El pueblo puede equivocarse

  • Interés Público
  • Víctor Reynoso

Ciudad de México /

Quienes creen que el fundamento de la democracia está en que las mayorías deciden más sabiamente, estarán en problemas para explicar el triunfo de Donald Trump.

Más sensato es preguntarse qué tan informados están los ciudadanos sobre los asuntos públicos. JasonBrennan buscó información al respecto, y encontró que investigaciones empíricas, que existen desde hace más de sesenta años, muestran lo mismo: la mayor parte de los ciudadanos saben muy poco de política.

¿Cuántos mexicanos saben quiénes son los diputados de su distrito, o su senador? ¿Cuántos saben cuántos diputados hay en México, o en su estado?

En ese mismo ánimo, Winston Churchill afirmó que “el mejor argumento contra la democracia son cinco minutos de conversación con el ciudadano común”. Esta afirmación no le impidió ser un demócrata convencido (otra frase suya: “la democracia es el peor sistema de gobierno, con excepción de todos los demás”).

Quiénes no eran demócratas convencidos eran los clásicos griegos. Ni Platón ni Aristóteles la consideraban un buen sistema de gobierno.

Lo que cambió entre la época de Platón y Aristóteles y la de Churchill fue la creación de la democracia constitucional: un sistema de gobierno basado no sólo en la decisión de la mayoría, sino en la protección de las minorías.

Algo que los griegos no conocieron, y que empezó a tener vigencia en el siglo XIX. El pueblo puede equivocarse al elegir a sus representantes, pero hay mecanismos para que el error sea enmendado. Son el entramado institucional de la división de poderes y de la rendición de cuentas.

Hay quiénes se molestan cuando se les señala que la mayoría de las personas saben poco de política. Pero muchos de ellos estarán de acuerdo en que el triunfo de Trump no es producto de sabiduría y conocimientos profundos. Más bien es resultado de prejuicios y de emociones superficiales.

El pueblo, la mayoría electoral más precisamente, puede equivocarse. Las democracias consolidadas tienen mecanismos para evitar que los malos gobernantes hagan demasiado daño. El riesgo está cuando los malos gobernantes se proponen acabar con esos mecanismos.


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