“Ya se la saben”

Tamaulipas /

El sonido del motor anuncia su llegada. Uno a uno, los pasajeros suben al microbús, esa cápsula sobre ruedas que atraviesa las calles de la zona sur de Tamaulipas. Algunos se saludan con una sonrisa de resignación: la misma ruta, el mismo calor, la misma espera. Pero en los últimos días, hay algo más que flota en el ambiente: el miedo.

No es difícil notarlo. Las miradas escurridizas que se cruzan en silencio, los bolsos que se aprietan contra el pecho, y esa incomodidad palpable cuando se suben nuevos pasajeros. Todos lo saben, pero nadie lo dice: los asaltos se han vuelto parte del recorrido. El destino no es solo llegar a casa o al trabajo, sino también escapar de ser una víctima más.

Y ahí están ellos, los asaltantes, subiendo como cualquier otro. “Ya se la saben”, dice uno, sin necesidad de alzar la voz. No hace falta explicar más, porque en esas cuatro palabras está todo dicho. El código de la violencia urbana: las pertenencias sobre la mesa, los teléfonos en sus manos, las carteras al aire. Todo bajo la premisa de que es mejor entregar sin resistirse.

Los testimonios inundan las redes sociales, acompañados de videos borrosos y relatos de impotencia. “Me subí a la ruta Aviación y ahí estaban. Eran dos, uno con gorra y el otro de sudadera. Nos encañonaron y con una sonrisa dijeron lo que todos temíamos: ‘ya se la saben’”. Así comienza una denuncia más, entre las decenas que circulan en WhatsApp y Facebook.

El miedo no es nuevo, pero la frecuencia de los asaltos es una novedad que los habitantes de Tampico, Madero y Altamira no pueden ignorar. Las rutas de microbús, antes símbolos de movilidad y conexión, ahora se ven como campos de batalla donde los pasajeros son peones en una partida desigual. Los choferes, muchas veces testigos impotentes, aceleran, pero sin un rumbo claro más allá de cumplir con el recorrido.

¿Qué hacer antes de que “ya se la saben” se convierte en un mantra cotidiano? La respuesta parece eludir a todos. Las autoridades de entrada niegan o minimizan el problema.

Ahora lanzan operativos esporádicos, pero los delincuentes conocen bien los horarios, los rincones oscuros, los momentos en que la ley se queda rezagada. La desconfianza hacia la seguridad pública crece al mismo ritmo que los asaltos.

En las calles, los pasajeros siguen subiendo al microbús, sabiendo que el próximo viaje podría ser más que un simple trayecto. Tal vez hoy no les toque, pero siempre queda ese resquicio de duda. Porque aunque nadie lo diga, todos lo piensan: ¿será hoy cuando el conductor haga una pausa en su ruta, y de nuevo escuchemos esa frase que helará la sangre? “Ya se la saben”.


  • Víctor Hugo Martínez
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