Como de costumbre Irma, de 52 años, llegó a su trabajo en un departamento de Jardines del Pedregal. Limpió el baño, la sala y la cocina. También preparó alimentos. Ya solo debía esperar a que dieran las 8 para irse a su casa. Ese día no vería a sus patrones: había fallecido un familiar de ellos y pasarían buena parte de la noche en el velorio.
Eran las 19:30 y una llamada bastó para cambiar todo.
—Buenas tardes, ¿se encuentra la señora de la casa o el señor?
—No, dígame, ¿pasó algo?
—Fíjese que sí. Está detenida y como su esposo está ocupado no puede ayudarla, por eso nos pidieron que usted nos ayude. Busque una caja de herramientas o de lo contrario su patrona no podrá regresar nunca.
Asustada, Irma entró en pánico.
“Nuestra empleada nos cuenta que le dijeron que me iban a hacer daño si no hacía lo que ellos le dijeron. Primero le pidieron tomar un desarmador o pinzas y comenzar a abrir las puertas de la casa que estuvieran cerradas, como clósets o vestidores. Entre insultos y regaños, Irma se puso a romper chapas. Poco a poco fue sacando cosas de las habitaciones. Ya tenía dos fundas de almohada llenas con alhajas, cubiertos, relojes y hasta platos”, recuerda Alejandra, patrona de Irma.
Dos horas duró esa llamada. Irma nunca consideró colgar el teléfono a sus agresores. Le aseguraron que si llamaba a la policía lo sabrían, ya que tenían los teléfonos intervenidos y ella, aterrorizada, lo creyó.
Irma le dijo a su extorsionador que tenía todo listo y estuvo a punto de salir de la casa para dejar las cosas en donde le pedían, pero una llamada de su hija la detuvo.
“Escuchó tan alterada a su mamá que le dijo:
—No salgas. Cuélgales y yo le marco a tu jefa...
Durante los primeros minutos los patrones no le contestaron, pero una vez que logró contactar a la pareja, ambos abandonaron de inmediato el velorio.
“Llegamos a la casa y estaba toda destrozada. Encontramos dos fundas de almohadas llenas de nuestras pertenencias. Irma estaba sentada en el sofá, aterrada y nerviosa. Lo único que hizo fue correr a abrazarnos y explicar entre sollozos y gritos que ella no había tenido la culpa y que la perdonáramos”.
La perdonaron, porque la conocían desde diez años atrás.
De acuerdo con el Consejo Ciudadano de Ciudad de México, en seis meses al menos 100 trabajadoras domésticas han sido víctimas de extorsión telefónica. El modus operandi es el mismo en todos los casos: un hombre llama diciendo que tienen a sus jefas secuestradas y que para evitar que las maten deben juntar todo lo que tengan de valor y entregarlo en un punto en el que los extorsionadores les digan.
La forma de operar se repite con enfermeros privados, quienes acuden a casas a vigilar pacientes que lo requieren.
De acuerdo con el Consejo Ciudadano, si bien la extorsión telefónica a trabajadoras domésticas predomina, no es la única forma en la que las empleadas se ven afectadas: también existen pandilleros que ubican a las mujeres, las esperan afuera de sus empleos o paradas de camión para pedirles una extorsión de entre 150 o 200 pesos semanales de su sueldo.