Recuerdo bien que en el gimnasio de box al que solía asistir había colgados en el muro de honor un par de guantes rojos que, pese a su longevidad evidente y hedor inigualable, era el par más codiciado.
Con tan solo 11 años de edad aún no podía hacerme con mis primeros guantes.
En una ocasión, después de vendarme las manos para golpear el costal, mi entrenador, Javier González Mateos (ex campeón estatal de peso ligero del estado de Oaxaca), le pidió a un individuo cuyos ojos rasgados le habían valido el apodo del Japo, que se despojara de los suyos y me los prestara.
Mientras mi entrenador me ponía los instrumentos de los púgiles no dejaba de tararear las notas de la inigualable salsa de Lalo Rodríguez (no puede faltar en ningún gimnasio de box): “Devórame otra vez, devórame otra vez”.
Yo intentaba descifrar las letras grabadas al frente de las prendas de 14 onzas, con cada golpe se hacían más ilegibles.
-¿Qué es Cleto Reyes? -pregunté, aunque sin estar muy segura de haber pronunciado bien el nombre.
Como si hubiese roto el hechizo de la salsa con mi pregunta, el maestro González metió pausa en la melodía y se limitó a contestar:
-Los mejores guantes de box del mundo.
Fin.
Wendy Arellano
Twitter: @WenArellano