“Quién iba a decir que iba a ser piloto ese niño descalzo”

HISTORIAS

Orgulloso de su origen y de estar en la Fuerza Aérea, Tomás Vázquez afirma que su mayor satisfacción es ayudar a los necesitados.

El militar, en la Base Aérea de Santa Lucía. (Fotografía: Omar Franco)
Verónica Díaz
México /

El capitán Puma participará desde el aire en el desfile del 16 de septiembre, junto con otras 168 aeronaves de la Fuerza Aérea, Naval y de la Policía Federal; como otros pilotos, ha vivido la intensa tarea de ayudar a civiles en desastres y se ha visto de frente con la muerte.

“En la vida aeronáutica decimos que las máquinas no tienen palabra y pues yo lo comprobé en carne propia. Ya viví dos accidentes en mi vida, de los cuales gracias a Dios, a la pericia y el estudio pude contarlos y estar aquí en estos momentos”, explica Tomás Vázquez, piloto de la Fuerza Aérea con 27 años de experiencia.

Este capitán primero pilotará uno de los aviones de la Fuerza Aérea en el desfile del domingo, al salir desde la Base Aérea de Santa Lucía, ubicada en Tecámac, Estado de México. Con su Boeing 737 800 tiene la tarea de demostrar el poderío de las fuerzas militares mexicanas.

“Yo diría que somos la columna vertebral de México y siempre estamos para apoyar a los necesitados, a los compatriotas y para cumplir la misión que se imponga, siempre estamos ahí presentes”, afirma.

Como él, el capitán Raúl Izaguirre, piloto de la Fuerza Naval, también encuentra su mayor satisfacción en ayudar a sus connacionales. “La ayuda a la población civil es lo mejor que he vivido. Estuve hace algunos años en la sierra de Oaxaca y la gente que no tenía qué comer expresaba su gratitud tomándonos de la mano. Es algo que uno se lo queda muy guardado”.

Vázquez ha tenido que esforzarse mucho en los 36 años que han pasado desde la primera vez que puso su ilusión en el cielo, en su natal Ixtepec, Oaxaca.

“Recuerdo a mi pueblo con mucho sol, mucho calor, en donde de niño mis momentos agradables eran cuando veía pasar aviones sobre la casa de mis padres, entre 9 y 10 años, me acuerdo que eran aviones de la Fuerza Aérea Mexicana”.

Cuando Vázquez retorna a su pueblo de origen dice que escucha a la gente: “quién iba a pensar que ese niñito que andaba ahí corriendo descalzo iba a ser piloto aviador”.

Le llevó 5 años convertirse en uno de los aviadores más avezados pilotando naves desde las más elementales, que le recuerdan la Segunda Guerra Mundial, pasando por jets hasta el Boeing 737 que tiene actualmente y que requiere mucha especialización.

Sin embargo, lo más difícil para él es la caída de sus compañeros. “En caso de pilotos nos hemos cruzado en la plataforma, en un momento decirnos ‘nos vemos al rato’ y más tarde ya no vernos”.

Él mismo ha sido sobreviviente de dos accidentes aéreos. Recuerda: “Fue en 2003 de esta base; iba con destino a Ixtepec, empezó a haber fuego en el motor, continué mi vuelo... quedé como a un kilómetro de la pista y caí en un terreno aledaño a la base aérea. El avión quedó prácticamente destruido y mi compañero con el que iba y yo salimos caminando”.

Asegura: “Volar es para mí una sensación única, ando libre en el aire”.

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