El ingreso ilegal de armas a México por la frontera con Estados Unidos fue documentado por agentes de la extinta Dirección Federal de Seguridad (DFS) desde hace más de 60 años.
Así lo muestran viejos reportes de inteligencia de la DFS que abarcan de 1954 hasta 1976 y a los que MILENIO tuvo acceso.
En ellos se detalla que las bandas de narcotraficantes de la época, que precedieron a los cárteles actuales, contrabandeaban hacia Estados Unidos estupefacientes y regresaban a México con armas, que en muchas ocasiones eran vendidos a "grupos subversivos", relacionados con la guerrilla.
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De acuerdo con los espías que se infiltraron en algunas de las bandas de contrabandistas, estas operaban bajo el amparo de autoridades de los tres niveles de gobierno y obtenían "ganancias exorbitantes" por sus actividades.
Los principales puntos de entrada de armas a territorio nacional, de acuerdo con la inteligencia mexicana de aquellos años, eran Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas. Es decir, utilizaban rutas similares a las aprovechadas en la actualidad por las nuevas generaciones criminales que derraman sangre por su control.
Los nombres o alias de los narcos de antaño, en su mayoría están testados en los informes secretos que se incluye en la versión pública "Narcotráfico" de 250 fojas que se encuentra en poder del Archivo General de la Nación (AGN). Lo que sí se permite conocer son las drogas traficadas entre las que están marihuana, cocaína, anfetamina, morfina y barbitúricos.
En uno de dichos informes, elaborado en julio de 1974, tras un año y medio de trabajo de campo con informantes secretos y agentes de incógnito, el servicio de inteligencia mexicano reportó que “autoridades locales y federales” se encontraban inmiscuidas en el contrabando de armas.
La colusión permitía a los principales contrabandistas de droga y armas operar sin obstáculos a lo largo de la frontera, "lo permiten y en no menos ocasiones lo protegen", se detalla en la ficha consultada por este diario.
En Baja California, por ejemplo, “la información (…) no es muy clara en cuanto a nombres, pero se sabe que entran por las garitas de Mexicali y Tijuana, y en el caso de Ensenada, como ya se ha dicho, por medio de aparatos aéreos”.
En Sonora, en las colindancias con Mexicali, en la zona limitada por el Río Colorado, la frontera con Estados Unidos y el Desierto de Altar se localizaba, “probablemente el mayor número de pistas de aterrizajes clandestinas” utilizadas por los traficantes para llevar drogas al vecino país y a su vez, trasladar a territorio mexicano armas y municiones.
De acuerdo con la información recabada en ese entonces, los grupos guerrilleros de Sonora tenían conexión con otros grupos subversivos que operaban en estados vecinos como Sinaloa y Chihuahua, donde en 1965 se fraguó un ataque a un cuartel militar.
Sin embargo, los papeles consultados no mencionan de manera pública en ningún momento nombres de las guerrillas o de los narcotraficantes que supuestamente les vendían armas en el estado.
Por su parte, Ciudad Juárez en Chihuahua era según el extenso informe, “el centro principal en este estado de entrada de armas a la República Mexicana” y los principales traficantes de drogas en la región eran a su vez “los más destacados contrabandistas de armas”.
En Juárez operaba un grupo comandado por una persona identificada como Isauro Medina, que controlaba una amplia red de contactos en el gobierno local que le permitían operar, entre ellos el entonces director de Seguridad Pública en el estado, Ambrosio Gutiérrez.
En su red de corrupción participaba también el presidente municipal priista de Ciudad Juárez, Mario Jaques, el recaudador de impuestos del gobierno estatal Ignacio Duarte, el comandante de la policía preventiva municipal, Alfonso Delgado y el subcomandante de patrullas, Luis Meléndez, “junto con otros conocidos traficantes y lenones”, detallaron los agentes encubiertos.
De acuerdo con la DFS, el grupo de Isauro Medina, al que la central de inteligencia mexicana se refería como Número Uno, operaba principalmente obstaculizando las actividades de otros grupos o vendedores aislados de drogas, a los que localizaban “mediante un servicio de información, reclutado entre adictos”.
Antes de que el mundo conociera nombres como el de Joaquín El Chapo Guzmán, Ismael El Mayo Zambada o Nemesio Oseguera Cervantes El Mencho, otros traficantes ya introducían drogas hacia Estados Unidos y regresaban a México con armas
bgpa