Los hermanos Treviño Morales eran temidos de ambos lados del Río Bravo. Aunque corto, su reinado de terror es recordado por rivales y aliados, quienes han testificado las brutales técnicas que los líderes Zeta utilizaban para mantener su negocio criminal a flote, así como su reputación: ejecutaban personalmente a varias de sus víctimas.
El gobierno estadunidense tiene miles de comunicaciones, fotografías y testimonios con los que ha construido por más de dos décadas su caso contra los hermanos, que lideraron a Los Zetas desde 2003, entre los que hay colaboradores que han contado a detalle el baño de sangre al que sometieron a las ciudades donde operaban.
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Miguel y Omar enfrentan este 14 de marzo su audiencia de arraigo, donde se les acusará formalmente de crimen organizado, tráfico de cocaína y mariguana, lavado de dinero y portación de armas de fuego.
La pena de muerte está en la mesa para los sanguinarias zetas, según ha anunciado la fiscalía estadunidense.
El peor de los hermanos era, sin duda, Miguel Ángel, El Z40.
“A cuántas personas mató, que usted supiera?, ¿más de 300?, le preguntó un fiscal a José María Guízar Valencia, El Z43, uno de los sicarios de confianza del Z40, y hoy, testigo colaborador de Washington.
“Mató a más de 300”, respondió Guízar.
“¿Más de 500?”, continuó el fiscal.
“Podría ser”, apuntó El Z43.
Según el testigo, Miguel Ángel Treviño no solo se ensuciaba las manos a la hora de asesinar, torturar o desaparecer gente. Lo disfrutaba. “Personalmente, lo hacía personalmente. Tomaba la pistola, el cuchillo o algún objeto, a veces bates de béisbol. Los colgaba, los arrastraba o los aplastaba con camionetas. De todo tipo”.
Era agosto de 2021, y El Z43 testificaba contra otro de sus antiguos colegas, Hugo Román Chavarría, El Vecino. Durante su interrogatorio, aseguró que a Miguel Ángel y a Omar Treviño les gustaba asistir a campos de entrenamiento zeta, donde formaban a futuros sicarios.
“A Omar y El 40 les gustaba ir ahí y entrenar. Y yo siempre estaba con ellos, así es como me involucré en eso”, dijo José María Guízar Valencia. “Disparo de francotirador. Escape de camiones. Irrupción en casas. Cómo no chocar entre cada uno. Cómo colocarnos para no dispararnos entre nosotros."
Otro sicario de Los Zetas, que hoy forma parte de las filas de colaboradores de Estados Unidos, corroboró la existencia de esos campos de entrenamiento.
Eduardo Carreón Ibarra, mantiene en expedientes judiciales que “conoció a Miguel Treviño Morales y comenzó a trabajar como sicario. A finales de 2005 Carreón Ibarra fue enviado a un campo de entrenamiento por Miguel Treviño Morales. En el campamento ellos practicaban asesinando personas que eran llevadas al campamento y eran rivales del cártel.”
Según Guízar Valencia, El Z40 siempre lideró el cártel, incluso por encima de Heriberto Lazcano Lazcano, El Lazca, histórico líder y reclutador de los primeros miembros de la organización criminal. El Z40 daba órdenes, ponía y quitaba gente. Por ejemplo, habría sido el autor intelectual y material del asesinato de Juan José León Ardón, Juancho, un traficante de cocaína guatemalteco que colaboraba con Los Zetas, así como quien habría ordenado y participado en la masacre de Allende, Coahuila, en 2011, junto a su hermano Omar.
Wenceslao Tovar Jr, otro sicario de Los Zetas, asegura también haber ingresado en los campos de entrenamiento de Los Zetas, y ver cómo su máximo líder, El Z40, disfrutaba asesinar con su propia mano a sus víctimas.
“Después del campamento, Tovar ayudó a secuestrar a cientos de personas en Nuevo Laredo, quienes finalmente fueron ejecutadas por Miguel Treviño Morales”, relata el expediente judicial en manos de Estados Unidos.
Como si fuera poco, Guízar Valencia recordó los “guisos” de Los Zetas: tambos con químicos para disolver los cuerpos de las personas que, de acuerdo con su propio testimonio, desparecían un día sí y el otro también.
“Las únicas veces que los vi (los guisos) fue porque Miguel iba a las cocinas. Cada ciudad tenía su propia cocina. Nuevo Laredo, Monclova, Piedras Negras, Allende, Nava. Cada ciudad tenía su propia cocina para cocinar a sus propios detenidos.
Cada día detenían gente. Desaparecidos cada día. Era una guerra horrible donde no murieron miles de personas, sino cientos de miles”, dijo El Z43.
Así, el perfil de El Z40 es como el de pocos, o ningún narco. Un hombre que disfrutaba de asesinar, y que no necesitaba de un motivo para hacerlo.
“Era una persona sin emociones, no tenía empatía. Mató gente todos los días y experimentaba. Era un psicópata. Estaba enfermo. Nos habría matado a todos, estaba por encima de todos, al más alto de los niveles.”
"Incluso si estábamos en una fiesta y yo estaba mejor vestido que él, habría planeado matarme”, aseguró Guízar, quien fue enfático que su violencia no solo llegaba a las personas, sino a animales, como los caballos de carrera a los que era aficionado, e incluso usaba para lavar dinero en Texas.”
“Si sus caballos fallaban, los sacaba de sus corrales y les pasaba por encima con sus camionetas, con las camionetas blindadas, y pasaba por encima una y otra vez y después jugaba con ellos así hasta que estuvieran muertos.”
HCM