La cruda de Juanas Adicción

Monterrey /

Cuando se anunció la abrupta pero nada sorprendente cancelación del tour, lo que en verdad dolió fueron los Love and Rockets, pues en vivo son como un rave sadomasoquista. Luego está el factor Porno for Pyros, que sobresalen de las olas de surf gótico de Jane’s Addiction. Pude verlos en febrero pasado. Lo siento, pero es un hecho científicamente comprobable que son mejores. El segundo proyecto de Perry Farrell se toma la creación musical como una sesión de porno amateur y callejero con todo el exhibicionista placer que para ello se necesita, y no como un montaje de arte contemporáneo que permeó la discografía de Juanas Adicción. Cierto, el video de “A little sadness” de Porno for Pyros básicamente era el registro del icónico y extremo perfomance “Four scenes in harsh life” del artista Ron Athey, que por cierto se presentó con toda su sangre sin censura en uno de los festivales de performance que Lorena Wolffer realizó en el ese entonces X-Teresa Arte Alternativo, allá por los noventa. Pero ese video fue un puente que ya priorizaba la obsesión sexual en todas las notas de los Porno.

No estoy sugiriendo que Jane’s Addicton sean malos. “Stop” tiene quizás el mejor intro en la historia del rock con Cindy Lair advirtiendo en sensual y quebrado español que los padres estaban a punto de perder el control de sus hijos cuando empezara el saque de banda de Dave Navarro. “Jane says” es una corrosiva y conmovedora síntesis de los excesos sin rumbo de una incipiente generación X. Y “Ted, just admit it…” despoja al sexo de cualquier eufemismo erótico hasta exponerlo en su primitivo arrastre y por eso creo que es el mejor track. Pero debo admitir que mi obsesión con Jane’s Addiction se incrementó cuando supe que se había presentado en La Última Carcajada de la Cumbancha, el antro chilango a principios de los noventa. Daba la impresión de ser una banda que estaba cerca de mí, aunque al final Torreón estuviera lejos del DF y prácticamente cualquier civilización.

Perry Farrell trató de revivir a Jane’s con dos discos mediocres, “Strays”, del 2003, y “The great escape artist”, del 2011. Después no supo cómo administrar el ingenioso ruido de su cabeza que lo llevó a trazar canciones en la que flotan sonidos en segundo plano como si fueran pervertidos mensajes subliminales, y esa capacidad de masturbar sonidos hasta provocarles orgasmos fluidos quedó demostrado en su tetralogía como solista, pero sigue siendo un secreto desapercibido. Creo algo de esa frustración hervía en los dedos de Farrell la noche en el que se le fue a golpes a Dave Navarro, cuya personalidad es una combinación de talento y el penetrante carisma propio de un actor porno del Valle de San Fernando. Algo así no habría pasado con los Porno for Pyros dado que la química es orgiástica. Y que no hay modo posible de encabronarse con Peter Di Stefano, que además de estar delicioso es encantador.

Los boletos costaron una fortuna y es el día que no cae el reembolso. Pero viendo el lado optimista, el pleito de Farrell y Navarro a mitad del concierto en Boston me devuelven la esperanza en un rock cooptado por las moralejas enmascaradas de artificiales convicciones. Prefiero el olor a naftalina de un Perry Farrell hasta la madre de alcohol y fama insípida que el mamón de Anton Newcombe abusando de la autoexplotación de sus problemas mentales con sus ensayados desplantes en vivo al frente de Brian Jonestown Massacre como si un humillante circo de freaks se tratase.

Los reproches de Farrell por llevar meses poniéndose hasta la madre antes de salir a escena es un síntoma de una audiencia que parece buscar santos a los cuales rezarles, porque son incapaces de hacerse cargo de su propia ambigüedad moral.


  • Wenceslao Bruciaga
  • Periodista. Autor de los libros 'Funerales de hombres raros', 'Un amigo para la orgía del fin del mundo' y recientemente 'Pornografía para piromaníacos'. Desde 2006 publica la columna 'El Nuevo Orden' en Milenio.
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