¿Aprendimos algo de la pandemia?

Tamaulipas /

En los últimos días han vuelto a mi mente y seguramente de varios más, los aterradores momentos vividos durante la pandemia del COVID-19, en donde la mayoría perdimos a un familiar, amigos o alguien cercano a causa del virus.

¿El motivo? La confirmación oficial de un caso de influenza A H3N2, una variante que ya genera alertas sanitarias.

Las circunstancias en diversos aspectos han cambiado desde hace casi seis años —el primer caso de COVID-19 se detectó el 27 de febrero de 2020 en la Ciudad de México—, no deja de ser inquietante si en la actualidad las autoridades de los tres órdenes de gobierno se encuentran preparadas ante una posible contingencia de este tipo.

La duda es legítima porque el fracaso no solo fue sanitario, sino político y de comunicación.

Recordamos que el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador desestimó consistentemente la gravedad del virus. Mientras los expertos pedían prudencia, él nos mostraba estampitas como su “escudo protector”, minimizando la crisis como una simple “gripita”.

Su negación a usar el cubrebocas y la continuación de giras con aglomeraciones enviaron un mensaje devastador: la salud pública no era la prioridad.

A esto se sumó la gestión de Hugo López-Gatell, quien prometía que íbamos a “domar la curva”, incluso cuando el número de fallecimientos rebasaba todas las proyecciones.

El bajo nivel de pruebas, el subregistro masivo de muertes (confirmado después por el exceso de mortalidad) y las contradicciones constantes en el semáforo epidemiológico generaron opacidad e incertidumbre. La estrategia se centró en la atención hospitalaria tardía, no en la prevención ni la detección temprana.

Hoy, ante la llegada de una cepa agresiva como la H3N2, la pregunta no es si el virus es más o menos peligroso que el COVID, sino si el sistema de vigilancia epidemiológica y la infraestructura hospitalaria que colapsó ya fueron realmente fortalecidos.

Esa es la verdadera inquietud que genera la "súper gripe": si los gobiernos actuales repetirán los errores de comunicación, la minimización de riesgos y la falta de transparencia.

La sociedad no necesita palabras tranquilizadoras, sino un plan de contingencia claro y la garantía de que el país no volverá a ser tomado por sorpresa.

La memoria de la pandemia es la única vacuna contra la improvisación.


  • Víctor Hugo Martínez

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