Hablar con Pedro es complicado y hay que pronunciar muy despacio. Cuando es su turno pasa lo mismo, hay largos espacios entre una palabra y otra. No es de extrañar, en su pasado sucedieron hechos traumáticos, pero de pronto y por un momento su español suena fuerte: “quiero justicia, justicia para mi hermano”.
Originario de San Francisco Ozolotepec, Oaxaca, fue el único sobreviviente de una masacre en la granja de hongos en Half Moon Bay, California, un lugar ubicado entre Silicon Valley y San Francisco, rodeado de acantilados y playas solitarias.
El 23 de enero de 2023 otro trabajador, un inmigrante chino llamado Chunli Zhao, enloqueció y asesinó a todos los que estaban esa mañana en el campo de cultivo de la empresa California Terra Garden Inc.
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Pedro es un hombre de 24 años que parece mayor, de hecho sus fotografías de hace unos meses evidencian que los años se le vinieron encima prematuramente. Antes, la sonrisa aniñada y los suéteres deportivos le daban un aire juvenil; sin embargo, hoy tiene un gesto triste, una marca oscura debajo del ojo y una pierna.
Aunque es difícil reconstruir con total precisión cómo sucedieron los hechos debido a que Pedro es el único sobreviviente de la matanza, se cree que Chunli Zhao, de 67 años y quien vivía como Pedro en una situación económica deplorable, enloqueció cuando uno de los supervisores del campo de cultivo le avisó que tendría que pagar una sanción de 100 dólares por haber descompuesto una máquina.
“Teníamos como dos meses trabajando ahí y pues uno nunca espera que pase algo así”, dice Pedro y vuelve a hacer un largo silencio, para después hablar de los meses en el hospital, de los dos balazos en el estómago, el de la pierna, el del brazo y el de la cara. A todos esos disparos sobrevivió, pero su hermano mayor, no.
Este mes entabló un proceso judicial sin precedentes en Estados Unidos: un migrante mexicano que hasta hace unos meses vivía bajo el terror de sus patrones y que cobraba sólo 300 dólares al mes (unos 5 mil 100 pesos mexicanos), inició una demanda judicial para que la empresa California Terra Garden Inc, protagonista en la producción de hongos y exportación hacia China, pague las consecuencias de sus omisiones y de la explotación laboral en la que tuvo sometidos a sus empleados y acabó en una masacre.
MILENIO entrevistó a Pedro Romero Pérez y a su abogado David Magilligan, quienes aseguraron que con esta demanda pretenden sentar un precedente para los migrantes que viven en los campos agrícolas, pero sobre todo recordarle a los dueños de estas grandes empresas que sus delitos no quedarán impunes.
Condiciones denigrantes de trabajo
El Valle de Salinas parece inabarcable: campos y plantíos desmesurados, de un verde fosforescente que dividen al desierto del océano Pacífico, es uno de los granjeros de Estados Unidos, ahí estaba el que se convertiría en un trágico campo, el Terra Garden, como lo conocían los trabajadores.
Ubicado en el 12761 de la calle San Mateo, era imposible ver lo que sucedía en su interior. Los mismos campos de exagerado verde servían de barrera. En la entrada de la avenida, unos dinosaurios de metal oxidado, como los que venden como artesanías mexicanas, suelen romper la monotonía del poblado.
Unas fotos obtenidas luego de la masacre por el abogado de Pedro Romero revelan que la belleza y serenidad del camino exterior distaba mucho de lo que sucedía adentro, en los contenedores rectangulares de lámina sostenidos por barrotes viejos que se apilaban entre los matorrales.
Aún no se revelan los nombres de todos, pero se sabe que al menos había 15 personas al mando que mantenían viviendo en condiciones infrahumanas a los migrantes que trabajaban en el cultivo de hongos; el presidente, según el registro de la propiedad de California, es un hombre llamado Xianmin Guan, del cual se puede inferir que es el dueño porque las cajas de hongos llevan su apellido.
Los Guan habían habilitado esos contenedores, que disfrazaban de viviendas, sobre todo para los recién llegados, generalmente jornaleros que llegaban ilegalmente a Estados Unidos desde México y China a hacer la faena por sólo 300 dólares al mes.
Con ese sueldo, los trabajadores aceptaban el espacio en el que había un colchón viejo, manchado de tierra, sin agua, luz ni calefacción; sólo con un anafre y madera que iban apilando en el interior para cocinar sus alimentos.
“Estaban en condiciones de vida deplorables, sin drenaje, sin un lugar donde cocinar y tener su comida limpia. En California todo el mundo tiene derecho a estar a salvo en el lugar donde vive”, expone David Magilligan, un hombre rubio que no habla español pero que deja escuchar indignación en su tono de voz.
Y aunque Magiligan quisiera hablar más, se contiene y restringe también a su cliente a citar detalles muy específicos. La demanda es sumamente delicada y se enfrentan a una empresa con todos los recursos para pelear; así que el abogado visiblemente preocupado le suelta en inglés: “Eso no lo puedes decir, Pedro”.
La de este migrante se volvió una historia muy conocida desde el año pasado: llegó a la granja en el 2020, cuando se intensificó la crisis de la pandemia en México. Asegura que tiene varios hermanos en Oaxaca, que su mamá vive ahí y que él y su hermano mayor decidieron partir a Estados Unidos para ganar dinero y ayudar a la familia.
Cuando llegaron al campo les ofrecieron rentar el contenedor “al precio del mercado”.
No tenían automóvil, así que aceptaron, mientras que él y su hermano trabajaban tirando el desecho del cultivo de hongos. Llevaban dos meses en el campo cuando ocurrió la masacre, pero desde un año antes de su llegada al campo ya había ocurrido un suceso que advertía que algo ahí andaba mal.
Zhao, el desequilibrado
El primero de julio de 2022, siete meses antes del tiroteo, un hombre llamado Martín Medina intentó irrumpir en uno de los remolques de la granja y amenazó con matar a un trabajador y a su familia.
Medina disparó un tiro que alcanzó a impactar a otro de los trabajadores, Yetao Bing, otro inmigrante chino. La bala se incrustó en su cuerpo, pero el hombre se recuperó y siguió trabajando en el campo. Después moriría en la masacre.
“Ni siquiera tomaron medidas básicas y razonables para asegurar la propiedad y protegerlos”, dice la demanda de Pedro contra la empresa. Pese a los antecedentes que evidenciaban la falta de mecanismos de protección para evitar que sucedieran estos actos violentos, los dueños no hicieron absolutamente nada.
Hasta el año 2023, cuando se hizo patente que la tragedia palpitaba dentro de esas casuchas, Chunli Zhao, que únicamente hablaba mandarín, tenía entonces 66 años y ya había dejado huella de su paso por Estados Unidos desde 013, cuando un tribunal en California emitió una orden temporal de restricción contra él porque amenazó con asfixiar con una almohada a su compañero de cuarto.
“Zhao puede usar un cuchillo para cortarte la cabeza”, le dijo a un compañero de trabajo, hablando de sí mismo. Tiempo después y pese a esto, Zhao pudo comprar una pistola semiautomática Glock 17, con la cual durmió dos años pues la tenía debajo de su almohada.
Según la defensa de Romero, el día de la masacre en enero del 2023, uno de los trabajadores del campo que le hacía bullying al hombre, acusó a Zhao de ser responsable de los daños a un montacargas después de tener una colisión menor. Ese compañero le dijo que tendría que pagar 100 dólares por las reparaciones.
Pero Zhao juraba que no había sido él y aseguraba que su compañero –un ‘bully’, según él–, había golpeado a propósito el montacargas.
Entonces fue que el trabajador de origen chino enloqueció e inició la matanza: primero mató al compañero que lo había molestado durante años, después mató a su jefe, luego se dirigió al campamento de trabajadores de la granja para terminar su venganza contra quien fuera.
Así fue que Zhao llegó al contenedor donde estaban los hermanos Romero Pérez, los recién llegados.
Un detalle macabro fue una cortesía de Zhao: antes de entrar primero tocó la puerta. Después todo pasó muy rápido. Una vez que Pedro abrió el chino le propinó cinco disparos. A José también le disparó y este murió casi en ese instante.
Ese día el campesino Zhao asesinó a siete trabajadores agrícolas. Tras la masacre aseguró que las largas horas de jornadas en el campo de hongos, las precarias condiciones de trabajo y el acoso lo hicieron cometer los asesinatos en la granja.
Batalla legal sin tregua
“Tenían que estar a salvo en el lugar donde vivían y la granja de hongos violó eso”, dice tajante el abogado Magilligan… Y lo peor es que no sólo (debe pagarles) por haber dado condiciones de vida deplorables, sino porque también violó sus derechos al no protegerlos de criminales”.
Explica que la demanda peleará por varias cosas. Una, que el propietario tenía que tomar medidas para proteger a los trabajadores, debía establecer, implementar y mantener procedimientos para identificar y evaluar los peligros, y hacer algo ante las amenazas y los incidentes cercanos que ocurrieron unos meses atrás.
De esa manera la tragedia podría haberse evitado: si la empresa hubiera implementado los medios para que los empleados pudieran denunciar anónimamente actos de intimidación, de haber mantenido sus cámaras de vigilancia abiertas o hacer efectiva una política de cero armas dentro de la granja.
Hoy Pedro está decidido a combatir pese a los dolores que padece por los tiros que recibió:
“Cuando pasó esto me lastimé mucho porque recibí cinco balas, el dolor que se siente, que siento ahorita todavía. No estoy trabajando y estoy en terapia. No estoy con mi familia y pues… sí”, alcanza a expresar el migrante oaxaqueño.
“Cada día me acuerdo de él (su hermano), no me esperaba esto y pues lamentablemente él no está conmigo. Siempre anduve junto con él, era buena persona, siempre iba a donde yo y siempre estamos juntos” (sic).
Aún suele hablar de su hermano en tiempo presente: “Él es el mayor, tiene 38 años. Siempre andábamos trabajando, siempre en el trabajo”; triste, vierte algunos otros recuerdos de su hermano, siempre relacionados con el trabajo.
En México también cargan el dolor de Pedro. Su mamá, que está en Oaxaca, lógicamente está devastada, al igual que su papá. “Está ella tomando medicina”, dice su hijo sobreviviente de la masacre. Aún le duelen los nervios de la pierna, tiene varios dolores musculares.
Pero esas heridas funcionan como un recordatorio de su misión: “Que le hagan justicia a mi hermano”.
Si deseas consultar el informe de investigación puedes hacerlo a través de este enlace:https://cdnpublicidad.milenio.com/2024/PublicidadEditorial/04.Abril/3-Court-Endorsed-Complaint-Jose-Perez-2.pdf
RM