El violento día a día que miles de mexicanos enfrentan como consecuencia de las disputas que protagonizan diversas organizaciones delictivas se ha convertido en motivo de preocupación no solo para autoridades de los tres niveles de gobierno, sino también para representantes de la iglesia católica.
Durante las últimas semanas, algunos obispos y sacerdotes asumieron un papel proactivo en la búsqueda de la pacificación del país al intentar establecer treguas entre grupos criminales rivales y, de este modo, poner un alto a la violencia que asedia distintos estados de la República Mexicana.
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Aunque Guerrero es una de las primeras entidades en donde obispos lograron establecer diálogos entre cabecillas que se pelean el control de plazas, representantes de la iglesia católica en Querétaro, Coahuila y Guanajuato también se ofrecieron a ser mediadores con el crimen organizado, tal y como recientemente lo informó MILENIO.
De acuerdo con datos recabados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) hasta 2020 el 71.5% de la población mexicana se denominaba católica, es decir, poco más de 90 millones de mexicanos. Con dicho precedente no es de sorprenderse que obispos y sacerdotes sean vistos -hasta cierto punto- como una figura de autoridad respetada, incluso por criminales.
En México la religión también ha sido utilizada como un mecanismo de control o justificación de actividades ilícitas. Un claro ejemplo de ello fue el ascenso de un grupo delictivo que surgió desde las entrañas de Michoacán y que llegó a ser considerada como la tercera organización criminal más importante del país.
Los Caballeros Templarios: entre la religión y el poder
La edad media es considerada como una etapa clave para la iglesia católica por las intensas guerras religiosas que se suscitaron para retomar el control de Jerusalén. Fue en pleno conflicto -conocido popularmente como 'las cruzadas'- cuando se fundó una orden que tenía como objetivo proteger a los peregrinos en su camino a Tierra Santa.
Con el paso de los años, aquellos "Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón" se convirtieron en grandes guerreros que utilizaron un manto blanco con una cruz roja a la altura del corazón como distintivo. Nadie imaginó que siglos más tarde y a miles de kilómetros de distancia, dichos símbolos y referencias serían utilizados por una organización delictiva que se gestó durante la segunda década de los 2000’s en Michoacán, México.
Fue en marzo de 2011 cuando en diversos municipios del estado fueron colocadas pancartas que anunciaban el surgimiento de una organización que se autodenominó como Los Caballeros Templarios.
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En primera instancia, los integrantes se asumieron como autodefensas, sin embargo, nunca fue un secreto que su origen derivó de la supuesta muerte de Nazario Moreno González, alias El Chayo, quien se desempeñó como líder y fundador de otro grupo delictivo que operaba en la entidad: La Familia Michoacana.
"La elección del nombre es parte de la apuesta del grupo a ser visto como algo más que una banda de narcotraficantes. Los miembros usan cascos de guerreros romanos durante las ceremonias de iniciación y distribuyen propaganda, promocionándose como campeones de lucha contra el 'materialismo, la injusticia y la tiranía.' [...] incluso llegaron a anunciar un alto al fuego temporal por el viaje del Papa Benedicto XVI a México en marzo de 2012", se explica en un artículo difundido por InSight Crime.
Los tintes religiosos con el que los Caballeros Templarios disfrazaron su organización tenían como objetivo legitimarse en la población para controlar Michoacán y sus rutas más importantes para el trasiego de narcóticos, en especial el puerto de Lázaro Cárdenas, pues es de donde tienen acceso a los envíos de cocaína provenientes de Sudamérica y de precursores químicos que llegan desde Asia para la producción de drogas sintéticas.
Aunque el control del puerto marítimo figura como uno de los objetivos más importantes para las organizaciones delictivas de Michoacán, la ubicación geográfica del estado les obligó a establecer negocios con otros grandes cárteles que operan en la frontera para lograr concretar su contrabando a Estados Unidos.
Otra de las actividades ilícitas que dejó ganancias acaudaladas a la organización delictiva fue la extorsión a empresas en las plazas que controlaban, una práctica que heredaron de la Familia Michoacana y que, según lo expuesto por InSight Crime, se les facilitó por su influencia en gobiernos locales que lograron a través de la intimidación y el pago de sobornos.
La legitimación que los Caballeros Templarios alcanzaron les permitió ascender dentro del hampa del país a tal punto de ser considerados como la tercera organización criminal más importante de México en 2013, únicamente detrás del Cártel de Sinaloa y de Los Zetas, según dan cuenta documentos de inteligencia de la entonces Policía Federal citados por prensa local y la fundación dedicada al estudio e investigación de amenazas para la seguridad nacional en América Latina y el Caribe.
En aquellos años, la organización delictiva originaria de Michoacán operaba en 10 de los 32 estados de la República Mexicana, dejando atrás a otros grupos delictivos como el Cártel de los Arellano Félix o el Cártel del Golfo.
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"Los Caballeros tienen alrededor de 600 miembros armados, con miles de civiles seguidores esparcidos en casi todo el estado. Un número creciente de comunidades de Tierra Caliente del estado ha formado milicias (autodefensas) para expulsar a este grupo", explicó un analista de seguridad michoacano en una entrevista para InSight Crime de 2013.
El informe de inteligencia citado por la fundación también apuntó que el grupo delictivo se expandió por cada rincón de Michoacán, pero también en Jalisco, Colima, Nayarit, Guerrero, Guanajuato, Baja California, Tamaulipas e, incluso, Chiapas.
La Tuta: de profesor a criminal confeso
La persona encargada de llevar a los Caballeros Templarios al ranking de las organizaciones criminales más poderosas en México durante la segunda década de los años 2000's fue Servando Gómez Martínez. Mejor conocido como La Tuta el líder criminal es originario de Arteaga, Michoacán en donde se desempeñó como maestro de una escuela, al menos hasta 2010.
Con la violenta expansión de Los Zetas en su estado natal, Servando Martínez siempre se posicionó a favor de crear y participar en los grupos de autodefensas, fue así como llegó a las filas de la Familia Michoacana, de la cual se independizó tras la muerte de su fundador Nazario Moreno González.
"Gómez lideró a los Caballeros Templarios, una organización narcotraficante con las mismas características cuasi religiosas y pseudo morales de la Familia", se lee en una parte del perfil de La Tuta difundido por InSight Crime.
De la Familia Michoacana, Servando Gómez Martínez adoptó un código de ética que cada miembro de los Caballeros Templarios debía seguir. El reglamento contemplaba al menos 50 puntos a respetar, siendo la deslealtad y la desobediencia faltas que eran castigadas con la muerte.
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Adicionalmente, La Tuta se convirtió en uno de los pocos líderes criminales en mostrar su rostro frente a las cámaras pues, fue a través de diversos videos difundidos en medios de comunicación y las recién creadas redes sociales, en donde el líder criminal se asumió como cabecilla de los Caballeros Templarios.
En diversas ocasiones, Servando Gómez afirmó ser un criminal, además de que señaló a la Policía Federal y funcionarios del sexenio de Felipe Calderón de adiestrar y armar a grupos de autodefensas que se organizaron en el estado para expulsar a los Caballeros Templarios.
“No tomen partido señores, no tomen dinero ni se presten a las acciones del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y mucho menos de Los Zetas porque no vamos a dejar las armas y vamos a tener que confrontar [...] por favor recapaciten, no tomen partido, estamos dispuestos a dialogar las cosas con ustedes”, se le escucha mencionar a La Tuta en un video difundido en 2013.
Aunque el líder criminal defendió la creación de autodefensas desde sus inicios en La Familia Michoacana, años después acusó a guardias comunitarias de haberse aliado con organizaciones delictivas procedentes de estados como Sinaloa y Jalisco.
Las actividades que los Caballeros Templarios perpetraron bajo el liderazgo de La Tuta lo convirtieron en uno de los objetivos prioritarios del gobierno del expresidente Enrique Peña Nieto. Tras pasar meses evitando su aprehensión, Servando Gómez fue finalmente detenido en febrero de 2015.
“Servando Gómez Martínez cuenta con ocho órdenes de aprehensión y se encuentra vinculado con diversas indagatorias ministeriales por delitos como secuestro, extorsión, homicidio, tráfico de armas y de droga, principalmente la conocida como cristal”, se lee en el comunicado emitido por el Gobierno de México.
Hasta la actualidad, La Tuta se encuentra recluido en el Centro Federal de Readaptación Social (CEFERESO) No. 1 tras ser sentenciado, primero en 2019, a 55 años de prisión por el secuestro de un empresario y en 2022 a 47 años y seis meses de cárcel por delitos relacionados con el narcotráfico y asociación delictuosa.
Con el arresto de Servando Gómez autoridades de los tres niveles de gobierno creían extinto a los Caballeros Templarios, no obstante en agosto de 2023 el periodista César Cabrera reportó para MILENIO que el grupo criminal estaba buscando resurgir bajo alianzas temporales en la región de Tierra Caliente, siendo los productores de melón y limón las primeras víctimas de sus extorsiones.
La historia de los Caballeros Templarios ha quedado grabada en México como un claro ejemplo de que, si bien la religión puede influir en la pacificación de un país, su ideología también ha sido utilizada para justificar trayectorias delictivas cuyas consecuencias aún permean en distintos municipios de Michoacán.
ATJ