Durante años PEMEX fue la principal fuente de ingresos públicos del país, sus ganancias sirvieron para financiar programas sociales y obra pública, de igual forma, la industria del petróleo detonó desarrollo en diversas regiones del país, en Tamaulipas, Veracruz, Tabasco o Campeche.
Por tal motivo, es comprensible que muchos mexicanos no pueden concebir un escenario en donde PEMEX no sea un motor de desarrollo o una fuente de riqueza, de igual manera, para ellos resulta obvio que, si se invierte dinero en su rescate, en el futuro la compañía volverá a ser rentable y beneficiará a los mexicanos.
Sin embargo, toda la evidencia apunta a la cautela.
La pandemia del COVID-19 ha provocado que los precios del petróleo se desplomen a su nivel más bajo en la historia y una pérdida histórica en los ingresos de la paraestatal, y si bien, es previsible que se recuperen en parte después de la contingencia, lo cierto es que difícilmente volverán a situarse en valores equivalentes a 2014, muchos menos a los de 2007.
Ello no quiere decir que PEMEX no puede ser rentable, muchas empresas del sector seguirán siendo rentables por años, incluso con precios no tan altos, pero lo que nos ha demostrado la crisis actual es que no podemos volver a dar por sentado que PEMEX será el motor de la economía, sobre todo con los problemas internos que la empresa arrastra desde hace años.
La apuesta, por tanto, es no sacrificar el presupuesto para inyectar más dinero en PEMEX o buscar proyectos como la refinería de Dos Bocas, que no queda claro siquiera si algún día se podría recuperar la inversión.
No se necesita un mazo, sino un bisturí, en lugar de una gran inversión, se requiere de la focalización de recursos para hacer más eficientes los pozos que funcionan con menos gasto, de tal manera que nos aseguremos que la producción sea rentable, aún cuando el precio internacional sea bajo, de igual forma, en lugar de pensar en una nueva refinería, es mejor modernizar algunas de las actuales que operan al 30% de su capacidad.
@victorsanval