Los antiguos asesinos seriales, cuyas salvajadas eran ocasionales, no se comparan con los de ahora, que a menudo muestran atrocidades, como desmembrar cuerpos. Lo hacen frente a una cámara, cuando la víctima jadea y sufre humillaciones; luego distribuirán las imágenes en redes sociales. Un grupo de embozados posará con fusiles frente al agonizante. Otros verdugos prefieren usar machetes para trocear a las víctimas mientras respiran. Son los mensajes macabros.
Las sucesos se repiten. Miles han sido enterrados en fosas clandestinas o comunes. Han surgido colectivos formados por parientes en busca de familiares, muchos desaparecidos durante un secuestro. La crueldad parece llevar la delantera en diversas zonas de la geografía nacional, donde manchas rojas muestran la violencia.
Un día destapan cajas de tráileres y encuentran cadáveres en aparente abandono, como reses en carnicerías clandestinas; otras, como en Guerrero, incineran o dan el tiro de gracia a familias, incluidos niños y mujeres embarazadas. La brutalidad no solo tiene el sello del crimen organizado, sino de personas que se desplazan por un carril paralelo, como el monstruo de Ecatepec, quien escenificó su teatro del horror en ese municipio.
Desde hace 15 años la atrocidad es el signo entre bandas criminales que se disputan territorios. Parecen trazar una cruz de Norte a Sur y de Este a Oeste. El mensaje no solo es provocar la muerte, sino humillar a las víctima en su agonía. Desde niños los sicarios matan a sangre fría, como El Pozolero, quien deshacía cuerpos humanos en ácido.
Es la muerte por medio del tormento. Una forma de hacer sufrir al sentenciado. O es la ejecución sin distingos. El matón no respeta edades. Está el que remueve una cuchilla en la carne viva o el que destaza con machete. Puede ser el mismo que apretó el gatillo en otro momento. Tiene por consigna extinguir la raíz, pero es imposible.
¿Y qué hicieron para merecer esa muerte? Las preguntas vuelan por montes, llanos, sierras, carreteras y terrenos baldíos. Sucedió en la masacre de 72 migrantes, en 2010, en San Fernando, Tamaulipas. Un centroamericano logró escapar.
Se había acelerado el terror.
Un terror sin fin.
El gobierno intentó prohibir las imágenes atroces, pero comenzaron circular en YouTube y WhatsApp.
La mayoría de los ejecutores están encapuchados y armados hasta los dientes. Interrogan al sentenciado. Lo obligan a hincarse. Hay quien pide clemencia. Otros resisten la muerte en cámara lenta.
El Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas revela que los estados más violentos son Guerrero, Veracruz, Tamaulipas y Jalisco.
Para Josué Ricardo Franco, Blake, apasionado del cine de horror, "parece irracional pagar la entrada a un cine y esperar salir contento tras ser asustados por algo o alguien, siendo que a diario vemos muerte y destrucción".
El también fotógrafo, maquillista y caracterizador recuerda que hace algunos años la referencia para hacer efectos especiales era la revista Alarma. "A la par de los libros de anatomía, la revista mostraba cómo la muerte afecta colores, texturas y posiciones del cuerpo".
Blake también recurrió a la fotografía de Joel Peter Witkin y a la nota roja. "La violencia era como el lodo en la oscuridad: hasta que estabas ahí sabías que podías acabar embarrado o con raspones. Luego llegó el Chupacabras, con su ciencia ficción, provocando temor en los pueblos, pero no en la ciudad ".
Y aterrizó 2008.
Entonces apareció Daniel Arizmendi, El Mochaorejas, quien "hizo que México se cimbrara por su saña, pues a los secuestrados les cortaba una oreja. Eso nos parecía el resumen de la violencia, aunque lo peor estaba por venir".
Han pasado 20 años y la violencia crece. "Cualquier periódico o vecino habla de algún descuartizado, gente enmaletada; fue cuando nos dimos cuenta de que la realidad no solo había superado la fantasía, sino que sirvió para seguir construyendo historias y haciendo efectos".
Es la visión de Blake, quien ha colaborado en proyectos exhibidos en diferentes festivales nacionales e internacionales. "Si en el set hace falta una extremidad, tripas o sangre, ahí estaré".
La atrocidad, una forma de muerte lenta
Crónica / Violencia cotidiana
Muchas familias todavía buscan a sus desaparecidos y han formado colectivos en un país donde la barbarie es normal. No celebrarán el Día de Muertos porque tiene la esperanza de encontrarlos vivos.
Ciudad de México /
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