El Primer Tribunal Colegiado en Materia Penal en el Estado de Jalisco concedió el amparo a Elizabeth “N” por el delito de lenocinio en agravio de 19 empleadas que trabajaban como masajistas en la Estética Mediterráneo que fue clausurada en abril del año pasado por la Fiscalía Estatal, tras la desaparición y muerte de los tres estudiantes de cine de la Universidad de Medios Audiovisuales (CAAV).
Con esto, la orden de aprehensión que buscaba cumplimentar la Fiscalía Estatal en contra de la mujer queda sin efecto y ahora la Juez Sexto de Distrito de Amparo tendrá que revisar el caso, ya que en su momento le negó el recurso.
A Elizabeth “N” la señalan Alfredo “N”, valet parking; la sexoservidora Érika “N”, quien la identifica por fotografía; Luz “N”, otra masajista, quien dijo que Elizabeth “N” duraba meses sin ir a la estética, aunque a decir Norma “N”, otra empleada, asistía cada 15 o 22 días.
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“Su nombre estaba en el reglamento del lugar”, mencionó Kenia “N”, que se hacía llamar Daniela. “Sabíamos que la dueña era Elizabeth ‘N’”, subrayó Azucena. Incluso el permiso municipal estaba a nombre de ella.
Dentro del amparo 772/2018, se establece que en lugar denominado “Masajes Alcalá” se vio a Edna Judith “N”, tía de Javier Salomón Aceves, estudiante asesinado el año pasado. También Alfredo “N”, el valet parking, manifestó que “le toco ver a Edna” y hasta proporcionó datos de los vehículos que acudían con frecuencia. Son 23 testimoniales, cuatro de ellos, clientes.
Operación
A la estética “Mediterráneo”, que se ubica sobre avenida Niños Héroes número 970 en Guadalajara, las sexoservidoras ingresaban por el estacionamiento y se cambiaban de ropa en la cocina. Luego, se sentaban en el sillón del ingreso y ahí esperaban a los clientes. “La que quedaba a la orilla recibía al cliente y explicaba los costos”, narró Yadira, que oscilaban entre 540 y 800 pesos. Todas coinciden: recibían propinas por servicios extras.
La estética tenía 10 habitaciones y laboraban alrededor de 20 personas, aunque otras refieren que eran hasta 28. Los clientes pagaban por adelantado y ellas absorbían el costo de los preservativos. Además, Elizabeth “N” les cobraba 10 pesos por habitación. Bárbara “N” refirió que “los aceites, condones, cremas” los tenían que comprar ellas por ser herramientas de trabajo.
Dolores “N”, conocida como Lolita, era la encargada de mantener el orden y la seguridad. Imelda aseguró que “a veces se juntaban hasta 12 o 13 mujeres en la sala”, entre ellas: Joselyn, Violeta, Noemí, que se hacía llamar Linda; Fabiola era Sofía, Erika prefirió que le llamaran Paola, Lizbeth era Kimberly.
Cambiaban de nombre por indicación y por cuidar su identidad. Aseguran que a veces, Dinora “N”, hija de Elizabeth, acudía al negocio.
Erika reveló que por media hora se cobraba 890, aunque asistían dos chicas: una acariciaba y otra practicaba sexo oral o anal.
Clientes como Omri “N” declaró que el día del operativo solo fue a pedir permiso para ingresar al baño, “porque no alcanzaba a llegar a su casa”. Otro de nombre Luis Arturo “N” apuntó que iba circulando cuando vio el letrero de masajes y decidió preguntar el costo, “fue cuando llegó la policía”, explicó.
Uno más, de nombre César “N”, aseguró que “por error” se metió al estacionamiento de la estética. Pablo, otro cliente, indicó que le presentaron 13 chavas y le agradó quien se hacía llamar Mía. “Ese día pague 690”, aunque reconoció que ya había acudido en ocho ocasiones. “Apenas estaba por sostener una relación cuando llegó la policía y me dijo: vístete”.
Joselyn, otra sexoservidora, llegó al lugar porque el anuncio decía mil pesos diarios, “me explicaron que eran masajes con final feliz”, reveló.
MC