En 2012 Humberto Moreira volvió a la Iglesia de Guadalupe, en Ciudad Acuña, Coahuila, para velar el cuerpo de su primogénito, José Eduardo Moreira Rodríguez, en el mismo altar donde años atrás había jurado su amor a Vanessa Guerrero. La violencia había alcanzado a la dinastía política más influyente de Coahuila.
“Mataron a mi hijo. Le dieron dos balazos en la cabeza unos desgraciados”, declaró entre lágrimas el ex líder nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI) por el homicidio que se atribuyó como una presunta venganza del sanguinario líder de Los Zetas, Miguel Ángel Treviño alias ‘El Z-40’.
Corrían los últimos meses del sexenio de Felipe Calderón Hinojosa— en específico, la noche del 03 de octubre del 2012— cuando el cuerpo de José Eduardo fue hallado en un terreno baldío en la zona de Santa Eulalia tras un intenso despliegue policiaco.
La muerte del “muchacho que ayudaba a los pobres” (en palabras de su padre) enlutó a la política estatal, al tricolor y al propio presidente electo Enrique Peña Nieto (EPN), quien mediante su cuenta de Twitter (hoy X) exigió justicia para el joven que se desempeñaba como Coordinador Regional de Programas Sociales de la Sedeso: “Su homicidio no debe quedar impune”.
Los informes preliminares señalaron a policías del municipio de Ciudad Acuña como los posibles— y entonces únicos— responsables del asesinato. Pero los primeros rayos de justicia iluminaron a la familia Moreira a los pocos días del hecho, tras aunar un segundo partícipe del delito: el crimen organizado.
Los primeros nombres
José Eduardo Moreira fue víctima dela colusión entre policías municipales e integrantes de la delincuencia organizada; “uno de los muertos de esta guerra”, dijo Humberto. Así lo supo México tan pronto la Procuraduría General de Justicia (PGJ) estatal dio rostro a los tres presuntos asesinos materiales.
Se trataba de Carlos Eduardo Flores, ‘El Pelón; Rubén Sifuentes, ‘El Shaggy’, y un sujeto de alias ‘El Flaco’ cuya identidad se confirmó poco después como Carlos Arnulfo Flores Flores. Pero fue el testimonio del diputado Cuauhtémoc Arzola Hernández el que dio pie a la Procuraduría a poner en la mira a Rodolfo Castillo Montes, alto mando de la Policía Municipal y el último que habría visto a “Lalo” con vida.
Medios locales relataron que Moreira Rodríguez había acordado reunirse con el ex Subdirector de la Policía de Acuña antes de participar en un acto organizado por Arzola Hernández en la Macroplaza del municipio. Pero las sospechas del diputado despertaron toda vez que el Coordinador de Programas no llegó al evento y, ante la desaparición, Castillo Montes negó haberse encontrado con el hijo de Huberto Moreira.
El servidor fue puesto a disposición del Ministerio Público (MP) junto con otros elementos de la Policía Municipal. Pero las investigaciones señalaron a Castillo y al ex oficial Víctor Landeros Sifuentes, alias ‘La Iguana’, como los que entregaron a Moreira Rodríguez a los miembros de la delincuencia organizada.
La Iguana declaró que el ex Subdirector citó con engaños a la víctima al lugar donde habría sido privado de la libertad, luego de ponerla a disposición del jefe de plaza de Acuña de Los Zetas, El Flaco, quien junto a El Shaggy lo llevaron con rumbo desconocido para después privarlo de la vida con dos balazos en la cabeza. El Pelón también habría participado en la ejecución.
Los días y las indagaciones continuaron y así, para finales de octubre, la PGJE pudo notificar a Huberto Moreira la teoría de que su hijo habría sido el blanco de una venganza orquestada por el propio líder de Los Zetas, Miguel Ángel Treviño, contra el gobernador y su hermano Rubén Moreira.
“Me notificaron que el motivo tiene que ver con la muerte del sobrino del Z-40”, reveló el coahuilense en entrevistas con medios nacionales, señalando que el cabecilla tenía en la mira a otra víctima más. “Buscan ellos matar a un sobrino del gobernador. Buscan a dos: a un hijo de una hermana y a mi hijo, y al que encuentran primero es a mi hijo y lo matan”, detalló.
Los oficiales vinculados al acto quedaron en calidad de arraigados, pero los asesinos materiales e intelectuales seguían prófugos: “Está (el asesinato) en el 98% de los crímenes de sangre en impunidad de este país”, resaltó.
Ojo por ojo
Alejandro Treviño Chávez, hijo del hermano del Z-40, José Treviño Morales, fue uno de los cinco abatidos en un enfrentamiento entre sicarios y fuerzas de seguridad estatal el 3 de octubre del 2013 en Piedras Negras. Esto horas antes del secuestro y ejecución de José Eduardo Moreira.
Ante la muerte de su primogénito, Huberto Moreira también acusó a empresarios mineros de beneficiarse de las acciones del narcotráfico, señalando en particular a Heriberto Lazcano Lazcano, alias ‘El Lazca’— abatido el 7 de octubre en un enfrentamiento entre la Secretaría de Marina (Semar) y Los Zetas en Progreso.
El asesinato del “señor del carbón”— como dijo Moreira que era referido en Progreso— llegó a tambalear la versión oficial del caso de José Eduardo por unos supuestos mensajes en poder de la Procuraduría Federal en la que supuestamente ‘El Lazca’ ordenó vengar la muerte de Alejandro Treviño, y no ‘El Z-40’ como el Gobierno Federal lo refrendó tras la captura de Carlos Arnulfo Flores Flores, El Flaco, el 31 de octubre del 2012 en Monclova.
No obstante, el priísta se apegó a la versión de la Procuraduría estatal en tanto no tuviera acceso a dichas conversaciones (que según él se dieron a conocer en una grabación de audio): “Mientras no me la entregue, pues no les creo”.
La Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) detalló que la detención de Flores Flores se llevó a cabo en su intento por refugiarse. Casi un mes después de ello, el 24 de noviembre, se dictó sentencia a los implicados Rodolfo Castillo Montes, así como a los dos primeros oficiales arraigados Landeros Sifuentes y Carrizales Prieto; en tanto ‘La Iguana’, ‘El Flaco’ y otro ex policía Jorge Tenorio Takajashi aún se mantenían en calidad de reclusos.
No fue hasta julio del 2013 que terminó el historial criminal del El Z-40 tras su arresto en México, desatando solicitudes de Estados Unidos para su extradición. Desde entonces su defensa legal ha promovido amparos para frenar el proceso, mientras el capo ha brincado de penal federal a penal federal.
Pese a que se ha señalado que Treviño Morales supuestamente opera y coordina sus actividades delictivas dentro los centros de reclusión, el cabecilla negó en una misiva enviada a MILENIO ser el líder de Los Zetas vinculado no sólo al asesinato del miembro de la dinastía Moreira, también a la masacre de 200 migrantes en San Fernando y al asesinato de una decena de custodios.
ASG