Ángel Barañano Guerrero es el director de Protección Civil y Bomberos de Tlahuelilpan, él y tres de sus compañeros fueron los primeros elementos de auxilio que llegaron a San Primitivo el 18 de enero del 2019 tras la explosión de la toma clandestina en un ducto de Petróleos Mexicanos (Pemex) que dejó 137 personas sin vida.
A sus 54 años las canas han invadido su pelo y la calvicie ha comenzado a ganar terreno. No se ha rasurado en días y le asoma una barba incipiente y blanca. La luz de la computadora se refleja en sus lentes y de su muñeca derecha cuelga una pulsera plateada.
Aquel fue un día normal para Ángel y sus bomberos. Ese viernes a las 6:15 de la tarde, el director de Seguridad Pública municipal, Abelardo Hernández Ruiz, lo llamó por teléfono para informarle que había una toma clandestina y que estuviera pendiente.
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En el sitio había ya elementos del Ejército, Policía Federal, municipal y estatal, quienes no pudieron contener a los cientos de personas que se llevaban la gasolina en garrafones y cubetas del ducto de Pemex. La gente estaba fuera de control, dicen.
Al diez para las siete, mientras Ángel se encontraba en el hangar de la Estación de Bomberos, sonó su teléfono celular. Era otra vez el director de Seguridad Pública municipal.
“Oye, vente para acá, esto acaba de tronar, ya explotó el ducto, vente con todo el equipo que tengas porque hay un incendio muy fuerte y mucha gente quemada”.
Ángel subió al camión de bomberos color pistache con el vidrio derecho roto, el resto de sus compañeros abordaron dos ambulancias, un autotanque y se dirigieron a San Primitivo. Había caído la noche.
Varios metros antes de arribar al lugar de la explosión había un puñado de gente quemada, eran cerca de 80. Ángel y sus compañeros les dieron los primeros auxilios, humedecieron con suero a los que pudieron y 15 fueron trasladados en las ambulancias a los hospitales cercanos. Ante la emergencia hubo personas que los apoyaron y trasladaron a los heridos en sus autos.
Tras atender a los lesionados, Ángel y uno de sus bomberos llegaron al sitio de la explosión. Encontró a dos personas quemadas tiradas en la carretera. Llamó a una patrulla y se las llevaron. Ingresaron a la milpa donde una lengua de fuego se extendía en lo alto en medio de la oscuridad y sacaron a dos personas más. “Cuando intentamos volver a entrar para rescatar más gente ya fue imposible, la temperatura era muy fuerte, ya no nos pudimos acercar. Era un infierno”.
En el lugar había fuego, gritos, personas quemadas, cuerpos incendiándose, personas en la carretera gritando a sus familiares, desesperación, dolor, tragedia y muerte. “La toma clandestina tenía mucha presión, no nos dejaban ingresar hasta que no llegara personal especializado de Pemex, al final de cuentas pasaron cuatro horas hasta que pudimos entrar”.
En el sitio se encontraba personal de Pemex y bomberos de los municipios vecinos pero no se ponían de acuerdo para ingresar y apagar el fuego.
Entonces Ángel y los bomberos de Tula, a las 11:15 de la noche, entraron al lugar y en 27 minutos apagaron el fuego. “Se apaga, enfriamos los metales, Pemex controla el derrame de la canaleta. Y, bueno, vi todo lo que era la realidad del lugar con tantos cuerpos ahí.
En la milpa había cuerpos calcinados, unos cerca de otros, unos más allá. Eran los restos de las personas que se encontraban en la toma clandestina al momento de la explosión.
Ángel reflexiona.
–Fue una tragedia, no importa lo qué diga la gente, el ser humano no merece morir así. Una persona quemada y una persona ahogada son las peores muertes que pueden existir, las más dolorosas, las más traumáticas. Nadie se merece morir así se dedique a lo que se dedique.
–Cuando le informan lo que está sucediendo en la toma clandestina, ¿qué piensa?
–Que por favor hiciera algo Pemex, que no fuera suceder nada y sucedió. En lo personal yo tenía mucho miedo que llegara la noche por los cambios de temperatura, desgraciadamente cuando empezó a anochecer y empezó a bajar la temperatura fue cuando vino la desgracia.
–¿Qué pensó cuando le dijeron que había explotado?
-Te digo la verdad: me dio coraje porque no debió de haber pasado.
–¿Por qué no debió de haber pasado?
-Porque dónde están los protocolos de Pemex, dónde están los protocolos de seguridad, dónde están los protocolos que tanto nos decían que había. No existieron los protocolos.
–¿Quién tenía que llevarlos a cabo?
–Pemex. Los protocolos dicen que en hora y media, dos horas, baja la presión del ducto, la presión la tuvimos cuatro horas. Entonces para qué presumen de protocolos y cuando hay que aplicarlos no funcionan. No se aplicaron y ahí está la prueba.
–¿A qué hora se extinguió el fuego?
-A las 23:50 de la noche lo extinguimos.
–¿Entre quiénes?
-Entre bomberos de Tula y bomberos de Tlahuelilpan.
–¿Y el personal de Pemex?
–Bien, gracias. Ahí estaban, llegaron con tres camiones, los cuales nunca aventaron agua.
A la una de la mañana Ángel y sus bomberos se retiraron del lugar.
–Nuestra función ya había acabado, ya estaba extinguido el fuego, ya estaba frío todo, ya se había controlado lo que quedaba de la toma clandestina y ya venía el trabajo de los peritos.
Después de que Ángel no pudo ingresar a la milpa debido a la magnitud del incendio las autoridades estatales le impidieron el paso.
Suspira.
–Durante cuatro horas no me dejaron hacer mi trabajo-, se sincera.
–¿Quién?
-Las autoridades estatales, que no podía pasar hasta que no llegaran los especialistas de Pemex.
–¿Y qué no le dejaban hacer?
–Nada, no me dejaban ingresar para empezar a hacer la extinción del incendio.
Mientras la toma clandestina ardía en medio de la noche, en la milpa había varios cuerpos salpicados entre la alfalfa con fuego.
–Había gente que me decía por favor apaguen esos cuerpos porque puede ser mi familiar.
Entonces Ángel decidió no hacer caso a las autoridades estatales y entró a la milpa con sus compañeros a apagar los cuerpos con extintores.
–Los apagábamos y se prendían, los apagábamos y se prendían, era tanta la impregnación que tenían los cuerpos de combustible que la misma temperatura los volvía a prender. Yo apague como tres pero se prendieron porque estaban impregnados con muchísimo combustible.
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Tras la explosión de la toma clandestina, Tlahuelilpan fue nota nacional e internacional por la cantidad de víctimas, la desgracia más grande del estado de Hidalgo en sus 150 años de vida.
Pero Ángel, con 11 de años como director de Bomberos y Protección Civil de Tlahuelilpan aclara que la toma clandestina geográficamente se encontraba en Tlaxcoapan, el municipio vecino.
–¿No era de Tlahuelilpan?
–No. Esos son los ejidos de Teltipán, municipio de Tlaxcoapan, porque la colonia más conocida en el lugar era San Primitivo lo relacionaron con Tlahuelilpan.
Y se vuelve a sincerar.
–Hay muchas cosas que desde un principio estuvieron mal: información, datos, acciones, pero bueno la situación se dio. Nos tardamos mucho en reaccionar, nos tardamos mucho en ver qué se hacía.
–¿Cómo es que picaron el ducto?
–Ya estaba puesta la toma clandestina, nada más la fueron a abrir. Alguien la abrió y vino la desgracia. En cuestión de 45 minutos era un hormiguero de gente, eran unas 600 personas.
–¿A un año de lo sucedido hay una explicación para todo esto?
–No lo sé. Mi hipótesis es que la electricidad estática fue lo que ocasionó el incendio.
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Originario de la Ciudad de México, de sus 54 años vida, Ángel ha dedicado 40 de ellos a ser bombero. Inició a los 14 años. Es un hombre alto, de ojos azules, le gusta el café, fumar, tiene mal genio y ama su trabajo.
Estuvo en la Cruz Roja de Coacalco, estado de México, en Caminos y Puentes Federales, en Bomberos de Naucalpan, en Huehuetoca. Y en Hidalgo en Tula y Tlahuelilpan.
Tiene estudios y certificación en atención prehospitalaria, contra incendios, manejo de materiales peligrosos, rescate urbano, rescate acuático y rescate vertical.
Dio atención en la explosión de San Juanico en 1984, en el terremoto de 1985 en la Ciudad de México y la explosión de la toma clandestina en Tlahuelilpan en 2019 es la tragedia más grande que le ha tocado vivir.
–Sí me habían tocado accidentes carreteros, de trenes, varios muertos, pero nunca me imaginé que me tocara vivir esto.
Ángel cree en Dios. Todas las mañana al despertar le da gracias por poder abrir los ojos y en la noche antes de dormir se autocritica.
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–¿Cómo ve lo sucedido ahora un año después?
–Se ha hecho poco por la gente afectada.
–¿Sueña con aquella noche?
–Sí, muchas veces.
–¿Qué sueña?
–Eso, que llegamos, escucho gritos, veo gente quemada.
–¿Ya lo asimiló?
–Ya, yo estoy tranquilo conmigo mismo, yo sé que pude haber hecho más, no fue mi decisión.
–¿Y si lo hubieran dejado entrar a tiempo a apagar el incendio?
–Nos hubiéramos puesto a trabajar y los cuerpos no se hubieran calcinado, probablemente el resultado hubiera sido el mismo, pero la gente hubiera tenido a sus familiares de otra manera.
Un año antes, el 3 de febrero del 2018, Ángel estuvo a punto de morir, cerraba una toma clandestina cuando explotó de repente, del fuego solo quedó un pedazo de su casco, pero ésa es otra historia.