“Íbamos desde Saltillo hasta La Poncha para traer cargos de mariguana. Íbamos a Saltillo y después a Monterrey, y hasta Laredo o a Ciudad Miel”. El policía José Reyes García Álvarez estaba cumpliendo con su palabra. Años antes se había acercado a la Administración de Control de Drogas (DEA por sus siglas en inglés) para informar lo que había vivido como agente de la Policía Judicial Federal: él, junto a otros compañeros y sus superiores, había aceptado una oferta millonaria del cártel de Guadalajara para escoltar camiones repletos de mariguana en su trayecto a Estados Unidos, el principal mercado de las drogas mexicanas.
Entre 1984 y 1985, García Álvarez fue policía judicial federal en Saltillo, Coahuila y Guadalajara, Jalisco. En este último estado, junto a su superior inmediato, el comandante Ramón Cosío de la Mora, se alineó con la organización que lideraban Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca y Miguel Ángel Félix Gallardo para dar protección a sus cargamentos de droga.
Según el relato del ex policía, contenido en documentos judiciales de Estados Unidos, el cártel había logrado meter en su nómina a suficientes policías y autoridades para que sus convoyes no fueran detenidos en, al menos, la ruta norte del país, que incluía a los estados de Jalisco, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas.
García contó que había policías adelante y detrás de cada convoy con mariguana y que él, personalmente, había participado en cuatro o cinco traslados. Las recompensas vinieron poco después, cuando su comandante Cosío de la Mora fue personalmente a Guadalajara para recibir un cheque de 60 millones de pesos como agradecimiento por el apoyo.
Cobrar el cheque fue la tarea del policía José Reyes. Según cuenta en su testimonio, le costó trabajo debido a la cantidad tan alta de dinero, pero lo logró. El botín fue repartido. 20 millones para un fiscal, 15 millones para dos altos mandos de la Policía Judicial Federal y 10 millones para que los demás policías se lo repartieran. García recuerda que se quedó con un millón de pesos, pero poco después fue arrestado. El motivo: haber cobrado un cheque del Cártel de Guadalajara.
Pero el destino, o la justicia, volvieron a juntar al policía con el Cártel de Guadalajara. En el Reclusorio Oriente, donde estuvo detenido por cerca de un año, conoció a Raúl López Álvarez, un ex policía del estado de Jalisco y quien, poco después, sería señalado en Estados Unidos de haber presenciado la tortura y asesinato de Enrique Kiki Camarena, ex agente especial de la DEA, y el piloto de la misma agencia, Alfredo Zavala.
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Así García obtuvo un testimonio que, poco después, fue utilizado por la agencia antidrogas estadunidense para acusar y condenar al policía estatal por tales crímenes. A cambio, García, que también confesó sus acciones delictivas, obtuvo apoyo financiero de la DEA, de al menos 30 mil dólares.
EHR