Fernanda se encontraba descansando en la cama de su habitación. Eran cerca de las 20:30 horas de ayer cuando, de pronto, hombres encapuchados y armados se metieron al cuarto, la jalaron y le dijeron que era un secuestro. La tomaron por un brazo para llevársela y meterla al automóvil, pero no se habían percatado de que estaba embarazada.
Los hechos ocurrieron en un inmueble al sur de la Ciudad de México, en la alcaldía Tlalpan. Dos de los delincuentes entraron a la cocina donde estaba su hija de 10 años y dos trabajadoras domésticas dándole de cenar. Ahí las amordazaron y los otros cuatro secuestradores subieron al cuarto.
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“Yo estaba en mi habitación y llegaron directo a un secuestro, a secuestrarme. Dijeron que ya tenían a mi hija en la parte de abajo y que ya sabía lo que tenía que hacer: irme con ellos sin gritar y sin nada y a mi hija no le iba a pasar nada (…) los seis que iban estaban armados. Nada más escuché la voz de dos personas; uno era mexicano y con acento colombiano, todos hombres.
“En ese momento no me pidieron dinero, se trataba de un secuestro era de ‘te vas con nosotros y no le hacemos nada a tu hija’. No se habían percatado que yo estoy embarazada y por aliviarme dentro de unos días”, narró a MILENIO.
Cuando Fernanda era llevada por los secuestradores, se levantó la blusa para que vieran su vientre, por lo que en ese momento uno de los delincuentes dijo que mejor no se la llevarían porque ‘se ahogaría en la cajuela’. “Me jalaron afuera de la habitación y es cuando me alcé la playera y les dije que estaba a punto de aliviarme y que no me hicieran eso”.
Sin embargo, eso no evitó que la situación terminara pronto. Los delincuentes, al no poder concretar el secuestro, decidieron no irse con las manos vacías y ordenaron a sus cómplices que, como medida de presión, acercaran a la hija de Fernanda a ella para después amagarla con un arma. “Me la pusieron enfrente encañonada. Es la imagen más difícil y es algo que no superaré; el verla con una pistola en la cabeza, verla suplicar a Dios que le ayudara porque se puso a rezar”.
Fernanda vio cómo su hija lloraba “pidiéndole a Dios que la protegiera”, pero le ordenaron que la callara o de lo contario ellos lo harían, mientras que a ella la amenazaron que si volteaba a verlos la iban a matar.
“Les dije ‘pásamela, déjame abrazarla y yo la calmo’. Le decía a mí hija ‘tranquila, tranquila, tranquila’ (…) Lo que iba a ser un secuestro se convirtió en un robo. Me pidieron que entregara todo lo que tuviera. Les dije que en la casa había cosas de valor, les entregué un anillo, pues era lo que yo más tenía de valor en ese momento. Se llevaron joyas, relojes y bolsas”.
Habían pasado cerca de 15 minutos desde que los hombres irrumpieron la vivienda. Los delincuentes, quienes traían pasamontañas y guantes, después subieron al cuarto a las empleadas domésticas, quienes estaban atadas de pies y brazos, y las tiraron frente a Fernanda y su hija. No obstante, en ese momento, a Fernanda la amarraron de los pies y “empezó otra vez la discusión de que ellos consideraban llevarse más dinero”.
En todo ese momento su hija no dejaba de llorar y Fernanda, como podía, la abrazaba a pesar de estar atada y encañonada. De pronto, los secuestradores comentaron entre ellos que mejor sí se la llevarían, pero el delincuente que desde antes había dicho que la dejaran volvió a externar que no; “el que me defendió la primera vez lo hizo de nuevo y dijo ‘no, ya vámonos’”.
“Para mí fue un milagro, reaccionó ante el embarazo. Eso sí lo tengo muy claro y eso fue lo que lo movió el ver mi estado tan adelantado mi embarazo”.
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Fernanda les entregó sus teléfonos celulares, mientras que los delincuentes se metieron al vestidor y a revisar todo el cuarto para robar más cosas hasta que se fueron. Una vez que ello ocurrió. ella salió al balcón a gritar a sus vecinos y pedir ayuda.
En tanto, la niña desató a las empleadas y una de ellas a Fernanda. Posteriormente, las cuatro corrieron a la casa de un vecino, quien llamó al número de emergencias 911 hasta que, 10 minutos después, llegaron dos patrullas de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC).
Uno de los policías le pidió a Fernanda que ingresaran de nuevo a su casa. Al entrar y tras una inspección, un oficial le comentó a la mujer que en la taza del baño había dos teléfonos celulares iPhone.
Al verlos, ella los sacó e intentó hacer una grabación en vivo en sus redes sociales para alertar lo que había ocurrido, pero Fernanda, dice, estaba totalmente en shock. “Corro al baño y efectivamente en la taza habían dejado mis teléfonos, como los dos son iPhone, me comentan los policías, ese tipos de aparatos no se los llevan porque son muy rastreables”.
Fernanda hoy, víctima de un intento de secuestro, se dice impotente “porque hay muchas víctimas, muchos robos a casa habitación y secuestros en la Ciudad de México”, pero sobre todo ver a su hija de 10 años vivir esto es algo que no le desea a nadie.
“Imagínate que estás en tu casa, donde sientes que estás segura en tu habitación y llegan los tipos, todos con armas. Que entren cuatro tipos armados a tu habitación donde tú estás acostada y uno te jala para secuestrarte”.
AESC