La lucha entre grupos criminales en la remota sierra de Guerrero (guerra por el control de la amapola, según informes del gabinete de seguridad del gobierno federal), tuvo su más reciente escenario de violencia en este pequeño poblado (250 habitantes) llamado Polixtepec, perteneciente al municipio de Leonardo Bravo: durante dos días de terror —la primera semana de noviembre— el comisario municipal, Joaquín Romero Ríos, y su secretario Víctor González Luna, fueron emboscados y asesinados en un camino de terracería, un comandante de la policía rural de nombre Daniel (nadie precisa su apellido correcto) fue ejecutado al día siguiente y cinco policías comunitarios resultaron heridos durante un enfrentamiento con un grupo armado que tuvo tres muertos, la misma jornada hubo cinco desaparecido sobre quienes se ignora su paradero (de acuerdo con pobladores de este lugar); tres casas, dos escuelas y cinco vehículos (uno de lujo, blindado, una camioneta BMW) recibieron numerosos impactos de bala.
La población ha quedado aislada, cercada, en medio de un pleito entre narcos, policías comunitarios y habitantes de las poblaciones vecinas de Puentecillas, Filo de Caballos y Morros. Incluso aquí, en Polixtepec, hay gente dividida por sus simpatías hacia algún bando u otro.
Las calles están vacías. Ante la llegada de fuereños la gente se esconde en sus casas ("si vemos o escuchamos un coche corremos y nos escondemos", narran pobladores). No hay clases desde el 29 de septiembre (los maestros huyeron), no hay servicios médicos (la enfermera de la casa de salud no ha vuelto), los habitantes no pueden salir a comprar víveres ni medicamentos a otros poblados (sus opositores no les permiten transitar), la entrega de recursos de programas sociales fue suspendida por la inseguridad (aseguran los pobladores), su policía rural fue desarmada por efectivos de las comunidades con las cuales tienen disputas. Viven en la zozobra:
—Nos han amenazado con despedazarnos, cuenta una mujer que lleva la voz cantante cuando decenas de pobladores se reúnen para hablar con MILENIO junto a la sede de la comisaría municipal. Todos tienen miradas de espanto.
El Ejército tuvo presencia los días posteriores a los hechos de violencia, pero este fin de semana ya no hubo quien los protegiera.
Al recorrer el lugar y los caminos que conducen al pueblo se aprecian las huellas de la violencia: cruces y veladoras para recordar a sus muertos, impactos de bala en coches y casas, casquillos de grueso calibre percutidos, manchas de sangre. En los pueblos vecinos de Filo de Caballos y Morros, sus opositores, en cambio, tenían una fiesta: cientos de personas festejaban con música grupera, mientras civiles con armas AK-47 en brazos y sombreros campiranos vigilaban el baile. Un hombre sin identificar (nadie quiso decir de quién se trataba) llegaba hasta ahí, a la punta de la sierra... en un helicóptero privado.
La sierra guerrerense en estos sus días de guerra por el mercado de la amapola.
***
Tañen las campanas de la iglesia del poblado. Una voz femenina convoca a través de perifoneo para que la gente se reúna. Pasan los minutos y nadie sale. Algunos asoman su rostro desde las puertas de sus casitas campesinas y se esfuman. Media hora después decenas de pobladores se juntan y discuten si deben hablar con los periodistas. Deciden que todos juntos. Revueltos mujeres, ancianos, jóvenes y hombres maduros sienten que en muchedumbre nada les pasará. Ponen una condición: todos aparecerán de pie y de espalda a la cámara frente a la entrada de una casa de adobe.
—¿Qué es lo que ha estado pasando aquí las últimas semanas? —se le pregunta al grupo. Toma la voz una mujer cuarentona. Ella hablará casi todo el tiempo a nombre de todos, pero escondida de la cámara entre los cuerpos de los demás.
—Grupos armados. Supuestamente son los comunitarios. Y aquí estamos con el miedo y con el temor. No podemos salir para nada ni para comprar alimentos. No ha habido clases. Por miedo no quieren venir los maestros. Da la casa de salud también la enfermera se fue.
—¿Y tienen medicinas? —se les pregunta y otra mujer, anciana ella, interviene:
—Usamos remedios caseros. Hay muchos niños que tienen tos, infección en la garganta, y no hay medicamentos para ellos. Hay muchas personas con diabetes y ya no tienen medicamento, porque el hospital de Filo de Caballos está cerrado para nosotros. Estamos aislados.
—¿La comida?
—Lo poquito que tenemos aquí, que hemos trabajado. Sabemos trabajar y lo poco que vamos alcanzado.
—¿No pueden ir a Filo de Caballos o a Chilpancingo a comprar?
—El transporte que teníamos de Polixtepec a Chilpancingo, simplemente nos quitaron la Urvan. Fue entre (la gente de) Filo de Caballos y Campo de Aviación (que la decomisaron).
—¿Y estos grupos armados que balearon casas y camionetas, quiénes son?
—Fue un terror, porque nunca habíamos pasado esa violencia. Hasta ahora yo no sé los motivos. No entendemos qué fue lo que les hicimos a ellos que están tan dolidos. Les hemos dicho que si ellos saben con quién tienen el conflicto, si están nombrando a la persona, pues que se vayan con esa persona. Nosotros no tenemos nada qué ver. Como pueblo no tenemos nada qué ver.
Según miembros de la Policía Comunitaria, de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (Upoeg), los enfrentamientos en el lugar se suscitaron en un principio entre una banda con sede en Polixtepec llamada Los Villalobos (encabezada por los hermanos Ángel y Efraín Villalobos) y otro grupo de narcos que se disputan la amapola. Luego intervino la Policía Comunitaria y se enfrentó a Los Villalobos, pero como suele ocurrir en esta zona guerrerense, todas las versiones son encontradas: la gente de Polixtepec dice que más bien los narcos estaban infiltrados en la Upoeg.
—¿El problema es con los comunitarios?
—Pues sí, porque ahí venían incluidos (mezclados con un supuesto grupo de narcos). Ellos, gente mala y los comunitarios. Yo creo que tienen que ver (entre ellos).
—¿Interrumpieron los programas sociales?
—El día 18 teníamos el pago de Prospera, del Programa de Apoyo Alimentario de Sedesol y lo suspendieron.
Fuera de cámara pobladores de este lugar aceptan que siembran amapola, pero aseguran que no son delincuentes, dicen que ellos solo entregan el producto cosechado. En voz de la mujer que más habla, los pobladores de Polixtepec se defienden:
"Siempre dice la gente de otras comunidades que Polixtepec es el malo, que Polixtepec está armado. Es mentira, todo eso es mentira, todo lo que están subiendo en redes sociales contra nosotros no es como lo dicen..."
Polixtepec, el más reciente escenario de violencia en ese complicado rompecabezas serrano de Guerrero, donde la disputa por la amapola no cesa.
Claves
No satanizarlos
- Servando de Jesús Salgado Guzmán, líder de la Unión de Pueblos de la Sierra de Guerrero, pidió no satanizar a los sembradores de amapola: "Trabajan como esclavos".
- Por la inseguridad, los gobiernos federal y local llevarán a cabo operativos en cuatro municipios con poblados serranos: Chilpancingo, Heliodoro Castillo, Eduardo Neri y Leonardo Bravo.
- El 25 de noviembre se tiene previsto que visitadores de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y legisladores federales acudan a la violenta zona compuesta por 49 comunidades.