Leer tantas veces la palabra revolución en los muros del primero de julio me hizo desempolvar este compacto doble que incluía un concierto en Glanstobury y que, a diferencia de la versión gringa, que cerraba con el bonus track Like a friend, la edición inglesa ponía The day after the revolution (Long Outro) como homérico cierre de casi 15 minutos de un disco que facturaba la angustia, la insatisfacción y la perplejidad de los años que corrían al precipicio del fin de milenio, el This is hardcore de Pulp.
“Supongo que esta noche no podré dormir. Ha habido una revolución. Disculpa, ¿no te habías enterado? Somos los hijos de un nuevo milenio. Si permaneces en silencio puedes observarlo, si quieres. Dicen que el futuro empieza esta noche. Imperios enteros caerán. Civilizaciones se hundirán. Túmbate en la cama y escucha cómo suena todo eso. Sin ira, sin culpa y sin pesar: ya sé que suena improbable, pero mañana te despertarás y comprobarás que toda tu vida ha cambiado. Aunque nada parezca diferente, ha tenido lugar una revolución”, canta Jarvis Cocker con ese dramatismo de suburbio tan característico.
Me pareció la canción perfecta durante el amanecer del 2 de julio, horas antes que la decepción mundialista volviera a recordarnos que nunca gozaremos del decoro de un quinto partido, pero a pesar del incómodo 2-0 contra Brasil, muchos mexicanos mantenían la explosiva felicidad intacta, comparable con las notas altas de Jarvis, cuando acentúa los versos que ascienden a la hipocondría sentimental. La esperanza podía respirarse aun cuando, como bien dice Jarvis, no era un lunes especialmente distinto, los microbuses seguían excretando pedos de monóxido de carbono o dióxido de azufre, y uno que otro taxista queriendo bajarte 50 pesos más que el taxímetro sólo porque faltaban 10 minutos para las siete de la mañana me recordó que este país necesita más que la victoria de un candidato honesto.
Voté por López Obrador, convencido de que a México le urge una visión más equitativa y digna sobre los más desfavorecidos, que aquí suman millones, por sobre la clasemediera y egoísta obsesión por el matrimonio igualitario o la adopción homoparental, con todo y su sistema de linajes y tiranía sexual moralizada bajo la resbalosa fidelidad, al parecer lo único que realmente importa al actual activismo LGBTTTI –¿cómo es que defienden el matrimonio igualitario con lo pesado que resulta mantener una familia hoy día?–; pero algo me impedía contagiarme de la felicidad que precedía a la alternancia radical que había logrado desbancar al PRI y su voracidad y corrupción y terrorismo normalizado. Algo similar a cuando Fox llegó a la presidencia en el 2000, pero su arrogancia elitista y orgullosamente ranchera no permeaba mas allá de un circuito conservador y aspiracional. Me preocupa que tanta devoción pueda suplir ciegamente la sana desconfianza.
Pero admito que la amargura provenía de un infierno mío.
El imbécil de mí se le ocurrió celebrar el ascenso de la izquierda de Morena con uno de esos amantes que sólo acarrean problemas y cenizas. Los homosexuales somos proclives a la imprudencia sentimental. No deja de sorprenderme que Obrador, a pesar de su inexplicable alianza con el PES (que según las tendencias preliminares, terminará perdiendo el registro dejando a poco más de 50 diputados y 7 senadores en la deriva evangélica, cosa que uno termina agradeciendo, pero, ¿qué necesidad?), mencionara a la diversidad sexual en su discurso de victoria, pero dudo mucho que de verdad entienda la dramática aflicción que implica ser puto y cómo ésta emerge de forma inconsciente al momento de exigir respeto y derechos frente a legisladores con su heterosexualidad muy bien contenida. Supongo es parte de la diferencia que antes era mantra en la lucha gay. Hoy la igualdad nos ha puesto en una posición esquizofrénica y terminamos en el choque de dos marchas del orgullo.
De verdad espero que las cosas mejoren, cuanto antes o en la medida de lo posible. La dignidad es la prioridad en este país. Y como canta Jarvis Cocker en The day after the revolution”: “Ahora, hemos decidido no morir después de todo…”.
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