En Manzanillo, localizan a uno de los pescadores desaparecidos; fue su cuarto extravío en el mar

Erasmo tiene 47 años de edad y más de 30 pescando, antes se había extraviado en alta mar tres veces

(Milenio Digital)
Colima /

El 21 de diciembre pasado, Erasmo Zúñiga Chávez se reunió con su sobrino David Alejandro Velasco Larios en el muelle de pescadores, ubicado en El Túnel, en Manzanillo, Colima, y a las seis de la mañana salieron, como todos los días, en una pequeña panga de nombre “Camila”, con la intención de conseguir el pescado más grande para recibir el mejor pago. Pero, el regreso se complicó, debían haber vuelto, entre las seis de la tarde y las nueve de la noche, pero no fue así, poco después se reportó su desaparición.

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A una semana de que no aparecieron se organizó la primera jornada formal de búsqueda, con amigos, familiares, dos integrantes de la Comisión de Búsqueda de Personas de la entidad y siete elementos de la Unidad Estatal de Protección Civil, en ocho lanchas salieron rumbo a diversas zonas.

Los resultados fueron positivos, después de que parecía que se perdía la esperanza: Erasmo fue encontrado vivo, a las 12:34 horas de este martes con quemaduras de primer grado, causadas por el sol y deshidratación, pero estable.

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Su panga “Camila” habría tenido fallas en el motor, por lo que ambos pescadores quedaron a la deriva desde la tarde de aquel miércoles; la embarcación se localizó a 40 millas náuticas en dirección a San Telmo, Michoacán, a unas tres horas de distancia de donde salieron a pescar.

Fausto Anastacio Jaime, rescatista que hizo primer contacto con él, describe que “se le encontró deshidratado, pero orientado; revisamos signos vitales para ver cómo estaba y a los cinco minutos ya se pudo estabilizar; lo encontramos varado con una bandera negra y nadie más lo había visto; él tuvo que estar comiendo pescado que sacaba y bebiendo agua de mar”.

Sin embargo, su sobrino, David Alejandro Velasco Larios, no se encontraba con él, pues, en un momento de desesperación, se habría tirado al mar amarrado a un bidón de gasolina. “Él se veía cansado de la situación, dice que no lo pudo controlar; hasta que pudo, pero se desesperó y se aventó”.

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Erasmo tiene 47 años de edad y más de 30 pescando, antes se había extraviado en alta mar tres veces; cuando más tardaron en encontrarlo, estuvo naufragando mar adentro cuatro días.

“Ya van con esta cuatro veces -narra su mamá, Doña María Dolores Chávez– cuando tenía 16 años el mar los aventó entre El Paraíso y Cuyutlán (Colima), duró cuatro días desaparecido; la segunda salieron por Boca de Apiza (Michoacán), duraron tres días perdidos; la tercera vez los encontraron como a 20 millas, en dirección a El Faro (Michoacán), también después de tres días; ahora fueron siete días”.
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David Alejandro, por su parte, de 27 años de edad y apenas cuatro meses como pescador, nunca se había extraviado, pero su papá sí. “Mi esposo ya era pescador desde antes de casarnos; se perdió dos veces, dos días, pero lo encontraban los de la Marina (Semar)”, dice Doña María de la Luz Larios, mamá de David Alejandro, esta vez, el hombre con más de 35 años de experiencia en el Pacífico, encabeza la búsqueda de su hijo.

Estas son solo dos historias de pescadores perdidos durante varios días en el mar, algo, muy frecuente en la zona por la suma de varios factores: un sistema que favorece a los acaparadores de mariscos y vulnera a quienes los pescan; la falta de vigilancia de las lanchas; la ausencia de protocolos y equipos adecuados; así como la normalización de los riesgos de esta actividad.

Erasmo y David -como la mayoría de pescadores- entregan lo que pescan a un empresario, quien les renta la lancha y les financia el combustible; en un buen día pueden ganar hasta dos mil pesos, pero hay ocasiones en que no ganan nada.

Aunque esos dos mil pesos parecerían mucho dinero para una jornada de trabajo, lo cierto es que el acaparador que les compra, obtiene hasta cuatro veces más al vender la pesca, además obtener buenos pescados implica para los hombres de mar hasta 18 horas de trabajo y adentrarse a una profundidad de más de 70 millas naúticas.

Los vehículos, las pangas que utilizan, son pequeñas, tienen un número de serie por el registro ante la Capitanía de Puerto, pero una vez obtenido el permiso, no vuelven a ser revisadas. De hecho, es común que durante sus viajes, pesquen peces vela -legalmente prohibidos por temporadas, y por tanto mejor pagados-, sin que nadie lo regule o castigue.

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Hay algunas con motores viejos, de hecho, la “Camila”, donde viajaban Erasmo y David Alejandro, había fallado un día antes de su desaparición. Ellos no llevaban celular, la lancha no tenía servicio de comunicación satelital, ni GPS y tampoco cargaban chalecos salvavidas. “No traían nada”, confirmó el rescatista.

Don José, alias “Puchona”, un pescador experimentado de la zona, cuenta que muchas veces los propios pescadores reparan sus lanchas de manera intuitiva, “nadie revisa nada, yo creo que ahora sí ya van a venir después de esto; hay un registro de quiénes salen, cada mañana, la gente de Capitanía de Puerto debería de ver que las lanchas tengan lo necesario y que estén en buenas condiciones”.

Mientras tanto, María Larios tiene fe en aparecerá su hijo. “No quiero perder la esperanza, sé que regresará, como Erasmo”. La suerte, espera, esté de su lado.

FR 

  • Arnoldo Delgadillo
  • Investigador social, periodista y escritor. Corresponsal de Milenio en Colima. Ha publicado en medios nacionales e internacionales.

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