“Desaparición de poderes”, el grito que unió a Chilpancingo después de masacre estudiantil

Las hermanas Iris y Eva Salmerón Catalán sobrevivieron a la matanza de los manifestantes en Guerrero y con ellas las imágenes del movimiento que derrocó a Raúl Caballero Aburto.

Militares en Chilpancingo, Guerrero. (Rogelio Agustín Esteban)
Rogelio Agustín Esteban
Chilpancingo, Guerrero /

Con un paquete de fotografías pegados al cuerpo, las hermanas Iris y Eva Salmerón Catalán cambiaron la historia de Guerrero. Lograron, el 30 de enero de 1961, la desaparición de poderes en la entidad, lo que representó la caída del general Raúl Caballero Aburto, el último militar gobernador, y propiciaron el nacimiento de la Universidad Autónoma de Guerrero.

Todo eso tuvo como preámbulo una masacre de universitarios y ciudadanos que los apoyaban: 19, según la cifra oficial, aunque los sobrevivientes aseguran que las víctimas mortales fueron más.

Las hermanas Salmerón Catalán fueron pieza clave en este hecho histórico. (Rogelio Agustín Esteban)


Iris Salmerón Catalán, quien era estudiante del entonces Colegio del Estado donde inició el movimiento estudiantil y su hermana Eva, quien trabajaba como corresponsal en un periódico nacional, son protagonistas importantes en esta historia; ambas forman parte de una dinastía de fotógrafos profesionales, tan sólo su padre, Armando Salmerón, es reconocido como el fotógrafo personal del general Emiliano Zapata Salazar.

El movimiento estudiantil de 1960 en Guerrero, que buscaba la desaparición del Colegio del Estado, pues no se permitía el acceso a los hijos de campesinos, obreros ni comerciantes, fue abrazado por los barrios tradicionales y las colonias populares de la capital de Guerrero.

“Mi madre fue la primera mujer que llevó una olla de café a los muchachos que reclamaban que el Colegio del Estado se convirtiera en una universidad autónoma, ese era un verdadero sueño”, declaró Iris a MILENIO.

El movimiento, en su etapa más álgida, comenzó a finales de octubre. A los estudiantes liderados por el presidente de la Federación Estudiantil Universitaria Guerrerense (FEUG), Jesús Araujo Hernández, se sumaron representantes de los barrios tradicionales, las colonias y los pueblos aledaños, lo que llevó a la declaratoria de una huelga general.

Fue entonces cuando el gobierno del general Raúl Caballero Aburto decidió frenar el movimiento con la fuerza militar, de tal suerte que las movilizaciones multitudinarias comenzaron a ser objeto de represión; primero a golpes, después a balazos y finalmente a bayoneta calada.

La masacre

El 30 de diciembre de 1960, el día de la masacre, Iris, quien entonces tenía 16 años, salió de su casa y caminó rumbo a la alameda Granados Maldonado, punto central de la confrontación sobre la calle Emiliano Zapata.

Cuando ya se había desatado la agresión contra la multitud, su hermana Eva, cámara en mano, caminó de manera paralela, parapetándose entre los puestos del mercado central para evitar ser vista por los militares.

“Caminamos casi al mismo tiempo en la misma dirección pero en calles diferentes, yo no sabía cómo estaba ella, ignoraba si le había pasado algo, mi angustia se incrementó cuando frente a mí, un niño cayó herido de muerte, impactado por una bala que pasó muy cerca de mi cabeza”, recordó Iris.

Cuando pasaron los momentos más cruentos de la masacre, las hermanas Salmerón se escurrieron entre las calles hacia su casa, donde contaban con un cuarto oscuro, papel y químicos para realizar el revelado e impresión manual de las imágenes que habían captado de la masacre.

En esos tiempos no había de otra manera de difundir lo que habían vivido, tuvieron que imprimir por su cuenta y llevar ellas mismas las fotos hasta la capital del país.

Salir de una ciudad sitiada

Salir de Chilpancingo el mismo día de la masacre, cuando la ciudad estaba sitiada, para las hermanas Salmerón representó un reto que incluso puso en peligro su propia vida o su libertad.

Un chofer, integrante del movimiento, aceptó llevarlas. Ellas resolvieron pegar las fotografías de la masacre de estudiantes, académicos y otros que apoyaban su movimiento, en sus cuerpos para que no se las detectaran fácilmente, en caso de una revisión.

Se subieron al vehículo en el centro de la ciudad y avanzaron hacia la salida norte, en el último retén fueron detenidas, un agente de tránsito, vecino del barrio de San Mateo las reconoció, Iris recuerda que pensó que serían delatadas, porque en la ciudad se sabía que se dedicaban a la fotografía y que formaban parte de las protestas.

Pero el oficial de tránsito hizo una mueca, al paso del tiempo entiende que fue una expresión de solidaridad, levantó la mirada y exclamó a los guardias: “estos pasan”.

El pequeño coche con las hermanas Salmerón y las imágenes de la masacre salieron con dirección a la capital del país, serpenteando por la antigua carretera federal México-Acapulco.

Manuel Buendía

Entrada la noche llegaron a la Ciudad de México, el periodista Manuel Buendía, entonces director del diario donde Eva trabajaba, fue quien recibió las imágenes.

La señora Iris recuerda que el periodista extendió las manos y les dijo: “Con esta masacre se despide este año en el país”.

El encuentro fue muy breve, ellas dejaron el material con el texto correspondiente y decidieron regresar a Guerrero.

Las mujeres y el chofer recordaron entonces que no habían probado alimentos, por lo que pasaron a un restaurante ubicado sobre la carretera, al entrar se dieron cuenta que el lugar estaba abarrotado por elementos del Ejército Mexicano, Iris recuerda que los oficiales lucían cabizbajos, visiblemente abatidos anímicamente.

"¿Cómo no iban a estarlo, si mataron a estudiantes y gente del pueblo?", exclamó.

Desaparición de poderes

Pasó el año nuevo de 1961, se publicaron las imágenes y en el Congreso de la Unión se tuvo que retomar el caso.

Iris recuerda el nombre de la diputada federal Macrina Rabadán, quien estuvo pendiente de lo que pasaba en Guerrero antes y después de las masacre.

El mediodía del 4 de enero de hace 61 años, Macrina llamó por teléfono a la casa de la familia Salmerón, la emoción le permitió hilar apenas tres palabras que provocaron que la familia reventara: “Desaparición de poderes”.

Desaparición de poderes!- gritaba mientras corría sobre la calle Emiliano Zapata y alcanzaba después la avenida Guerrero.

-¡Desaparición de poderes!- le contestaban desde las azoteas y las ventanas de las casas.

Poco a poco los guerrerenses retomaron las calles que durante cuatro días estuvieron ocupadas solamente por militares y policías.

Entrada la tarde de ese día, una multitud se acercó al centro para rodear el Palacio de Gobierno, donde apresuradamente, y resguardado por su personal de seguridad, el general Caballero Aburto y numerosos colaboradores abandonaban el antiguo edificio.

Poco después, el abogado Arturo Martínez Adame fue nombrado gobernador interino y en su primer mensaje anunció la liberación de todos los que habían sido encarcelados tras la embestida militar.

Poco después, se declararía la conversión del Colegio del Estado en la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro).

A 61 años de distancia, los principales líderes del movimiento han muerto pero la señora Iris compartió este relato inédito, animada por el interés de que ese pasaje de la historia prevalezca, pues teme que el recuerdo de los caídos se pierda en la bruma de la indiferencia.

La tarde del martes 4 de enero de 2022, frente al edificio Docente, donde actualmente funcionan las preparatorias 1 y 9 de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro), un grupo de sobrevivientes y académicos de la institución, se reunieron para recordar que hace 61 años, el Congreso de la Unión declaró la desaparición de poderes en esa entidad.


DMZ

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.