En menos de dos minutos, el traje de 45 kilos debe ser colocado, caminar hasta el explosivo y desactivarlo, aunque ello implique arriesgar la vida. Cada segundo cuenta; la bomba podría explotar en cualquier momento a menos de tres metros. Situaciones como éstas son las que enfrentan los policías del agrupamiento Fuerza de Tarea de la Ciudad de México, al menos desde 1983, cuando fue creado.
Ubicado en Canal de Chalco, alcaldía Tláhuac, este grupo élite de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC), conocido también como Grupo Zorros, cuenta con personal especializado en ubicar y desactivar en tiempo récord algún artefacto explosivo. En la actualidad, el agrupamiento tiene 501 policías, quienes son sometidos a constante acondicionamiento físico y entrenamientos exhaustivos.
Miguel Ángel Paredes, policía primero del agrupamiento Fuerza de Tarea, cuenta a MILENIO que del total de elementos que integran éste, 100 de ellos están capacitados en el área de explosivos y son policías que entrenan dentro de distintas instalaciones e instituciones como la Marina y el Ejército, así como en academias de Francia, Estados Unidos e Israel.
“Todo el personal perteneciente al área de explosivos de la Fuerza de Tarea cuenta con esta capacitación, una capacitación de un curso de nueve meses en donde se hacen todas las especialidades del equipo de Fuerza Tarea y hay que estarse innovando”, comenta.
Una muestra de la labor de grupo antibombas fue el 2 de junio cuando, en coordinación con oficiales de la Policía Bancaria e Industrial (PBI), realizaron un rastreo preventivo en andenes, pasillos y accesos de la estación Boulevard Puerto Aéreo de la Línea 1 del Metro para descartar la amenaza de un posible artefacto que pudiera detonar..
Ante una emergencia como ésta, la policía de explosivos debe usar un uniforme especial. El Grupo Zorros, por ejemplo, emplea un traje modelo EOD-9 de kevlar (una fibra resistente al calor) con protección en el pecho y espalda, así como un casco especial, escudo y un brazo extensor que sirve para no tomar el explosivo directamente.
Éste último alcanza hasta tres metros de largo, lo que ayuda a que los elementos no se acerquen a la zona de riesgo o donde se ubica el artefacto. Además, frente a escenarios donde el explosivo es más complicado de extraer, como en alguna altura o profundidad, se ocupa un juego de ganchos y poleas de modo que se puedan incluso hacer hoyos en la infraestructura correspondiente y así acercarse para desactivarlo.
Pero si el artefacto o bomba es de fabricación electrónica, se usa un equipo inhibidor de señal evitando así que las frecuencias sean interrumpidas para poder neutralizar el objeto y evitar que detone. Finalmente, con una manta supresora se envuelve “el paquete, artefacto o explosivo” extraído y se retira del área de peligro.
“Todo es material antifuego para que si llega a generarse una explosión se cubran las partes vitales del cuerpo”, señala el policía Miguel Ángel Paredes.
No obstante, dice, se tiene que usar a diferentes compañeros para alistar al policía que retirará la bomba, "ya que solo no se puede poner el traje y ajustárselo".
"En menos de dos minutos el policía ya debe estar alistado porque se corre peligro tanto en las instalaciones donde está el explosivo como para las personas alrededor”.
"Nunca sabes si es verdad o mentira la emergencia"
Raúl Páez es uno de los 100 policías especializados en estas acciones, algo que para él, es un orgullo a pesar del riesgo incluso de sair lastimado o arriesgar su vida.
“Es un riesgo el que llevamos, pero gracias al apoyo de mis compañeros y de los instructores hemos sido capacitados arduamente para llevar a cabo y desempeñar nuestras funciones como debe ser”.
Con 10 años en la corporación, Raúl Páez señala que la gente—sin saber el esfuerzo que hace— suele menospreciar su labor y en el caso de él, la ciudadanía “juega con el trabajo del policía” cuando se reportan emergencias de supuestos explosivos, se acude al lugar y se monta todo el operativo con el equipo, pero resulta que todo era broma.
“Las complicaciones ante emergencias de este tipo es que no te puedes mover fácilmente como debería, es un riesgo que se lleva porque nunca sabes si es verdad o mentira la emergencia, pero sí es cansado llevar este traje más a parte el calor corporal que se genera.
“En el ámbito policial, la parte fe es que no toda la ciudadanía está conforme con nuestro trabajo. Hay muchos que nos desprecian, pero no por el desprecio de pocos vamos a dejar de hacer nuestras funciones y seguiremos salvaguardando la seguridad”.
Po otro lado, para Raúl dedicarse de tiempo completo a estas acciones también lo ha llevado a no estar con su familia al 100 por ciento, pero es recompensa con la admiración que sus hijas le externan cada que no está con ellas.
“Es un orgullo que mis hijas me vean que estoy haciendo una labor, aunque no estoy con ellas, estoy sirviendo a la ciudadanía y arriesgando mi vida para que las personas estén tranquilas, es un orgullo y que vean el esfuerzo que hago. Sacrifico mucho y ellas se sienten orgullosas de mí. Los días son difíciles cuando no puedo estar con mi familia como estar con ellos en fiestas familiares, estar en su crecimiento diario y para mí eso me cuesta más".
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