María Consuelo Loera Pérez falleció con el deseo de volver a ver a su hijo Archivaldo Joaquín 'El Chapo' Guzmán y llevarle el platillo que tanto gozaba, las enchiladas.
La muerte alcanzó a la mujer de 94 años quien en sus últimos años de vida suplicó a Cristo Jesús y a las autoridades de México y Estados Unidos (EU) para volver a ver al ex líder del Cártel de Sinaloa, quien en 2019 fue condenado por el vecino norteamericano a cumplir una cadena perpetua en ADX Florence, Colorado.
“Tengo sin verlo más de cinco años. (...) Únicamente mi fe en Cristo Jesús me mantiene viva”, dijo la madre “afligida y desesperada” en una carta entregada en febrero del mismo año a López Obrador en un intento por obtener una visa humanitaria para visitar a su hijo. ”Espero me permitan darle un abrazo … y desearía que le dieran su libertad”, pronunció meses después en una de sus escasas apariciones en público y declaraciones a la prensa.
La última visita
Pocos fueron los viajes largos que Loera Pérez realizó desde su casa ubicada en la sierra de Badiraguato, en el poblado de La Tuna; lugar en el que habitó por más de ocho décadas.
En 2019 la longeva partió de su hogar de tonos rosados y barandales amarillos rumbo a la embajada estadounidense, en Ciudad de México (CdMx), con motivo de la visa humanitaria que solicitaba al entonces gobierno de Donald Trump. Esto, cinco años después de la última vez que pudo ver a su hijo Joaquín aún en territorio azteca.
Corrían las 06:30 horas del 22 de febrero del 2014 cuando elementos de la Secretaría de Marina (Semar) detuvieron a Joaquín Guzmán Loera en Mazatlán y posteriormente lo trasladaron al penal de máxima seguridad de El Altiplano, en el Estado de México (EdoMex).
“Confío en Dios que me lo proteja y que toque sus corazones de esas autoridades que lo tienen detenido”, fue el mensaje que Doña Consuelo dio en plática con María Antonieta Collins, corresponsal de Univision, días después de la captura de El Chapo. “Que me lo cuiden y que todo lo que puedan hacer en bien de él, lo hagan. Dios los recompensará”, atajó.
La detención del cofundador del Cártel de Sinaloa fue motivo para que en septiembre de ese año María Consuelo partiera del poblado de La Tuna en un viaje de poco más de 1,200 kilómetros hasta la prisión ubicada en Almoloya de Juárez, donde ambos sostuvieron una reunión.
Loera Pérez comentó a Collins que la visita a su hijo en el Altiplano la dejó tranquila, pues comprobó que se encontraba con buena salud física. Pese a ello, aún recurría a la fe y pedía a Cristo Rey por el bienestar del capo: “Yo como madre siempre estoy pidiendo por su bienestar. Yo como madre estoy sintiendo lo que a él le está pasando”, dijo a la reportera.
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Pero así como lo hizo en 2001 en el penal Puente Grande, en Jalisco, el 12 de julio del 2015 Joaquín Guzmán Loera burló a la justicia mexicana tras escapar de El Altiplano — considerada como la prisión de mayor seguridad en la República Mexicana. La noticia volvió a poner el ojo público en Doña Consuelo, quien abogó por su hijo luego de afirmar que él se había convertido en un blanco del gobierno.
“Pase lo que pase, es él. Es el blanco del gobierno. Están muy ofendidos con él. (...) La ofensa que les ha hecho es porque salió y no les avisó. Pero no mató a nadie para salir”, comentó en una entrevista con Front Line.
El otrora capo sinaloense fue re capturado seis meses después y hasta enero del 2017 se cumplimentó, de manera sorpresiva, su extradición a los Estados Unidos. Acción que Consuelo Loera calificó de injusta por los amparos vigentes interpuestos ante la SCJN, mismos que la Primera Sala terminó por negar.
Así pues, en 2018 inició el llamado “juicio del siglo” contra Archivaldo Joaquín Guzmán Loera acusado en la corte federal de Brooklyn, Nueva York, de 11 cargos por tráfico y distribución de droga, posesión de armas, lavado de dinero, entre otros más. Finalmente, en 2019 el juez Brian M. Cogan le dictó cadena perpetua más 30 años, volviendo aún más difícil la posibilidad de que el capo volviera a comer aquellas enchiladas que su madre solía cocinar.
La polémica presidencial
Además de ser cuna de grandes capos del narcotráfico, Badiraguato fue lugar donde el presidente López Obrador estrechó la mano de María Consuelo Loera; convirtiéndose en una de las mayores polémicas del sexenio.
El Jefe del Ejecutivo había vuelto a Sinaloa como parte de su gira de trabajo para supervisar los trabajos de la carretera Guadalupe y Calvo. Tras conocer que Doña Consuelo se encontraba en la zona, el tabasqueño descendió del vehículo en el que viajaba para saludar a la madre del narcotraficante: “Quería saludarme, me bajé de la camioneta y la saludé”, narró el presidente rechazando las críticas que recibió por ése acto.
"Es una señora de 92 años y ya dije, la peste funesta es la corrupción, no un adulto mayor que merece todo mi respeto, independientemente de quién sea su hijo".
En entrevista con MILENIO, José Luis González Meza, abogado de Joaquín, confirmó el deceso de Consuelo Loera a raíz de las enfermedades que la llevaron hasta la cama de una clínica privada en Sinaloa. Por su parte, Andrés Manuel López Obrador reaccionó al fallecimiento y envió sus condolencias a la familia desde su mañanera.
"Cualquier ser humano que pierde la vida merece respeto y también consideración a sus familiares, a todos los que pasan por esos trances".
ASG