Mario Cárdenas Guillén ya lucía las canas que causan el paso del tiempo cuando fue extraditado desde México a Estados Unidos. A sabiendas del rigor de las autoridades estadunidenses y con la esperanza de tener una condena reducida, cinco días antes de la navidad de 2022, El M1, como le conocían en el Cártel del Golfo, llegó a un acuerdo de culpabilidad.
Ahora, las autoridades estadunidenses han anunciado la segunda parte de su condena: 10 millones de dólares que deberá entregar y que, según aceptó el propio Cárdenas Guillén, fueron fruto de los envíos masivos de cocaína que realizó hacia el norte del Río Bravo.
“El acusado, Mario Cárdenas Guillén, llegó a un acuerdo de culpabilidad con Estados Unidos en el cual el acusado acuerda entregar a EU la suma de 10 millones de dólares y los intereses y recursos rasteables de la mismos, representando la suma de recursos en efectivo obtenidos por el acusado como resultado de la ofensa señalada en el cargo uno de la acusación”, se lee en un documento propuesto para la sentencia final de “EL M1”, quien aún está a la espera de que se determine cuánto tiempo pasará tras las rejas.
El 4 de septiembre de 2012, un día después de que marinos lo detuvieran en Altamira, Tamaulipas, Mario Cárdenas apenas levantaba la mirada. Los flashes de los periodistas lo deslumbraban, pero aún lucía fuerte. Con una camisa y un chaleco antibalas, era evidente que era más alto que los dos agentes navales que lo custodiaban mientras era fotografiado: el gobierno de Felipe Calderón estaba presumiendo su detención.
“Fuentes de inteligencia señalan que junto con su hermano Antonio Ezequiel Cárdenas Guillén alias Tony Tormenta, asumieron el control del Cártel del Golfo y tras la muerte de su hermano se convirtió en uno de los líderes de ese grupo delictivo”, detallaba la Secretaría de Marina, tras relatar algunas de las sorprendentes hazañas del líder criminal, como traficar cargamentos de cocaína y mariguana mientras se encontraba dentro del penal de Matamoros, Tamaulipas, durante una primera condena por tráfico de drogas entre 1995 y 2007.
En abril de 2019, casi siete años después de su segunda detención, el gobierno de Estados Unidos solicitó formalmente su extradición: desde 2012 lo había acusado de conspiración para traficar cocaína, sin embargo, los detalles del caso se habían mantenido en secreto hasta que estuviera en manos de autoridades.
Pero El M1 dio una dura batalla, esta vez en los tribunales. No fue sino hasta marzo de 2022 que la Fiscalía General de la República pudo entregar a Mario Cárdenas en manos de agentes estadunidenses en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM).
Esos 10 años no habían pasado en vano: las canas relucían en el cabello que aún le quedaba, pero su semblante era el mismo, una cara seria y las comisuras de los labios hundidas: el último de los tres hermanos del Cártel del Golfo estaba a punto de enfrentar serias acusaciones criminales.
El acuerdo de culpabilidad El M1 termina por cerrar el círculo de sangre que causó el liderazgo del violento clan de los Cárdenas Guillén junto con su brazo armado, Los Zetas, conformado por soldados de élite que fueron seducidos por los criminales a los que tenían que combatir.
La caída de los hermanos comenzó hace 12 años, en el año 2010. Primero, el 24 de febrero, cuando su hermano Osiel, máximo líder del Cártel del Golfo, fue sentenciado a 25 años de prisión en Estados Unidos por cinco cargos relacionados con el narcotráfico, tras haber sido extraditado en 2007 desde México; se prevé que eventualmente pueda salir de prisión.
Luego, el 5 de noviembre Antonio Ezequiel Tony Tormenta fue abatido por marinos en una refriega que duró tres horas en Matamoros, Tamaulipas.
EHR