'Molly' fue abandonada y ahora patrulla las calles de CdMx para detectar drogas

La perrita forma parte de la Unidad Canina de la policía y fue entrenada para ayudar en tareas de seguridad, como en la localización de enervantes.

Unidad Canina de la policía de CdMx.
Ciudad de México /

Alguien la amarró y abandonó en un poste. Aquella perrita Pastor Alemán fue rescatada por policías de la Ciudad de México, quienes la vieron sola. Los elementos de la Policía Bancaria e Industrial (PBI) optaron por quedarse con ella al ver que era muy obediente, le gustaba jugar mucho y su sentido del olfato era increíble para detectar objetos; hoy la pequeña de un año y medio forma parte de la Unidad Canina  de la corporación localizando narcóticos en operativos de seguridad.

Llamada Molly, la perrita de la PBI fue adiestrada para ayudar en el programa “Pasajero Seguro”, el cual busca inhibir delitos en los principales paraderos de transporte público de la capital. Su jornada, al igual que los elementos, inicia desde temprano para enfrentar cualquier tipo de emergencia.


La Unidad Canina de la PBI de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC), fue creada en 1997. Actualmente está conformada por 16 perros, y se enfoca en acudir a puntos estratégicos en los que los efectivos de la PBI ofrecen servicio de protección y vigilancia, especializados en búsqueda de sustancias olorosas a explosivo; búsqueda de sustancias prohibidas (enervantes); búsqueda de personas en estructuras colapsadas e intervención (guardia y protección).

Para elegir a los ejemplares, los instructores realizan varias pruebas de socialización, observan el temperamento y la reacción cuando corre tras una pelota, para utilizar ese objeto como atractor Y poder entrenar al animal, ya que así éste lo asocia con algo que le gusta, como un juego y no como un trabajo.

' Molly' fue adiestrada para ayudar en el programa “Pasajero Seguro”. | Iván Ramírez
“Primero hay que empezar a socializar a los perros con las personas y con otros perros, después viene su entrenamiento con la obediencia y una vez que se tiene ésta, se trabaja la especialidad del can. Empezamos a trabajar con ellos con una pelota o lo que el perro quiera jugar. Una vez que se hace adicto, por así decirlo, al juguete, empezamos a relacionarle el aroma de éste con el que queremos que encuentre, ya sea de un explosivo o enervante.
“Empezamos a pelotear con su juguete, que es un atractor y luego lo escondemos. El perro primero ve dónde lo escondemos y usa la mirada su mente, ya después llega a donde se supone que lo escondimos pero el olor del juguete y no le llega a su nariz, entonces empieza a interesarse en otros lugares hasta que percibe el olor característico. Una vez que lo percibe se sienta y le damos un premio, para ellos es un juego”, explicó a MILENIO el suboficial Samuel Baltasar, jefe de la unidad canina de la PBI.

Tras la evaluación, los caninos son seleccionados de acuerdo con sus habilidades y las características mostradas, para asignarlos a una especialidad, ya sea para búsqueda y localización de personas, de sustancias prohibidas, o de detección de explosivos o armas. O bien, se dedican a la guardia y protección durante la realización de patrullajes, supervisión y apoyo pie a tierra.

De acuerdo con el suboficial, los perros llegan a permanecer en la PBI hasta ocho años y después son dados de baja para ser entregados a la persona que los capacitó. A decir de él, lo ideal es que los caninos sean entrenados desde que son cachorros para iniciar la impronta con ellos, donde los perros inician la exploración sensorial, interactúan con el entorno y se relacionan con las personas; ello durante los primeros cuatro meses del animal.

Los perros llegan a permanecer en la PBI hasta ocho años. | Iván Ramírez

Con Molly, recuerda el policía, fue un proceso diferente porque era una perra ya grande. A ella la sacaban a caminar primero para que fuera conociendo más la calle, donde con el tiempo, y acompañada de otro canino experto, aprendió a “dar marcajes positivos” en la detección de drogas.

“Le dábamos cosas como una pelota y ya cuando la tenía, la acariciábamos para que viera que eso era normal, que estaba bien y no había problema. Lo que intentamos con Molly fue que la pelota fuera su presa (…) le decíamos ¡Suelta!, ya dejaba la pelota. Ella tenía mucho miedo de los carros, aunque aún tiene miedo a los cohetes y cuando hay muchas personas, como que se saca de onda, pero ya es mínimo”, cuenta el suboficial.

La labor de Molly ha ayudado a agilizar las tareas de detección de narcóticos, pues al ubicar algún indicio de estos, evita que los policías durante los operativos revisen mochila por mochila. "Una vez que al perro le llega el aroma cambia su conducta y empieza a interesarse en ese aroma; una vez que está segura clava la mirada y se sienta”, comenta. 

​IR

  • Iván Ramírez
  • ivan.ramirez@milenio.com
  • Periodista por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Editor web y reportero en temas de seguridad y justicia. Amante de los perros. Siempre buscando historias que contar.

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