Cuando la estética se vuelve tragedia

Tamaulipas /

El ser humano, hombres y mujeres por igual, han buscado a lo largo de la historia alcanzar la belleza y perfección al costo que sea. En los últimos años, y con base en la oferta de un mercado cada vez más voraz, algunas personas sacrifican sus ahorros o comprometen su situación económica en aras de alcanzar su objetivo: verse más bellas, incluso pagando con su vida.

Esta semana que termina, Monterrey fue escenario de una tragedia que se repite más de lo que quisiéramos en el país: una joven de 25 años, procedente de Saltillo, falleció durante una cirugía estética en una clínica del Obispado. El procedimiento, supuestamente de busto, se complicó y derivó en su muerte.

El caso no es aislado. En Ciudad Madero, un médico cirujano figura entre los más buscados por las autoridades, acusado de malas prácticas y fraudes, pero que durante años operó con la complacencia de autoridades y la ingenuidad de sus pacientes.

El problema va más allá de los quirófanos improvisados o de los doctores con historial turbio: está en la negligencia de quienes deben vigilar y no lo hacen. En Tamaulipas, la Comisión Estatal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COEPRIS) suele reaccionar después de las tragedias, cuando ya hay víctimas que lamentar. Inspecciones laxas, sanciones mínimas o simples comunicados se convierten en la “respuesta oficial” a muertes que pudieron evitarse.

La obsesión por un “cuerpo perfecto” se cruza con la ausencia de regulación efectiva y un mercado que ofrece desde paquetes quirúrgicos de bajo costo hasta tratamientos milagro anunciados en redes sociales. Y mientras la publicidad seduce y la demanda crece, las autoridades cierran los ojos o se conforman con operativos mediáticos, que incluyen el aseguramiento de arpillas de ostiones o quesos preparados artesanalmente.

No se trata de juzgar a quienes buscan transformar su apariencia. Se trata de exigir que el Estado cumpla con su papel: supervisar, sancionar y prevenir. Porque detrás de cada clínica que opera sin condiciones mínimas, hay una licencia otorgada o una visita que nunca se hizo. Y detrás de cada muerte, además de un doctor irresponsable o un supuesto médico, hay autoridades omisas.

Lo barato no siempre es bueno. Y en la cirugía estética clandestina o mal regulada que se realizan en varias ciudades, lo barato puede costar la vida.


  • Víctor Hugo Martínez

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