Un vehículo blanco. Tipo sedán, cuatro puertas, nada especial. No hay un cadáver en el asiento del conductor; tampoco una cabeza sobre la cajuela. Y a pesar de su aparente normalidad, provoca miedo entre los vecinos de la colonia Monte Kristal en el municipio de Juárez, Nuevo León, por una circunstancia extraña: apareció hace 24 horas, de madrugada, estacionado por alguien que se esfumó con las llaves.
Así que a la 1:47 de una tarde de marzo de 2020, una mujer llama a la línea de emergencia 088 del Centro Nacional de Atención Ciudadana, que transfiere la llamada a la Guardia Nacional. La denunciante tiene miedo y una hipótesis: ese Versa vacío que mira desde su ventana es un cochebomba.
“¿Cuál es su emergencia?”, pregunta una operadora, cuya conversación será grabada. Entonces, la mujer desarrolla su conjetura: “No hay cuerpos adentro y ya olímos por encima la cajuela (...) No huele a muerto. No huele mal”.
“¿Por qué cree que es una bomba?”, cuestiona la telefonista mientras alista a un grupo de reacción rápida. “Porque trae algo raro abajo, abajo del motor, no es normal”, responde la denunciante en la transcripción mostrada a MILENIO.
La llamada quedará en el Censo Nacional de Seguridad Pública Federal 2020 bajo el rubro “Amenaza de bomba”. En ese listado hay otros 35 tipos de delitos que detallan lo que los mexicanos miran desde la ventana de su casa, la ventanilla del auto o en la vía pública cuando piden auxilio a través de líneas fijas o móviles.
Explosivos, derecho de piso, personas desaparecidas y hasta tráfico de órganos. La base de datos desde 2020 hasta 2022 en poder de MILENIO es una mirada a los miedos de un país que vive con el estrés postraumático de 17 años de “guerra contra el narco”: lo que se observa, intuye o denuncia con un teléfono en la mano.
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¿A qué número llamar?
En México hay tres números nacionales de emergencia: 911, 089 y 088. Son tres dígitos que la mayoría de la ciudadanía conoce de memoria, aunque no necesariamente sabe en qué situación debe marcar uno u otro.
El 911 unifica servicios, solicitudes no urgentes y emergencias de cualquier tipo en todos los rincones de México; por ejemplo, disparos de arma de fuego o violencia intrafamiliar, pero también infartos, trabajos de parto, animales peligrosos, alcantarillas abiertas, árboles caídos o cables colgando.
El 089 sirve para denunciar acontecimientos que ameriten una investigación, pero que no necesariamente están ocurriendo en el momento: se puede ser señalar una casa donde se presume la venta de drogas, un ejido donde se roba de combustible o una empresa con actividades sospechosas.
Pero el 088 es de uso más sensible: idealmente, se reportan delitos que ocurren mientras la persona denunciante lo está observando, por lo que se requiere una reacción inmediata y un equipo especializado, incluso con especialistas de salud mental que contengan una crisis nerviosa o un ataque de pánico.
Quienes usan el 088 muy probablemente están frente a hechos que pueden poner en riesgo su vida por alertar a las autoridades. Explotación sexual, robos en carretera, compra y venta de armas y más. Es una línea crítica para el país y que responde a una pregunta que nos hacemos poco como país: ¿qué denunciamos aún sabiendo que nos ponemos en riesgo?
Entre infracciones y tráfico de órganos
Este es un vistazo a los registros de los últimos tres años del Censo Nacional de Seguridad Pública Federal: entre 2020 y 2022, la Guardia Nacional registró 835 mil 863 llamadas de emergencia “procedentes” a través del 088, es decir, sin contar las bromas telefónicas, llamadas mudas o llamadas cortadas.
En los registros del 2020 se cuentan 330 mil 827 llamadas procedentes del 088. En 2021, se sumaron 260 mil 700. Y en 2022, 244 mil 366. Es decir, en los últimos tres años, la ciudadanía hizo un menor uso de ese número, ya sea porque vieron menos actividades sospechosas o delictivas o porque creció la desconfianza para denunciar. Aún así, llegaron 31 llamadas cada hora en promedio.
¿Qué preocupa a quienes llaman a ese número de reacción inmediata? La mayoría, el 20.7 por ciento, pidió información de la Guardia Nacional para denunciar situaciones de riesgo en su entorno; enseguida, el 16.3 por ciento, solicitó frente a tentativa de extorsión telefónica; luego, el 13.2 por ciento, notificó sobre infracciones de tránsito, ya sea porque vieron que otros las cometieron o porque quisieron averiguar si eran víctimas de algún policía corrupto.
Pero los miedos más profundos están en los números pequeños sobre delitos que en México pueden costar la vida, si se abre la boca. Los que requieren valor para ir al teléfono y marcar: 325 llamadas denunciaron un secuestro y, por tratarse del número 088, es probable que la llamada haya dado pistas a las autoridades para intervenir en una casa de seguridad; 62 alertaron sobre trata de personas en la vía pública, hoteles de paso, burdeles clandestinos o casas de citas disfrazadas de bares.
La extorsión telefónica consumada llegó a 7 mil 781 llamadas, mientras que el derecho de piso sumó 874. Mil 341 se atrevieron a llamar para denunciar venta de drogas, 85 para tráfico de armas, 29 para lavado de dinero y 27 en la categoría de “tráfico de (migrantes) indocumentados”, un delito que lentamente pasó de ser controlado por polleros a cárteles de las drogas.
Otros delitos con cifras marginales retratan un México del que poco se habla, pero que se mira desde la ventana: hay una denuncia por robo a ferrocarriles; dos por tráfico de órganos y cuatro por amenazas de bomba, de las cuales tres se hicieron en 2022, cuando el amago del uso de explosivos por parte del crimen organizado preocupó tanto a las autoridades que hasta en entidades sin tanta violencia, como Yucatán, se hicieron simulacros para saber cómo lidiar con esta situación, como lo hizo la delegación estatal de la FGR en julio del año pasado.
Los números son notables, si se toma en cuenta las estimaciones del Observatorio Nacional Ciudadano: la cifra negra de delitos en México —los que se ven o se sufren, pero no se reportan— van desde el 93 al 99 por ciento.
Mientras más riesgo haya, menos se denuncia. A menos que haya canales anónimos, como el 088, que animen a alguien a contar lo que sucede en su comunidad.
Una bomba sorda
Tras el reporte a la línea de emergencia de la Guardia Nacional, un grupo de elementos se trasladaron hacia el oeste de Juárez, Nuevo León, para atender la denuncia. Llevaban consigo la instrucción de comunicarse de inmediato con la Unidad Antibombas de la institución en caso de que algo saliera mal.
De acuerdo con la tarjeta informativa que resume la denuncia telefónica, llegaron a la ubicación exacta en 18 minutos. No les fue difícil llegar: varios vecinos rodeaban el vehículo blanco con una supuesta distancia segura en caso de que la eventual bomba estallara. Sin embargo, nadie se presentó como la mujer que hizo la llamada al 088.
La inspección visual corroboró que el sedán blanco lucía vacío, incluso sin un asiento trasero. Tampoco desprendía un olor putrefacto ni había manchas de sangre en la carrocería. Pero lo que preocupaba a los vecinos no estaba a la vista, sino en la suspensión. Un bulto que nadie atrevía tocar ni siquiera con una rama de árbol.
El elemento de la Guardia Nacional F. P. se tiró al piso, se arrastró tan debajo del vehículo como pudo sin tocarlo y gritó su hallazgo. No era una bomba, sino una tolva caída que al arrastrarla acumuló lodo y piedras dando la impresión de un explosivo casero. Aunque algo relevante sí surgió de aquella inspección: el auto tenía reporte de robo en carretera.
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Justo un año después, en marzo de 2021, la estación Radio Naranjera en Montemorelos, Nuevo León, fue atacada con tres bombas. En esa ocasión, nadie llamó al 088 y los explosivos detonaron sin que alguien pudiera prevenirlo.
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