El reloj marca las 16:45 horas de miércoles, el sol pega a plomo, una carroza fúnebre blanca se abre paso entre el centenar de personas que se dieron cita en el panteón de Santa Ana Tepetitlán, en Zapopan.
El vehículo se detuvo a pie del camposanto, el conductor descendió, abrió la puerta trasera del automotor y se asomó el pequeño féretro blanco donde ahora descansa Tadeo, el bebé fallecido tras la violencia desatada el lunes pasado en la ciudad.
El empleado de la funeraria con cuidado saca el ataúd, lo sostiene con fuerza entre las manos, comienza a caminar lentamente rumbo al nicho donde serían depositados los restos del pequeño; un silencio abraza al panteón.
Alexis Tadeo Velázquez, padre del bebé, clava la mirada al piso, sus ojos llorosos e hinchados denotan una gran tristeza, impotencia e incredulidad por lo sucedido.
El trabajador de la funeraria deja el pequeño féretro sobre una tumba blanca llena de flores amarillas, después se retira lentamente. Alexis no puede más, rompe en llanto, se hinca frente al ataúd, lo abraza mientras grita fuertemente: “¿Qué le voy a decir a mi esposa?, ¿cómo le voy a decir que se murió?”; pasan 10 minutos, él llora inconsolable.
“Ya es hora”. La voz de un hombre interrumpe el llanto de Alexis; es el momento de despedirse para siempre de su hijo de tan sólo ocho meses de edad.
El papá de Tadeo se rehúsa a separarse de su hijo, parece desvanecerse; dos de sus familiares lo levantan del piso mientras que uno más, utilizando una playera como abanico, le echa aire en el rostro a Alexis.
El sepulturero carga el pequeño féretro, lo coloca dentro del nicho, toma un ladrillo, lo llena de mezcla y comienza a cubrir el hoyo lentamente, ladrillo a ladrillo hasta que al ataúd se deja de ver.
Alexis llora a grito abierto, inconsolable, su madre lo toma en brazos con ternura mientras le susurra algo al oído, pero él no deja de sollozar.
La pequeña tumba ubicada en un espacio destinado a los angelitos es la más colorida de todo el panteón, está adornada con globos azules, peluches y flores.
Alexis Tadeo Velázquez nuevamente se hinca, ahora frente a la tumba, la toca con su mano derecha, le da un beso y se tiene que marchar, lo hace en silencio para ir al hospital San Javier, donde convalece su esposa de las quemaduras que sufrió tras el incendio intencional del camión urbano donde iba ella con su Tadeo apenas el lunes pasado.
La vida de su esposa Elizabeth corre peligro, su recuperación ha sido lenta, lo que imposibilita su trasladado a un nosocomio de Estados Unidos, especializado en personas quemadas.
Alexis tiene que acompañar a su esposa ya sin Tadeo, quien este sábado iba a ser bautizado. Ahora vuelven a ser solo dos en la familia, ahora está de por medio la vida de Elizabeth.
SRN