Nueve meses antes de que fotografiaran al ex director de Pemex, Emilio Lozoya, en el lujoso restaurante Hunan (imagen que provocó su reclusión), el panista Javier Lozano comía en el restaurante Bistro BÈC de Polanco con su novia Cecilia y su perrita Traviata.
Era la tarde de un sábado, los tres estaban sentados en una de las mesas adaptadas sobre la calle, pues por esos días los restaurantes en la Ciudad de México buscaban reactivar el negocio tras meses de cierre por la pandemia de covid-19.
Luego de unos minutos, un par de señores, que merodean los 60 años y “del rumbo de Polanco”, se acercaron a la mesa del ex senador para pedirle “echarles la mano” para entrar en contacto con el alcalde de Miguel Hidalgo, Mauricio Tabe, porque tenían “algunos temas” que querían tratar con él.
Lozano, quien fue secretario del Trabajo en el gobierno de Felipe Calderón, asintió y les dio su número de celular.
Desde ese encuentro casual no volvió a cruzar palabra con ellos, hasta la tarde del sábado 9 de octubre de 2021, cuando recibió de uno de ellos un mensaje de texto con una fotografía adjunta: era Emilio Lozoya conversando en una mesa de la terraza del Hunan con Doris Beckman, integrante de la familia propietaria de la empresa tequilera José Cuervo, y Lorenza Guerra Autrey, pariente de Arturo Francisco Henríquez Autrey, cuya familia es socia de Alonso Ancira, cómplice de los presuntos actos de corrupción de Lozoya cuando fue director de Pemex.
—Mira quién está en el Hunan—, avisó a Lozano uno de los señores “del rumbo de Polanco” que tenía a Lozoya a un par de metros de distancia.
—No me digas que es este cuate—, contestó enseguida Lozano desde su casa aquel sábado por la tarde-noche.
—Sí, señor. Haz lo que tengas que tengas que hacer con esta foto, yo no tengo idea, pero seguramente tú sabrás qué hacer…—.
Eso sí, el miedo del señor "del rumbo de Polanco" fue tanto que lo único que le pidió a Javier Lozano fue que, "antes de que hagas cualquier cosa", primero lo dejara irse del lujoso restaurante de las Lomas de Reforma para que Emilio Lozoya no pudiera relacionarlo con la fotografía; tenía un argumento contundente: “¿Quién sabe de qué son capaces estos cuates?".
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Javier Lozano cumplió y, tras unos minutos, le reenvió a la periodista Lourdes Mendoza esa imagen del ex director de Pemex, acusado por actos de corrupción por los casos Agronitrogenados y Odebrecht.
En su denuncia de agosto de 2020, Lozoya incluyó a Mendoza en el grupo de 17 personajes del más alto nivel político de México, como los ex presidentes de la República, Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón, y Carlos Salinas de Gortari, entre otros, en la trama de corrupción de la constructora brasileña Odebrecht.
El ex director de Pemex declaró ante la Fiscalía General de la República que, por órdenes del entonces secretario de Hacienda, Luis Videgaray, le compró a Mendoza en una tienda "de la zona de Polanco" una bolsa de la marca Chanel, cuyo valor fue de entre 4 y 5 mil dólares; además Lozoya dijo que la periodista le pidió "considerar" que le ayudaran a pagar la colegiatura de su hija, todo esto para que sus columnas y notas periodísticas fueran favorables para el gobierno priista de Peña Nieto.
Apenas conoció los señalamientos, Lourdes Mendoza, única mujer denunciada, los rechazó y anunció que demandaría a Lozoya, juicio que, un par de años después, ganó y un juez de la Ciudad de México avaló lo que en redes sociales sostenía la periodista: el ex director de Pemex mentía.
—¿Con esto qué hacemos?—, le preguntó por mensaje de texto Mendoza a Lozano en referencia a la fotografía de Lozoya en el Hunan.
—¡Pues mucho! Y puedes hacer más—, reviró el panista.
Enseguida Mendoza se subió a su coche y condujo hasta Paseo de la Reforma 2210.
—¿Con quién viene?—, preguntó uno de los empleados del restaurante que se encuentran en la entrada.
—Con Emilio Lozoya, ya me está esperando, creo que está ahí en la terraz—, contestó Mendoza.
—Ah, sí, pásele...—, Mendoza cruzó el salón y vio de espaldas al ex director de Pemex.
—Emilio, ¡tú estás arraigado, traes brazalete!—, lanzó la periodista.
—¡Ay, no!—, refutó una de las mujeres que acompañaban a Lozoya Austin en la mesa.
—¡Camarero!—, gritó el funcionario en el gobierno de Peña Nieto que reconoció haber aceptado sobornos millonarios.
Pero las cuatro fotografías ya estaban tomadas: un Lozoya exhibido rodeado del lujo con champaña y pato a la Pekín.
Treinta y tres días después, el Ministerio Público de la Federación le pidió al juez que modificara la medida cautelar del brazalete por la de la prisión preventiva justificada, pues la fotografía en el Hunan demostraba el "poco pudor procesal" que tenía Emilio Lozoya y el "nivel de impunidad con que se mueve", incluso el representante jurídico de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) dijo que su actitud era "una provocación a las instituciones".
Desde esa noche —y a la fecha—, Emilio Lozoya está preso en el reclusorio norte y Lourdes Mendoza en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara contando éste, su caso.
EHR