Entre cárteles y 'vigilantes'; así cruzan los migrantes la frontera ente Sonora y Arizona

Ya hasta se tiene conocimientos de los horarios en los que cruzan los migrantes: los primeros grupos pasan a las 05:30 horas, después, a las 10:00 horas y de ahí en adelante, durante el transcurso de la tarde.

La pesadilla de los migrantes no termina cuando cruzan el muro, a veces empeora | Diseño por Milenio Digital
Ángel Hernández
Tucson, Arizona /

Del lado mexicano, los cárteles; y del lado estadunidense, los grupos de “vigilantes” ciudadanos. La pesadilla de los migrantes no termina cuando cruzan el muro, a veces empeora.

MILENIO recorrió el sector de Tucson, en Arizona, el cual se ha vuelto un foco rojo para las autoridades migratorias de ambos países, pues según cifras oficiales de Estados Unidos, este año fiscal aumentaron 192% los encuentros con migrantes, que huyen de las pésimas condiciones laborales y de seguridad en sus países.

En Lukeville, Arizona, los migrantes cruzan con relativa libertad, por boquetes que los traficantes realizaron, por encima o por debajo, del muro fronterizo.

Durante el recorrido se pudo observar cómo los migrantes llegan por decenas, caminando desde varios puntos de la carretera del lado mexicano para después internarse a Estados Unidos, con la falsa promesa que les hacen los traficantes de que podrán disfrutar de la tierra de la libertad.

Llegan en horarios específicos, ya que sus “guías” conocen incluso los horarios de patrullaje y de cambio de turno de los agentes fronterizos. Los primeros grupos se entregan a las 05:30 horas. Después, a las 10:00 horas y de ahí en adelante, durante el transcurso de la tarde. Cuando las condiciones son demasiado precarias, suelen llamar al 911 para que la Patrulla Fronteriza se acerque a ellos.

La mayoría de los migrantes, sin alguna forma de probar sus motivos para solicitar asilo o refugio, son repatriados o deportados a México. Ellos cuentan que vieron en redes sociales publicaciones en las que se afirma que es fácil ser recibidos en Estados Unidos.

Para Gail Kocourek, una voluntaria del grupo Samaritanos de Tucson, no se trata más que de engaños de los cárteles y traficantes de personas. Este grupo ayuda a los migrantes, les brindan agua, comida, ropa e incluso asesoría y orientación sobre sus derechos.

“¡Gracias Estados Unidos! ¡Adiós México!”, gritó feliz un haitiano en francés, mientras camionetas de la Border Patrol aceleraban para procesarlo como migrante sin documentos legales, junto con unas doscientas personas más.

La mayoría de los migrantes vienen en familia. Padres, hijos, tíos y sobrinos son lo más común actualmente en la frontera.

“Estoy feliz y contento. Estoy aquí.. Somos pobres, no tenemos nada. En Guatemala hay mucha corrupción. Vengo para sacar adelante a mis hijas, para darles estudio”, confió a Milenio Ricardo Calsich, un migrante de Guatemala.

El sector de Tucson también abarca los dos Sásabe, en Arizona, Estados Unidos y Sonora, México, por donde cruzan cientos e incluso miles de migrantes todos los días de forma irregular.

En el lado mexicano operaba la Casa de la Esperanza, un albergue para migrantes a cargo de la sociedad civil. Hace algunos meses, el albergue tuvo que cerrar por amenazas ante la pugna qué hay en la ciudad entre facciones del cártel de Sinaloa, particularmente células bajo el cobijo de Los Chapitos.

La ciudad luce desierta la mayor parte del tiempo, e incluso en los últimos días las autoridades han pedido a los ciudadanos no salir de sus hogares cuando oscurezca.

Del otro lado de la frontera, en Sásabe, Arizona, y sus alrededores, operan decenas de autodenominados “vigilantes”. Ciudadanos que, impulsados por la retórica anti-migrante de Donald Trump, acechan y acosan a los migrantes que cruzan a través del muro. Bajo engaños, los aprehenden de forma ilegal para después dejarlos en manos de la Patrulla Fronteriza.

En los últimos días organizaciones como los Samaritanos de Tucson han visto un incremento en el patrullaje de estos “vigilantes” por la zona.

MILENIO pudo comprobar cómo estos hombres, armados con pistolas, armas largas y chalecos tácticos, recorren varios campamentos y puntos de asistencia colocados por organizaciones para que puedan acceder a agua, comida y otros servicios, buscando a sus presas, migrantes con la esperanza de encontrar un mejor futuro para ellos y su familia.

RM

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