Dos temas relacionados entre sí y alusivos a la muestra recién inaugurada (octubre 23) “Crepúsculos que duran un instante. 200 años de artes visuales y poesía en Nuevo León”, en la Pinacoteca de Nuevo León, me traen a presentarlos en este espacio.
Primero quisiera hablar, aunque sea de manera breve, de la exhibición en sí. Aunque ha habido diversas muestras en las que se han presentado simultáneamente ejemplos de pintura y fotografía, esta, hasta donde logro saber, es la primera que tiene dos características que la distinguen de las demás en las que haya participado también la fotografía. Por un lado, estas –las fotografías– se emplean más como documentos históricos que como ilustraciones de algún hecho o acontecimiento. Y su selección, de acuerdo con Roberto Ortiz, curador de fotografía en la muestra, se llevó a cabo escogiéndolas más por su autor que a un tema en particular. Y, por otro, la presentación vis a vis de fotografía y pintura busca, por supuesto, hacer ver una posible historia de cada medio y su evolución, pero más que nada llevar a verlas como parte de las actividades que se desempeñaban en la ciudad, esto es, mostrar como la práctica de la fotografía y de la pintura, independientemente de su estatuto o consideración particular, eran parte de la vida social de los nuevoleoneses.
Al pensar cómo podría ser esta exposición, qué era lo que la motivaba (los 200 años de historia del estado como miembro libre e independiente, de una naciente República) y cómo podríamos distinguirla de otras (además de lo ya dicho), reflexionamos en el hecho de en que ninguna práctica artística se manifiesta autónomamente, sino que por lo general va unida a, por lo menos, una más: pensemos, por ejemplo en la música, que será seguida o pareada con la danza o el baile. Razones de espacio y de tiempo, nos llevaron a seleccionar a la poesía como otra de las manifestaciones que creció en nuestro estado a lo largo de estos 200 años, no solo hay suficiente material para exhibirlo, sino que, como apunta Carmen Avendaño, curadora de la poesía en nuestro caso, hay textos representativos del momento que son de gran calidad.
Sin embargo, la presencia de estos tres elementos, no es suficiente aún para hacerla memorable; lo que le da sentido a la reunión de estas tres manifestaciones y de que sean de este y no cualquier otro lugar es la historia misma que a lo largo del tiempo, en este caso 200 años, ha visto como en este espacio y en estos tiempos, quienes aquí se asentaron, lo mismo cosecharon, que votaron por sus gobernantes, acudieron a misa y enterraron sus muertos, pero también aprendieron a hacer varillas de acero, jarras de vidrio, cueros de animales, explotaron minerales, intercambiaron otros bienes, adquirieron lo que aquí no obtenían y lo fueron moldeando con su música, cociendo con sus narraciones, pintaron su entorno y sus costumbres y se fotografiaron para el porvenir. La exposición es, pues, mucho más que la reunión de poesías, esculturas y fotografías; es, para decirlo rápidamente, una exposición histórica, una delgada rebanada de nuestra historia cultual los últimos 200 años.
Respecto a esto último, vale la pena dedicarle un texto más en el cual se explique en qué consiste la historia cultural y cómo es que se aplicó o sirvió de guía en la producción de este Crepúsculo que deseamos dure más que un breve instante.