El operativo para atrapar a Santiago 'N', El Carrete, y que terminó con la vida de Juan 'N'. El Teniente, lo llevaron a cabo 700 elementos de las policías comunitarias de Guerrero. El enfrentamiento duró tres días, y aunque esto ha llevado tranquilidad a la zona, los autodefensas advierten que su siguiente paso es “exterminar” al cártel del Sur para lograr acabar con el crimen organizado y la violencia que los ha acechado durante años.
El vocero del Frente de Policía Comunitaria de Guerrero, Salvador Alanís Trujillo, asegura que Los Rojos están casi extintos, pues muchos han decidido no seguir peleando y otros eran gente de El Teniente que han salido del lugar.
Trujillo, con su 38 enfundada en el cinturón y rodeado de al menos 10 hombres con rifles, asegura que tiene más de 11 mil personas armadas y capacitadas en 11 municipios, 740 comunidades, además de la coordinación que tiene con policías comunitarias en otros 40 municipios del estado, con los que no piensan permitir que algún grupo criminal vuelva a tener el control y aterrorice a la gente.
“Ahorita el plan siguiente de nosotros es el cártel del Sur, en enero hicimos un una invitación al gobierno para que limpie la ciudad de Chilpancingo que ahorita está entre las más peligrosas de México. Vamos a acabar con el cártel del Sur, vamos a pelear contra ellos al igual que hicimos con El Tequilero o El Carrete; vamos a ir por él y ojalá que las autoridades tengan también la disposición de colaborar para que el trabajo sea más fácil y no haya tanto daño a terceros, entonces el reto y el paso que sigue para el frente de policías comunitarias es exterminar al Cartel del Sur… está Isaac Navarrete Celis, que es el líder; es nuestro objetivo principal ahorita”, indicó.
Las huellas de la guerra contra Los Rojos
El Teniente fue abatido en la comunidad Corral de Piedra, municipio Leonardo Bravo. MILENIO realizó un recorrido para conocer el lugar. Está a más de dos horas desde Chilpancingo. Un camino sinuoso y partes de terracería complican la llegada hasta ahí. Conforme se acerca a Filo de Caballo, un pueblo en lo alto de la sierra guerrerense, hay numerosos retenes, el primero del Ejército, otros cuatro de las policías comunitarias que piden “peaje voluntario”.
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En esa comunidad se observa el infierno que habían vivido durante años sus pobladores. Casas abandonadas, con chapas forzadas, fachadas llenas de boquetes y algunas quemadas dan cuenta de los enfrentamientos que se han dado para sacar a los criminales. Adentro de ellas se mantienen las huellas de esa guerra; muebles destrozados, ropa tirada y casquillos de alto calibre percutidos.
En los pueblos que antes lucían abandonados, ya comienza la vida social y económica. Comienzan a sembrar durazno en lugar de
amapola. Huacales con la fruta en venta al paso de la pequeña carretera dan visos de esperanza de que todo puede volver a la tranquilidad.
A una hora del Filo de Caballos está Corral de Piedra. Un convoy de 8 camionetas de militares y Guardia Nacional abandona el lugar a nuestra llegada. Algunos pobladores, aún inquietos por las balaceras de varios días, tratan de pedir apoyo a las autoridades, ya que no sólo quedaron rastros del enfrentamiento, también quedaron trampas con granadas activas.
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Casquillos de distintos calibres, incluso 50, están por toda la zona, y manchas de sangre cercana a una cancha de basquetbol, donde presuntamente cayó El Teniente.
“Aquí murieron tres”, dice uno de los habitantes. “Fueron diez horas de balacera, tuvimos que agarrar a los niños para no dejarlos salir”, señala otro. El lugar continuaba sin energía eléctrica ya que fueron cortados los cables y los trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad no se arriesgaban a encontrarse una de las trampas.
La presencia de las fuerzas armadas en la zona es visible en los caminos y pueblos, así como la convivencia con las autodefensas de Guerrero, quienes, aseguran, no piensan dejar las armas hasta que logren pacificar su estado.
RLO