Enrique no encuentra calificativo para describir cómo fue ver morir a alguien y sobrevivir a 63 balazos. El 26 de septiembre de 2014, el día en que los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” desaparecieron en Iguala, Guerrero, él conducía su taxi, un Nissan Tsuru que esa noche recibió tal cantidad disparos.
El hombre resultó herido del hombro derecho y su pasajera, tras ser alcanzada por una bala en el pómulo, murió entre sus brazos pese a los esfuerzos del señor por salvarla. A ocho años de aquel acontecimiento, dice, el escuchar cualquier detonación, como la de un cohete, lo asusta, pero acusa que eso no es todo, pues señaló que ni el gobierno estatal ni federal le han brindado ayuda alguna como una de las víctimas de la noche de Iguala.
Los días 26 y 27 de septiembre de ese año, se suscitaron acontecimientos violentos, en perjuicio de diversos estudiantes de la Escuela Normal Rural, así como de integrantes del equipo de futbol Avispones de Chilpancingo F.C. y diversas personas que circulaban en la carretera de Chilpancingo, a la altura del crucero de la comunidad Santa Teresa, entre los cuales, se encontraba Enrique.
El hombre, actualmente de 57 años, se dirigía hacia la comunidad para llevar a una pasajera, quien supo, era una maestra que había llegado de Guanajuato para visitar a su hermana. Cuando se acercaban al crucero de Santa Teresa vio autos con luces encendidas, pero detenidos y lucecitas de cigarrillos como si alguien estuviera fumando. Se detuvo aproximadamente un kilómetro antes de donde esa escena ocurría, pues un presentimiento le hizo creer que no era buena idea acercarse, por lo que le dijo a la pasajera que ya no la podía llevar.
En entrevista con MILENIO, Enrique contó que cuando todo pasó ya había ocurrido el ataque a los normalistas de Iguala y le insistió a la maestra que no seguiría el camino. El taxista, al sentir que fue alumbrado con un reflector, se echó de reversa para volver, pero personas armadas dispararon contra su taxi, sobre el cual uno de los balazos impactó contra la batería dejando inmóvil su Tsuru.
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La maestra, recuerda, recibió un impacto de bala en el pómulo izquierdo y posteriormente recibió más disparos. En la declaración ministerial, Enrique refirió que en ese momento pasaron varios coches sin que ninguno los auxiliara, hasta que un carro con una familia se paró, pero no pudieron ayudarlos e incluso entraron en pánico porque ya se estaba desangrando, por lo que intentó levantar a la maestra, pero ella estaba inconsciente.
“Cuando salgo de la unidad, abrí su puerta y le empecé a hablar. Le dije ‘¡No se duerma, mire, espérese, va a llegar el auxilio!’; ella ya no hablaba, ya no me respondía (…) como pude, la bajé de la unidad y quedó en el pavimento”.
Enrique declaró ante las autoridades que empezó a caminar para huir del lugar y vio pasar un autobús, a cuyo conductor y tripulantes les dijo que no se acercaran porque “había tiroteo y no hicieron caso”, posteriormente una pareja que iba en una camioneta negra pasó por el lugar, pero tampoco le pudo auxiliar, hasta que llegó al pueblo de Zacacoyuca. Ahí, un taxista de Iguala fue quien lo ayudó y lo llevó a una clínica del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE).
El Agente Auxiliar del Ministerio Público del Fuero Común del Distrito Judicial de Hidalgo constató y dio fe, de las lesiones ocasionadas a Enrique el pasado 27 de septiembre de 2014 dentro de la averiguación previa.
“La persona que venía conmigo murió en mis manos cuando yo intenté auxiliarla, murió en mis manos y fue algo incalificable porque el convivir con la muerte no tiene un calificativo adecuado porque es algo escalofriante (…) la estaba agarrando para auxiliarla con una mano, y murió en mis manos; fue algo terrible y quedé dañado psicológicamente porque ahora cualquier tronido, como un cohete, me espanta”, platica.
“Son los minutos más trágicos que he vivido en mi vida, son los minutos más desesperantes en los que he tenido que vivir. Por gracia de Dios puedo platicar esta historia, pero fue algo que impactó mi vida totalmente. Es algo que nunca voy a olvidar, esa página de mi vida está escrita con tinta roja, que es sangre porque es desgarrador todo; convivir con la muerte es una situación mucho muy difícil”, manifiesta.
Más allá de los 43 normalistas
En el taxi de Enrique falleció la mujer tras recibir ocho disparos, hecho que fue constatado en su primer informe el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI, 2015), el cual determinó un número de 180 víctimas directas de los ataques la noche del 26 y 27 de septiembre de 2014 en Iguala, incluyendo: seis personas ejecutadas extrajudicialmente (un normalista con señales de haber sido torturado y otros dos con disparos a quemarropa), dos víctimas mortales de los ataques a los jóvenes miembros del equipo de futbol Los Avispones, así como la mujer que se transportaba en un taxi; más de 40 personas heridas, algunas de ellas de suma gravedad …, en el caso del autobús de Los Avispones otras 30 personas sufrieron ataques contra sus vidas y sobrevivieron.
“Quise salvar la vida a Los Avispones, pero ellos, todo lo contrario, casi me atropellan y tuve que aventarme a mi unidad para protegerme de que casi me atropellaba el camión de Los Avispones y ellos fueron directo al crucero de Santa Teresa y fue como surgió el ataque a ellos”, cuenta.
Después de los hechos, se formó un colectivo de búsqueda de desaparecidos al cual el gobierno federal incluyó al señor Enrique. Inicialmente se le brindó ayuda psicológica y cada semana les daban un cheque de 100 pesos “para mitigar los gastos”, pero las autoridades ahora “ya no voltean los ojos” hacia él.
“Hasta la fecha el gobierno federal no ha hecho una reparación del daño (…) desde esta trinchera en Iguala, le grito al presidente Andrés Manuel López Obrador que voltee a nosotros”.
Enrique expresa que saber que se cumple un año más de lo ocurrido “duele más de lo que se pueda imaginar” la desaparición de los normalistas, y “por haber convivido con la muerte”, pero ante el actuar de las autoridades se siente triste y desesperado; “por más que brinco, salto y brinco, nadie me hace caso”, manifiesta.
El abogado Noé Franco, representante legal del señor Enrique, comentó a MILENIO que personas como el taxista afectado, “son víctimas si atender y olvidadas, que al igual que los normalistas merecen verdad, justicia y reparación del daño”.
El litigante tomó su representación a finales de 2020 y actualmente se encuentran trabajando ante la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) y la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) para un plan de reparación del daño, derivado de las violaciones a derechos humanos.
“Actualmente su trámite se encuentra en integración en la CEAV, pero lamentablemente la CNDH a casi dos años no ha remitido la información necesaria para resolver su expediente”, refirió el abogado.
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