar uso a esas cantidades incalculables de dinero recibidas de miles de devotos que cada fin de semana le dedican una hora a dar gracias, pedir un consejo o una ayuda divina por un problema o de salud.

Vaya, que las limosnas tengan un fin comunitario y los creyentes de todas las edades estén seguros.

Si eso (como otras cosas) se logra hacer, habrá quienes por voluntad propia vuelvan a la iglesia. Yo sería uno de ellos.


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