Tres reclusas de Jalisco saborearon otra vez lo que es la libertad. Ahí, a las afueras del Centro de Readaptación Femenil del Estado, familiares de María Guadalupe, Teresita de Jesús y María de Jesús las esperaban para abrazarlas, pero también para llorar. Las mujeres salieron con la esperanza de recuperar el tiempo perdido. Una segunda oportunidad, que dicen, todos merecen.
María Guadalupe estuvo ocho años presa, con dos, hubiera sido suficiente. “Si alguna vez dañamos, ya le pagamos bastante a la sociedad; que nos den una oportunidad y no nos discriminen tanto, todos somos seres humanos que fallamos, que tenemos errores y nunca es tarde para salir adelante”, expresó la mujer de 55 años, quien pidió que la autoridad voltee a ver a las reclusas que enfrentan sentencias por diverso delitos.
“Que vean sus expedientes, que esas personas que tienen ya 18 y 20 años por delitos mayores que se les brinden esos apoyos, esos beneficios, se les ha negado. Son muchos años los que están aquí, que les den una oportunidad de estar con sus familiares”, exclamó observando al director de Reclusorios de Jalisco, José Antonio Pérez Juárez.
María Guadalupe se dijo bendecida porque desde este jueves comenzará a trabajar en una maquiladora. “Así como puse el mal ejemplo como madre, hoy pongo el buen ejemplo como madre, aquí adentro me superé, salí adelante. Es una segunda oportunidad, nunca es tarde para ser mejor persona y salir convertida en otra persona”, confió.
En la entidad, hasta el 90 por ciento de las mujeres delinquen por amor. Así le ocurrió a Teresita de Jesús. “A veces es por soledad, porque muchas veces nos sentimos presionadas, preferible estar sola a estar con un hombre. Desgraciadamente nunca nos fijamos y aquí estamos”, admitió la joven de 35 años de edad.
“¿Hoy inicias una nueva vida? Si, bastante. ¿Qué les vas a ofrecer a tus hijas? Una vida mejor, porque me enseñé a trabajar, puedo vivir con un sueldo muy bajo, y que puedo sacarlas adelante”, dijo.
La ex interna tiene tres hijos y será abuela. Admitió que aprendió a vivir sola. “Sin mis hijos”, que hoy tienen 14, 16 y 18 años. Vivir en el reclusorio no fue fácil, menos convivir con 12 personas en el dormitorio. “Todas tienen un carácter diferente, pero sí se puede salir adelante”. En seis años, aprendió distintos oficios y perfeccionó la cocina.
Mientras, María de Jesús, no pudo acudir al juzgado para ser notificada de su libertad. “Ella tiene enfermedad mórbida, anda con andadera y trae unas circunstancias particulares que no le permiten desplazarse por sí misma, entonces subirle a un tercer piso a donde está situado en el juzgado entonces sí es complicado”, explicó el juez Primero Especializado en Ejecución de Penas del Primer Partido Judicial, Bernardo Salazar Rodríguez.
El juzgador, refrendó el compromiso del Poder Judicial de juzgar con perspectiva de género en etapa de ejecución de pena. Esto implica “visibilizar todo el contexto de violencia que las llevó de alguna forma a delinquir para poder determinar si son meritorias de un beneficio”, declaró.
MC