En un viaje a México, Salvador Dalí comentó que no soportaba la idea de estar en un país más surrealista que sus pinturas.
El surrealismo es una corriente artística donde la mirada onírica aspira a concretar lo impensable. Extrae del subconsciente la exaltación del absurdo, de la ironía.
Mientras en otros puntos del globo se trata de un movimiento ya superado, en México sigue siendo el pan de cada día.
Aquello que se antoja inconcebible, en nuestro país es realmente posible.
Nada representa el surrealismo cotidiano como la Lucha Libre.
La disciplina de los costalazos se encuentra, y no es ninguna casualidad, intrínsecamente conectada tanto a la cultura como a la idiosincrasia de los mexicanos.
El fin del personaje
Entre las sombras del luto, aparece un hombre enmascarado.
Es claro que tras la fiereza estampada en aquella tapa, hay un dolor inenarrable.
Psycho Clown da el último adiós a su padre: José Luis Alvarado Nieves, el Brazo de Plata.
También conocido como Súper Porky, Alvarado Nieves fue finalmente vencido por la inexorable parca.
Hacer de los excesos una constante de su vida pasó la factura final a una de las figuras más populares del pancracio mexicano.
–Dios lo tenga en su gloria –dice el Negro Casas. Su voz sobresale entre el silencio de un nutrido grupo de máscaras.
–¡Santo! ¡Santo es el señor! –dice alguien más. En automático brota la imagen de la leyenda de plata.
Fray Tormenta, sacerdote y luchador en el retiro, es el encargado de oficiar la misa.
La familia luchística despide a Súper Porky.
En la arena celestial han vuelto a reunirse los hermanos Alvarado.
Acá, en los terrestres encordados, aunque ya separados de la leyenda de los padres, los descendientes siguen batallando.
El legado no da su brazo a torcer.
La Virgen y el más plateado de sus hijos
Camino por las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México en busca de la famosa torteria de Súper Astro.
Esa será mi última parada antes de poner rumbo hacia la Arena México.
Me preparo para una clásica noche de viernes contemplando a las estrellas del Consejo Mundial de Lucha Libre.
Ya en el local de la leyenda del pancracio, examino las delicadezas del menú.
Quisiera probar una Blue Demon especial con queso.
Sin embargo, la Dr. Wagner de milanesa de res me hace ojitos laguneros.
Mientras espero mi suculenta torta un comentario hecho en una mesa vecina llama mi atención.
“La Virgen de Guadalupe es como la lucha libre. Creemos en ella aun sabiendo que es una historia ficticia”.
Quien hace el comentario acompaña las palabras con el gesto de persignarse ante la imagen sagrada que reposa en un altar.
La Virgen no está sola en esa parte del establecimiento.
Junto a ella también observa a los comensales, y cuida de la buena marcha del negocio, una imagen del enmascarado de plata.
Hincar el diente bajo esos íconos religiosos es una delicia.
Triplemanía
La vieja normalidad comienza a recuperarse tras su derrota estrepitosa frente a la pandemia.
Indicador de ello es la vuelta de los sábados de Lucha Libre en la Arena Ciudad de México.
Las bocas están cubiertas, no por la prenda que marcó al 2020.
Aquí el cubrebocas oficial es una máscara del luchador favorito.
La tapa también cumple con los roles de símbolo de esperanza y de una forma muy nacional de disfrazar la realidad.
–Ahí le va, güerita –advierte un “viene viene” cargado con mercaderías que busca reclamar algo de espacio.
Sobre la avenida Las Granjas comienzan a brotar puestos coloridos.
Los fanáticos llegan como un tsunami.
En un puesto distingo una playera que anuncia la que seguramente sería la mejor lucha de todos los tiempos: Santo vs Rocky Balboa en el Madison Square Garden.
–Le cuesta doscientos –dice el vendedor al notar mi interés.
Ya dentro del templo luchístico, las emociones se suceden de un modo tan agresivo como delirante.
Aquel ambiente, entre inseguro, emotivo y surrealista, es como una dosis concentrada de la capital mexicana.
Para muestra, luchadores cuyas vestimentas están influidas por personajes de Marvel.
Andrade vs Kenny Omega, por el Megacampeonato de la AAA, y Psycho Clown frente a Rey Escorpión, máscara contra cabellera, son los platos fuertes de la velada.
Aliciente del emotivo encuentro son el reciente fallecimiento de Súper Porky.
Como sorprendente cereza del pastel, Ric Flair, miembro del salón de la fama de la WWE y considerado uno de los mejores luchadores de la historia de los costalazos profesionales, hace acto de presencia para acompañar a su yerno: Andrade el Ídolo.
A mi lado, un extranjero que vino a la ciudad solo para atestiguar el máximo evento del calendario Triple A, no da crédito a lo que sus ojos registran.
“Si alguien me hubiera dicho que algún día veríamos a Ric Flair pisar el mismo escenario que Kenny Omega ¡en México!, no lo hubiera creído, solo pensarlo suena imposible, ridículo! ¡Esta es la lucha más surrealista que he visto!”, dice poseído de emoción.
Nunca escuché tantas mentadas de madre en mi vida y, menos aún, interpretadas en coro.
Recuerdo que Octavio Paz dedicó, en “El Laberinto de la Soledad”, un nutrido análisis a la “chingada" debido a su profundo significado.
Sin embargo, puedo apostar a que hasta él se sorprendería al registrar dentro de un mismo espacio tantos matices de esa palabra.
La reina de Naucalpan
Descendemos del taxi en las cercanías de la arena.
–Les recomiendo que se vayan temprano y que no saquen sus carteras para nada –nos advierte el operador.
Estamos en Naucalpan, considerada una de las zonas más inseguras para la mujer en el Estado de México.
En el centro de este municipio hay una arena de lucha libre.
Es un refugio de la violencia legal y popular rodeado de un entorno de violencia e inseguridad.
Ya iniciadas las hostilidades, la fanaticada se entrega a la heroína local: Jessy Ventura.
Cada semana, Ventura, luchador exótico perteneciente al grupo de Las Shotas, sube a un ring enclavado en una de las entidades con más casos de violencia de género.
La función fue bautizada como La Guerra del Golfo.
En el combate estelar, una decena de luchadores se enfrenta dentro de una jaula.
Los vencedores se clasifican para la lucha final.
Desde los primeros intercambios, los protagonistas muestran que están decididos a ofrecer un espectáculo de sangre y brutalidad con espacio para el ridículo, lo irreal y mucha diversión.
El espectáculo hace honor al país que lo engendra.
Un dúo llamado Pandemia arrasa con sus oponentes tal y como la covid-19 venció a la cotidianidad en el mundo.
La lucha es una proyección de nuestra existencia, una que no está del todo exagerada.
En la pelea estelar, el público se entrega al gladiador exótico.
Nadie lo llama “puto”", nadie profiere contra él un insulto genuino, nadie reclama que la victoria sea para el bando hetero.
Aquí, Jessy Ventura no representa a una minoría, es el protagonista de una historia tan antigua como la humanidad: la lucha por prevalecer.
Esta noche, al amparo de la lucha libre, la mentalidad del pueblo mexicano, en una de las zonas más peligrosas del país para las mujeres, se inclina por celebrar el triunfo de quien lucha para destacarse.
Es un ejemplo que, de replicarse fuera de la arena, en todo el país, nos brindaría más armonía, más risas y menos lágrimas.
Fin.
Twitter: @WenArellano